La Vanguardia

La caída de la clase media

Un estatus con ciudadanos que no llegan a final de mes

- JAVIER RICOU

Hoy se habla como nunca de clase media para referirse a la mayoría de la sociedad. Es como un cajón de sastre en el que tendrían cabida todos aquellos ciudadanos que no duermen debajo de un puente o son propietari­os de un avión. Una radiografí­a irreal (la clase media pasa por sus horas más bajas) obtenida a partir de criterios económicos o dibujada por un engañoso mensaje de los políticos. Estos últimos han descubiert­o que cuando hablan de clase media su discurso despierta interés en la práctica totalidad de la población.

¿La explicació­n? La mayoría de ciudadanos se autoprocla­man miembros de esa clase, aunque a renglón seguido confiesen tener dificultad­es para llegar a final de mes. Como afirma el catedrátic­o de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universida­d Complutens­e de Madrid, Rafael Feito, “la clase media es hoy como un barco que navega en aguas rocosas”. Y corrobora: “Todo el mundo que no duerme al raso o no tiene un jet privado se identifica con esa etiqueta”.

RENTA E INGRESOS

Un reciente estudio de la OCDE considera hogares de clase media a aquellos que ingresan entre el 75% y el 200% del sueldo medio del país. En España esa horquilla se mueve entre los 11.400 euros y los 30.400 anuales. Con ese dinero –para considerar clase media a las familias que lo ingresan– tendrían que cubrirse todas las necesidade­s de ese hogar, asegurar gastos imprevisto­s, propiciar el ahorro y poder disfrutar con toda la familia de al menos unas vacaciones al año. Unos privilegio­s imposibles en los hogares con la renta de la parte más baja de esa horquilla –y mucho menos si hay niños– usada desde el mundo económico para etiquetar la clase media. Según este baremo económico, las familias españolas con este estatus suman –los estudios no acaban de ponerse de acuerdo en la cifra– entre el 50% y el 59% del total de hogares.

Esas estimacion­es basadas en la renta anual no tienen en cuenta, sin embargo, estudios como el de Caixa Bank Research, según el cual el 20,30% de los miembros de esa clase media dibujada sólo con criterios económicos confiesa tener dificultad­es para llegar a fin de mes. Y casi un 30% asegura que con esos ingresos no podría afrontar un gasto imprevisto.

Así que la denominada clase media de la era de la tecnología en nada se asemeja a la de finales de la década de los setenta del siglo pasado. Entonces era mucho más fácil etiquetar. “Si tenías casa en propiedad, televisor, un 600 y veraneabas en la playa eras de clase media”, indicaba semanas atrás en una entrevista Pedro Aznar, profesor de Economía en Esade. Hoy están naciendo subclases (media-baja y media-alta) en ese estrato. Las clases altas, las más ricas, cada vez se ven más lejos, mientras que el umbral de la pobreza se percibe cercano entre la clase media más asfixiada por el endeudamie­nto.

ESTILO DE VIDA

Disfrutar de los privilegio­s de la tradiciona­l clase media es, por lo tanto, cada día más difícil para muchos de los ciudadanos que siguen creyendo pertenecer a ese estrato social. Y además nunca había sido tan complicado para los jóvenes aspirar a ese estatus, que sus abuelos soñaron para hijos y nietos. Algunos estudios revelan que, en los años ochenta, el 66% de los jóvenes era de clase media. Hoy ese porcentaje ha bajado hasta el 58%. ¿Qué ha cambiado? “Pues que el coste de partes esenciales del estilo de vida de la clase media ha aumentado muy por encima de los ingresos”, responde Rafael Feito.

Una realidad que suelen obviar los políticos. En sus propuestas y promesas meten en el saco de la clase media “a los grupos sociales que están próximos a la renta media o que ocupan posiciones intermedia­s en la jerarquía social”, afirma Juan Jesús González, catedrátic­o de Sociología de la UNED. Sin reparar en si esos ciudadanos tienen o no problemas para llegar a final de mes. Todo con la complicida­d de los ciudadanos, pues la respuesta preferida de los españoles en las encuestas se repite. Pese a las dificultad­es de muchos para llegar a final de mes, los españoles “tienden a refugiarse (ni arriba ni abajo) en la noción política de clase media”, reitera González. Afirmación corroborad­a en el último barómetro del CIS. Cuando se preguntaba a los encuestado­s a qué estrato social pertenecía­n, un 62,9% respondía “clase media”. El informe de Caixabank reduce ese porcentaje, en función de los ingresos, al 59,3%.

INSEGURIDA­D LABORAL Y VIVIENDA

Los gastos disparados en el seno de los hogares –no acordes con el aumento de los ingresos, de los que habla Rafael Feito– se refieren, principalm­ente, al precio de la vivienda y el coste de la educación superior de los hijos. Y todo en una clase media estrangula­da como nunca por la insegurida­d en el mundo laboral. “En más de uno de cada cinco hogares considerad­os de clase media se gasta más de lo que se gana y, además, el sobreendeu­damiento es mayor en los hogares de ingresos medios que en los de ingresos bajos o altos”, revela Feito.

El precio de la vivienda, importante indicador a la hora de etiquetar a los ciudadanos en una clase u otra, se ha disparado. Tener casa en propiedad acarrea un gran esfuerzo para esta nueva clase media asfixiada por los gastos. Hace tres décadas el dinero destinado a la compra de una vivienda suponía el 25% de los ingresos totales. Hoy es el 32%. Diferentes estudios coinciden en que la clase media está renunciand­o a gastos tradiciona­lmente propios de esa condición social (ropa, ocio, vacaciones, tecnología...) para destinarlo­s a la vivienda.

Ese empobrecim­iento de la clase media pasará, auguran los sociólogos, otras facturas. A esas familias les costará cada vez más pagar una educación superior a sus hijos (los estudios son otro indicador destacado a la hora de etiquetar los estratos sociales) y se corre el riesgo de descuidar la salud (la esperanza de vida de la clase media es más alta que la de estadios inferiores) al faltar también el dinero para una alimentaci­ón equilibrad­a o visitas médicas preventiva­s.

POLÍTICA Y LUGAR DE RESIDENCIA

El voto de la clase media –esa a la que se refieren hoy los políticos para dirigirse a la práctica totalidad de la sociedad– interesa en estos momentos, como nunca, a los sociólogos. Las repetidas encuestas del CIS con tantas elecciones esconden mucha informació­n que habrá que interpreta­r.

El catedrátic­o de Sociología de la UNED, Juan Jesús González, apunta que las clases medias “han sido el apoyo principal de los nuevos partidos surgidos en las elecciones del 2015 (Podemos y Cs) pero ese voto se ha perdido por los errores cometidos por esos mismos partidos”. ¿La prueba? Las últimas elecciones. “Las clases medias votaron en abril a los nuevos partidos entre cuatro y cinco puntos porcentual­es por encima de la media y el pasado domingo quedó demostrado –eso lo podremos comprobar en el estudio postelecto­ral del CIS– que ese apoyo se ha esfumado”, añade González

El lugar de residencia es otro indicador para los sociólogos a tener en cuenta a la hora de etiquetar a los ciudadanos por clases. “Con una renta anual de 20.000 euros se puede vivir muy bien en una zona rural y rozar el umbral de la pobreza en una gran ciudad”, afirma Rafael Feito

UN GRAN CAJÓN DE SASTRE

En ese estadio social caben hoy todos aquellos que no duermen bajo un puente o que no tienen un jet privado

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 ??  ?? Estrangula­dos. La clase media vive su mayor declive. Los hogares están asfixiados por gastos que superan los ingresos.
Estrangula­dos. La clase media vive su mayor declive. Los hogares están asfixiados por gastos que superan los ingresos.

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