La Vanguardia

Fue aquella chica de clase

- Xavi Ayén

Atención, central de datos del premio Cervantes, ¿cuántos catalanes lo han ganado desde el año 2008? “Cinco”. ¿Quiénes? “En concreto, Marsé (2008), Matute (2010), Juan Goytisolo (2014), Mendoza (2016) y Margarit (2019)”. Indiscutib­les. Y, desde su fundación en 1976, ¿cuántos catalanes lo obtuvieron? “Bueno, los mismos cinco”.

Desde ese año 2008, en que Marsé destaponó una injusticia histórica –bajo el mandato, justo es recordarlo, del ministro gallego César Antonio Molina–, se han multiplica­do los ejemplos de catalanes que ganan el máximo galardón a la creación literaria en lengua castellana. Por una indiscreci­ón de Ida Vitale, además, nos hemos enterado de que el barcelonés Enrique Vila-matas también fue ayer finalista. La noticia es balsámica en un año, 2019, en que, además, han obtenido los premios nacionales del ministerio los catalanes Raimon Portell (Literatura infantil y juvenil), Anna Caballé (Historia de España) y Dolors Udina (a la Obra de un traductor) así como representa­ntes de otras culturas periférica­s como el vasco Bernardo Atxaga (Letras), los gallegos Xosé Manuel Núñez Seixas (Ensayo), Pilar Pallarés (Poesía) y Anxo Quintela (Periodismo cultural) o incluso el asturiano Xaime Martínez (Poesía joven).

No es ningún secreto que en la coyuntura actual los catalanes necesitamo­s, más que nunca, cariño. O, dicho más correctame­nte, sentir que la cultura, la lengua, las institucio­nes y la creación autóctonas son sentidas como propias y apoyadas por un Estado que tiene graves problemas en ser visto de este modo en otros aspectos de su quehacer (sin ir más lejos, en las inversione­s en infraestru­cturas culturales o la distribuci­ón geográfica del patrimonio). Pero bien está que, en los grandes premios, se tenga en cuenta esa pluralidad, que se ha convertido en el eslogan de la representa­ción de España como país invitado en la feria del libro de Frankfurt 2021.

Margarit empezó a escribir poesía a los 16 años: un poema de amor a una compañera de curso en Santa Cruz de Tenerife. “Es el único que recuerdo de memoria”, dice alguien en quien las dos lenguas se entremezcl­an y suman de un modo natural, parecido a como sucede cada día en la calle.

Desde el 2008, Catalunya ha tenido cinco Cervantes; pero de 1976 al 2007 no tuvo ninguno

Aunque el poeta jamás pudo escuchar el catalán, su lengua familiar, en clase: “Esta represión llevada a cabo mediante la amputación del habla es de las más duraderas y crueles” y, por ello, “moriré con ese miedo y esa fragilidad en torno a la percepción de mi lengua”.

Margarit, en su otra vida, ha sido arquitecto, encargado de algunas de las obras olímpicas e incluso de la Sagrada Família, pero encontraba siempre tiempo para sus versos. Lo cuenta en Poeta: “Con mis tijeras de cortar, / como si fueran rosas, las palabras, / necesité buscar agujeros de tiempo. /Los encontraba en bares suburbiale­s / después de las visitas a las obras. / He terminado por vivir en ellos...”.

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