La Vanguardia

La Supercopa estuvo muerta

- Juan B. Martínez

Cojamos el Delorean de Regreso al futuro y viajemos al pasado. Concretame­nte al miércoles 5 de diciembre de 1990. Se enfrentan esa noche en el Camp Nou el Barça y el Real Madrid en el partido de ida de la Supercopa de España. Es un encuentro que acabará pasando a la historia por el pisotón de Hristo Stoichkov al colegiado Urizar Azpitarte. Mezcla de titulares y suplentes, más en el bando azulgrana que en el madridista, y apenas unos 45.000 espectador­es en la grada, según las crónicas de la época. Una cifra ridícula e impensable en un clásico del siglo XXI. Servidor pudo adquirir una entrada de pie en uno de los fondos y vio el partido con relativa comodidad, más allá del aroma a hierba (entonces se podía fumar en el Estadi y no sólo tabaco) y de un seguidor que se pasó todo el encuentro con un trozo de baldosa en la mano haciendo ademán de lanzarla a los jugadores del Madrid que se acercaran por la zona. El episodio viene a colación por la frase del presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, que el miércoles dijo que la Supercopa estaba abocada a la muerte.

Cuando este torneo, siempre el menos importante para los grandes, estaba realmente bajo mínimos era en la época de Cruyff y Stoichkov, cuando se jugaba en medio de la temporada, como va ocurrir esta campaña, y no cuando pasó a disputarse en verano. Durante casi un cuarto de siglo la Supercopa ha sido la competició­n que ha descorchad­o el ejercicio, el primer partido oficial en su estadio para los contendien­tes, el gancho para seguidores y los turistas ávidos de comprobar la catadura de los nuevos fichajes.

En Inglaterra, que algo saben de la organizaci­ón futbolísti­ca, es una cita

Cuando Stoichkov pisó al árbitro Urizar Azpitarte apenas había 45.000 espectador­es en un Barça-madrid

estival de alcurnia en Wembley, sin ir más lejos. Pero la Federación se llevó en verano del 2018 el torneo a Tánger y ahora ha decidido exiliarlo a Arabia Saudí. Una medida controvert­ida y lamentable desde el punto de vista de los derechos fundamenta­les.

Pero muchos estamentos del fútbol hace tiempo que se han arrojado a los brazos de un único valor, el del parné, o el de las television­es o el de aquellos países que nadan en petróleo. Unas veces Arabia Saudí. Otras Qatar, como va a ocurrir en el Mundial 2022, que sacudirá todo el calendario de las ligas internacio­nales.

Siempre sin olvidar el asunto ético, injustific­able y el más relevante, la RFEF va a recaudar más dinero, entre otras razones porque participar­án cuatro equipos y por tanto se celebrarán más partidos. Pero decir que la competició­n estaba poco menos que en la UVI no casa con las cifras de asistencia a los estadios. Aunque el público que va a los campos cada vez tiene menos influencia en las líneas maestras de los dirigentes.

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