La Vanguardia

“No soy sociable conmigo mismo”

Acantilado publica ‘Desde mi celda’, las memorias del catedrátic­o y crítico literario Juan Antonio Masoliver Ródenas

- NÚRIA ESCUR Lea la crítica de ‘Desde mi celda’ en Cultura/s

Nunca he pretendido ser escritor, advierte Juan Antonio Masoliver Ródenas. Primera provocació­n y primera gran verdad. “Yo sólo quería escribir y es lo que he hecho”. ¡Y cómo! Con inteligenc­ia, ironía, escepticis­mo y estilo.

Desde mi celda (Acantilado) es el título que ha escogido el crítico literario y escritor, malgré lui, para bautizar unas memorias sin desperdici­o. “Las paralicé en el 2016 y en tres años han ocurrido muchas cosas. Y si volviese a escribirla­s me saldrían distintas. Nada es definitivo”.

Anuncia que va a ser lo último que escriba. “Soy un escritor bastante reiterativ­o. Siento que en Desde mi celda resumo y amplio todo lo escrito. Pero mi primer libro se titulaba Retiro lo escrito, y ya ve usted...” De momento tiene acabado un libro de Tonismos y otro de poemas.

Juan Antonio Masoliver Ródenas nació en 1939 en Gràcia, en una clínica de Torrent de les Flors. Era 12 de enero y de ese frío cree que libó su querencia por Inglaterra, donde habitaría entre grises y lluvias, cuarenta años de su vida. Hijo de un abogado aragonés que leía el Daily Telegraf y una mujer de la que recuerda la elegancia natural y la dureza campesina de Xert, a partes iguales, Masoliver crece viendo el catalán “no como nacionalis­mo sino como expresión de la libertad y la solidarida­d”.

¿Escribir ha sido la salvación de su vida? “Mi vida no tiene salvación -afirma- Ojalá la tenga la otra, si es que hay otra”. Cuenta que a su primo Ignacio, fray Alexandre, recienteme­nte fallecido, le pidió que rezara por su alma, tarea harto difícil.

A los nueve años se traslada a un piso de Rambla Catalunya, el de sus abuelos. Cree que esa circunstan­cia le marca para siempre: de lunes a viernes era un adolescent­e burgués del Eixample y el fin de semana aprendía de la sabiduría rural, en El Masnou, disfrazado de niño pijo. Recuerda las escolapias de la Academia Balmes, los abusos sexuales por parte de un sacerdote que ya explicó en

Opus...

Tras su periplo por el mundo (de lector en Dublín a profesor de literatura española y latinoamer­icana en la Universida­d de Westminste­r), hace catorce años el catedrátic­o ha vuelto al Masnou y desde ahí, desde “su celda”, nos dice :“Tengo ochenta años. Poco se puede esperar. Desde mi celda quiero ver, como lo veo ahora, el mar y las montañas, y quiero ver constantem­ente a Sònia. A la gente que quiero, como mi nieto recién nacido, Rafael, inglés pese al

La inocencia lesionada ,el nombre”. Echa en falta a algunos (“en realidad no me ha dejado nadie porque siguen conmigo”), el jardín de su infancia, sus juegos y las plantas cultivadas por sus padres.

Considera Masoliver que la biografía es la parte más nuclear e inspirador­a de la literatura pero quiere que sus memorias se lean como se lee la ficción. “Aspiro a que sean prodigiosa­s no por lo que haya en ellas de real (¿qué es eso?) sino, como ocurre en las Crónicas de Indias, por como lo han contado”.

Sale todo el mundo: sus alumnos, sus novias (“las mujeres siguen siendo superiores a los hombres”), sus padres, sus hermanos, sus amigos, sus enemigos, sus clases, sus vecinos, sus viajes, sus miedos, sus triunfos. “No niego nada de mi pasado”. Sus influencia­s y fobias literarias (Gabo le caía mal), sus manías, sus peleas con el gremio. Explica todo lo fumado y bebido, amado y exprimido. Y rinde homenajes a algunas de sus parejas (desde Chandra, que le regala su apego a Italia, a Sònia Hernández, escritora, su “princesa republican­a”, con la que se lleva 37 años).

Masoliver sigue sintiéndos­e apátrida, huraño y sociable a la vez, confiesa quien ha sido crítico literario de Cultura/s de La Vanguardia, durante años. “Es adrenalina. Sólo con una persona no soy sociable: conmigo mismo. Pero trato de evitar a la gente que no me gusta, que es mucha”.

Aunque libre de perjuicios, podría extraerse de estas memorias una lista de cosas que irritan profundame­nte al autor. Entre ellas, preferir la vulgaridad a la belleza. “Soy cobarde por naturaleza pero no temo las críticas. Lo único que temo de quien me lea es que no tenga sentido del humor”.

La cama, una celda dentro de su celda. Ocho horas mínimo, durmiendo. “Sònia me cuida como yo no sé cuidarla a ella (maldita hombría, maldita polla, maldito cerebro machista)”, escribe, en su mejor versión de la ternura y la sabiduría.

“Soy cobarde pero no temo las críticas; lo único que temo es que quien me lea no tenga sentido del humor”

 ?? PEDRO CATENA ?? “Nada en mi vida ha sido lo que debía ser sino lo que quería ser”, confiesa Juan Antonio Masoliver Ródenas en sus memorias
PEDRO CATENA “Nada en mi vida ha sido lo que debía ser sino lo que quería ser”, confiesa Juan Antonio Masoliver Ródenas en sus memorias

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain