La Vanguardia

¿Qué fue del Kronen?

- Llucia Ramis Barcelona

Con Historias del Kronen, José Ángel Mañas retrataba, a la vez que daba nombre, a toda una generación que, en lo literario, apuntalarí­an Lucía Etxebarria y Ray Loriga. Los que empezábamo­s a tontear con la escritura les imitábamos utilizando palabrotas, y narrando noches, bares y drogas que ni siquiera habíamos probado. Vivíamos una burbuja editorial; se trataba a los autores como a estrellas de rock; estar desfasado molaba. Corría el 1994, y una década antes, en plena movida madrileña, el alcalde Enrique Tierno Galván decía eso de: “El que no esté colocado, ¡que se coloque!”. Todo estaba bien, o tan mal que no importaba. Mercedes Fisteus tiene la edad que tenía Mañas cuando publicó el Kronen un año antes de nacer ella. Según él, también tiene las cosas más difíciles. Ella leyó la novela hace poco (aún vende unos 500 ejemplares anuales). Cuando la acabó, preguntó a sus padres si aquella época existió. No se lo creía.

Fisteus ha ganado el Ateneo Joven de Sevilla por Dentro de dos años, en la que inventa qué fue del juez principal que procesó a las brujas de Salem. Por su parte, Mañas ha obtenido el Ateneo de Sevilla por La última juerga, donde recupera a los protagonis­tas del Kronen un cuarto de siglo después. Ambos (sobre todo Mañas) hablan de sus libros respectivo­s, publicados por Algaida, durante una comida en el Salero. Él tiene un hijo que acaba de cumplir la mayoría de edad y al que le cuesta entender que, en los noventa, los jóvenes pasaran de votar. En el prólogo de Mañas, el autor se encuentra con el narrador para dejar claro que no son el mismo personaje. “En el espacio social –como las columnas de opinión–, debes responsabi­lizarte de lo que digas”, explica, “pero el arte, la creación, forman parte del espacio carnavales­co, donde estás construyen­do una ficción”. Considera que estamos perdiendo eso de vista, y que la literatura actual es políticame­nte correcta en exceso.

Fisteus reconoce que los milenials se ofenden con facilidad y creen que todo empezó con ellos. En su ficción histórica, ella habla de la tradición de las brujas como reflejo de las mujeres que, al utilizar la libertad o saltarse los cánones, merecen ser castigadas. En El coloquio de las

perras, Luna Miguel recupera el título con el que la portorriqu­eña Rosario Ferré analizó la misoginia literaria de los 90 (año en el que nació Miguel, década del Kronen). Asimismo reivindica a otras once “autoras hispanohab­lantes que fueron ninguneada­s, maltratada­s u olvidadas por el hecho de ser mujeres”, según la contra del libro, publicado por Capitán Swing. Lo presenta en la Laie, acompañada de las periodista­s culturales Leticia Blanco y Berta Gómez. Admiten haber sentido vergüenza por no conocer a la mayoría de las mencionada­s: Elena Garro, Pita Amor, Alcira Soust Scaffo, Agustina González, Aurora Bernárdez, María Emilia Cornejo, Gabriela Mistral, Eunice Odio, Marvel Moreno, Victoria Santa Cruz, Alejandra Pizarnik y la propia Ferré.

Sacan a colación un artículo (“escrito con rabia y enfado”, dice Gómez) en el que Alberto Olmos se pregunta dónde están las que faltan, por qué Miguel ha selecciona­do a estas autoras y no a otras, cuando Mistral es Nobel de literatura y Pizarnik no es anónima; hábil, recomienda Breve historia de la misoginia, de Anna Caballé (Ariel). Explican que Miguel no pretendía establecer un canon, y que “se ha salido libremente de los márgenes de la antología” para interactua­r con ellas. Lo hace mediante una carta tras cada aproximaci­ón, que liga intimidad y presente.

El periodista Jordi Nopca nació en 1983, y es el autor más joven que ha obtenido el Proa de novela. El más viejo también, porque lo estrena él. Lo hace con La teva ombra .La entrega se celebra en la Tàpies. Y durante el aperitivo, antes de anunciarse el ganador, se pasea entre los invitados, que creen que está haciendo la crónica. Y juega a eso, le pregunta a Rafel Nadal si lo ha ganado. Hay helado de foie, tartar de salmón, bombones de salmorejo y una cosa que parecen galletitas de chocolate, pero son crujientes de algas.

Carles Mundó, Joan B. Culla, Salvador Cardús y Enric Marín hablan con el presidente de Grup 62, Josep Ramoneda. También están la consellera Mariàngela Vilallonga y el teniente de alcalde Joan Subirats. Los cortes en la autopista han hecho peligrar que Joan Safont llegara a tiempo de un homenaje a Josep Pla en Figueres. Han venido Ada Castells, Enric Calpena, Eva Piquer, Jordi Puntí, Marta Carnicero, Màrius Serra, Montse Ayats, Josep Lluch, María Lynch, Lluís Morral, Mònica Martín, Emili Rosales, Gloria Gutiérrez, Glòria Gasch... incluso Ramon Solsona, que frecuenta poco este tipo de eventos.

A las nueve empieza la cena. Mi mesa es la de los mallorquin­es; están Melcior Comes y Sebastià Alzamora. Al final, algunos se llevarán las flores de centro. Hace unos meses, Nopca entrevistó públicamen­te a un Ray Loriga que aún actúa como en los tiempos del Kronen. Se diría que las generacion­es posteriore­s son más recatadas. Pero no se dejen engañar: Nopca es hijo de químicos, ha vivido rodeado de pastillas, y me consta que lleva un buen chute de Frenadol.

Mujeres olvidadas Berta Gómez, Luna Miguel y Leticia Blanco, en la presentaci­ón de El coloquio de las perras en la librería Laie.

La sombra del ganador Jordi Nopca, aquí en la librería Documenta, fue proclamado ganador del primer premio Proa de novela

Contigo empezó todo José Ángel Mañas, autor del mítico Historias del Kronen, una novela que marcó a una generación

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