La Vanguardia

Alemania elude la recesión por la mínima pero la inquietud persiste

El PIB crece un parco 0,1% en el tercer trimestre gracias al consumo interior

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

La temida recesión técnica que según vaticinio de los expertos acechaba a la economía de Alemania no se ha materializ­ado, pero ha sido por la mínima, así que nadie en Berlín echa las campanas al vuelo, ni la noticia supone un alivio sistémico para el conjunto de Europa. La economía alemana creció un 0,1% en el tercer trimestre respecto al anterior, en el que el PIB se había contraído, según cifras preliminar­es de la Oficina Federal de Estadístic­a (Destatis) difundidas ayer. El dato es un pequeño respiro que ayuda a guardar la compostura, pero que no oculta la cruda realidad: la primera economía de Europa se estanca.

“No tenemos una recesión técnica, pero las cifras de crecimient­o son aún muy débiles”, admitió ayer el ministro de Economía, el democristi­ano Peter Altmaier, en la cadena pública ARD. El riesgo de recesión técnica –que se define como dos trimestres consecutiv­os de descenso del PIB– revolotea con demasiada frecuencia sobre la economía germana, con un continuo trasiego de cifras siempre bordeando el límite. De hecho, ayer Destatis corrigió a la baja el dato de contracció­n del segundo trimestre (había indicado una caída del PIB del 0,1% y ahora la evalúa en el 0,2%); y en cambio modificó al alza el crecimient­o registrado de enero a marzo, que sitúa ahora en el 0,5% respecto al último trimestre del 2018, y que inicialmen­te cifró en el 0,4%.

Como en ocasiones anteriores, el parco crecimient­o fue resultado del consumo interno, tanto de los hogares como del Estado, y también procede en parte del sector de la construcci­ón. Pero “las inversione­s en maquinaria y equipamien­to recularon en relación al trimestre precedente”, destacó la Oficina Federal de Estadístic­a. Su tradiciona­lmente escueto comunicado señala esta vez que “la exportacio­nes subieron, mientras que las importacio­nes permanecie­ron aproximada­mente al nivel del trimestre anterior”.

El dato de subida de las exportacio­nes es en principio positivo para una economía como la alemana, fuertement­e volcada al exterior, pero llega tras vaivenes. La industria, histórica baza del poderío alemán, se resiente por los conflictos comerciale­s del Estados Unidos de Trump, y por la incertidum­bre que genera el culebrón del Brexit, con la salida de Reino Unido de la UE fechada ahora para el 31 de enero.

“Pese al mínimo incremento en el PIB del tercer trimestre, la economía alemana en su conjunto no presenta todavía síntomas de una recuperaci­ón significat­iva”, apuntó ayer Stefan Kooths, responsabl­e del departamen­to de prediccion­es del Instituto de Economía Mundial (IFW) de Kiel. Este año el crecimient­o será bien por debajo del registrado en el 2018, en el que el PIB subió el 1,5%. El Gobierno alemán prevé cerrar el 2019 con una modesta subida del 0,5%, y espera una reactivaci­ón del 1% en el año 2020.

La semana pasada, el consejo asesor de economista­s del Gobierno, conocido como el grupo de los cinco sabios, sentenció que “el auge ha terminado, pero de momento no es de esperar una recesión amplia y profunda”. En cualquier caso, los cinco sabios aconsejaro­n al Ejecutivo de gran coalición de conservado­res y socialdemó­cratas que preside la canciller Angela Merkel que, “en caso de una ralentizac­ión más pronunciad­a”, afloje la disciplina presupuest­aria.

Pero la democristi­ana Merkel los despachó diciendo: “Ustedes mismo dicen claramente, en todo caso yo así lo comprendo, que es importante tener un presupuest­o equilibrad­o y muchas inversione­s”. El anuncio el pasado septiembre de un paquete de medidas contra la crisis climática, con inversión pública por valor de 54.000 millones de euros, sería un ejemplo de cómo ven las cosas la canciller y el ministro de Finanzas, el socialdemó­crata Olaf Scholz, quienes armaron ese paquete de incentivos sin tocar el déficit cero de las arcas públicas.

La potente Federación de la Industria Alemana (BDI), que lleva meses emplazando al Estado a gastar más, aprovechó la semana pasada para pedir al Gobierno “un aumento de las inversione­s públicas”. En la primera economía de Europa, y cuarta del mundo, hay infraestru­cturas achacosas y la digitaliza­ción no acaba de generaliza­rse. También la nueva presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, lamentó el 30 de octubre, sin mentar a Alemania, que hay países “con excedentes presupuest­arios de modo crónico” que “no hacen los esfuerzos necesarios” para tirar del carro económico.

El consumo interior en Alemania se mantiene gracias a la solidez del mercado laboral, con una tasa de paro del 5% el pasado octubre, lo que vendría a ser casi pleno empleo, y que se aproxima a la media nacional más baja de Alemania desde la reunificac­ión del país en 1990. Pero está por ver cuánto tiempo ese consumo interior podrá seguir compensand­o la flojera en exportació­n e inversione­s. Según la Sociedad para la Investigac­ión del Consumo (GFK), el ánimo del consumidor alemán este noviembre es el más bajo registrado desde otoño del 2016.

“No tenemos una recesión técnica, pero las cifras de crecimient­o son aún muy débiles”, admite Altmaier

Las guerras comerciale­s de Trump y la incertidum­bre del Brexit siguen lastrando los negocios germanos

Los cinco sabios llamaron la semana pasada a gastar más si la ralentizac­ión sigue, pero Merkel lo descarta

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Locomotora. El enfriamien­to de la economía alemana, y en particular de su industria, ha desencaden­ado una gran preocupaci­ón en toda Europa, que pide a Merkel más gasto público
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VOLKER HARTMANN / GETTY

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