Y ahora, el bloqueo total
El jueves por la noche volvieron a arder contenedores en Barcelona. Y ayer por la mañana los CDR difundieron mensajes llamando a un “bloqueo total” de Barcelona para hoy. Su intención sería impedir la circulación de convoys ferroviarios en nueve estaciones barcelonesas, dejando la ciudad aislada para los usuarios de este medio de transporte.
La semana empezó con un corte de más de treinta horas de la autopista que une Francia y España, siguió con otros cortes de dicha vía a la altura de Salt y con actos de vandalismo en esta población. Desde hace casi tres semanas, la Gran Via de Barcelona está bloqueada en plaza Universitat por una acampada estudiantil. Desde hace un mes, cada tarde se bloquea la Meridiana a la altura de Sant Andreu, sin que ni los Mossos ni la Guàrdia Urbana, pese a ser perfectamente conscientes de ello y de las molestias que produce, hagan nada más que desviar el tráfico.
La sensación que se extiende entre buena parte de la ciudadanía es de asombro y de hartazgo. De asombro porque cuesta entender que las autoridades consientan estos desórdenes, cuya reiteración agrega a las incomodidades sufridas un plus de desdén y humillación. Y de hartazgo porque se hace difícil aceptar lo que es a todas luces inútil y reiterado, tanto para quienes lo sufren como para quienes lo propician.
Decimos que esta sucesión de bloqueos, que hoy afronta una nueva etapa, es inútil porque no beneficia a nadie. Nada bueno supone, obviamente, para quienes se ven atrapados horas y horas en un atasco y pierden lastimosamente su jornada laboral; o se ven privados de tomar un medio de transporte publico; o deben asistir a la quema de contenedores. Hay que subrayar, en este sentido, que no pocos ciudadanos afearon la noche del jueves su conducta a los alborotadores incendiarios, en un rasgo de civismo que les honra, pero que también podría haber derivado en enfrentamientos.
Esta sucesión de bloqueos no es ni siquiera buena para los independentistas. No va a aportar nuevos votos a su causa. Al contrario: parece más probable que algún votante independentista deje de serlo tras verse personalmente perjudicado por un bloqueo, camino de una gestión inaplazable o del hospital. ¿Puede permitírselo el independentismo cuando ya va a la baja? Un sondeo del Centre d’estudis d’opinió de la Generalitat reducía ayer a 41,9 el porcentaje de partidarios de la independencia, mientras el de contrarios subía al 48,8% de la población. La ventaja de estos últimos sobre los primeros es ahora de 6,9 puntos, 2,6 por encima de la encuesta de julio. Los bloqueos perjudican pues a los ciudadanos en general, que ven sacrificado su derecho a la movilidad de modo casi cotidiano por quienes ejercen a sus anchas, sin tasa, el derecho a la manifestación. Y acaso acaben restando apoyos al soberanismo que los aplaude. Sin embargo, no causan serios desperfectos al Estado, por más que se diga que tienen por objetivo denunciar ante el mundo la conducta del Estado español y, así, forzarle a negociar. Está por ver que eso vaya a suceder por tal causa. Pero está claro que los barceloneses –que de hecho son los que pagan las supuestas fechorías del Estado español– saben ya, tras un mes de desórdenes, de sus indeseados efectos.
Inasequible al desaliento, el Consell de la República que preside Carles Puigdemont invitó ayer a la ciudadanía a seguir movilizada “de manera permanente”. Es una invitación irritante para las víctimas de los desórdenes, por lo que tiene de respaldo a los que los propician. Es otro despropósito, que se suma a los anteriores, y que hoy sufrirán quienes, a falta de otros medios, deban usar el transporte ferroviario. Todo ello, ante la pasividad de las autoridades de la Generalitat y del Ayuntamiento, que son las que deberían evitarlo: una pasividad que ya puede ser considerada como incentivo indirecto para las protestas.
La reiteración de los desórdenes suma un plus de desdén y humillación a las incomodidades sufridas