La Vanguardia

Cuando se fue el miedo

Paula Badosa, que fue promesa del tenis, se recompone y reconduce su carrera

- Sergio Heredia

Detesto el tenis, lo odio con toda mi alma. Y aún así, sigo jugando

Andre Agassi, ‘Open’

Llega el miedo cuando eres muy joven, te subes a la cima del mundo, se abre un agujero bajo tus pies y te vas pozo abajo.

No sabes dónde está el fondo.

Paula Badosa (22) sintió ese miedo.

–Si se te mira desde fuera, la gente cree que eres muy afortunada al hacer lo que haces –me dice Paula Badosa.

–¿Y no lo es?

–Lo soy. Soy afortunada. Pero la presión... cuando no cumples las expectativ­as que te han marcado y que tú también te marcas, entonces te hundes.

–¿Y qué ocurre?

–En mi caso, la depresión. Pierdes las ganas de jugar al tenis. Aparecen miedos en el exterior que se trasladan a la pista. El tenis es mi vida. Lo juego desde que tenía siete años. No he dejado de pensar en él ni un día. La gente, y tú también, advierte que tu sueño no se está cumpliendo. Hay rabias y dudas. Crees que no eres quien pensabas que serías. Y a según qué edad...

(...)

En el 2015, Paula Badosa ganaba Roland Garros en la categoría júnior. Menuda carta de presentaci­ón: tenía 17 años.

Se había hecho leyenda.

O eso le hicieron creer.

–Todos pensamos que sería Top Ten mundial a los 18 años.

–¿Y qué pasó?

–Ni estaba preparada ni era consciente. Se me crearon unas expectativ­as irreales. Y entonces me perdí.

Paula Badosa me atiende al teléfono desde Budapest. Tiene jet lag. Acaba de volar desde Japón. Cuando acabe su concurso aquí, se irá a Luxemburgo.

Arrastra un esguince de tobillo. También arrastra la presión: la presión siempre está ahí. Necesita puntos para acabar el año en el top 100. Eso le ahorraría las fases previas de todos los Grand Slam del 2020.

Eso es dinero y oxígeno.

Nadie quiere caer en la previa. Cuando se publica este reportaje, han pasado tres semanas desde nuestra conversaci­ón. Paula Badosa ha alcanzado el objetivo. Cerrará el 2019 como la 95.ª del mundo. Sorteará las previas.

Pero qué agonía.

Volvemos atrás. Tras apuntarse el Roland Garros júnior, Paula Badosa alcanzaba la tercera ronda en Miami. Ya era la 180.ª. Sólo tenía

17 años. El mundo era suyo.

Y entonces se cayó.

Se cayó porque no crecía.

No pasaba de los torneos ITF, de segunda categoría. No se consolidab­a en la WTA. Acababa un año como la 314.ª (2016). O como la 247.ª (2017).

La 247.ª.

¿Pero no debía ser Top Ten...?

–No salía del agujero. Tuve que apartarme de las competicio­nes para mejorar fuera y ser feliz. Tenía depresión y ansiedad. Entonces busqué a Xavi Budó. Ocurrió hace algo más de un año. Y me cambió la vida. Ahora telefoneo a Xavi Budó.

Está en Budapest, junto a Paula Badosa. Ocupa la habitación contigua. Xavi Budó es un técnico muy importante en el ámbito del tenis femenino. Entrenó a Garbiñe Muguruza y a Carla Suárez.

–Durante algunos años, Paula tuvo una vida totalmente irreal. Y al final, el personaje se comió a la persona –dice Budó.

–¿En qué sentido?

–El entorno le creó unas expectativ­as y una presión equivocada­s. Cuando me llamó, vi que aquel juguete estaba roto. Tenía unas crisis de ansiedad bestiales. Más allá de ser tenista, se había olvidado de ser persona. –¿A qué se refiere?

–Le decían que era la nueva Sharápova española. Y se lo creyó.

–Eso es demasiado... –Cuando eres muy joven y tienes un éxito prematuro, tu entorno puede distorsion­ar tu percepción. Te preocupas por salir guapo en Instagram, te vuelves superficia­l. Y en el tenis, la profundida­d es decisiva. Con 18 años, Paula tenía un piso para ella sola. ¿Cuántos jóvenes de 35 años no lo han conseguido aún? Recibes 10.000 likes y crees que todos te apoyan. Es mentira: solo cien tenistas viven del tenis.

Cien en todo el mundo... –En los últimos tres años, Paula se había retirado en la mitad de sus torneos. Lo hacía por miedo a perder, aunque se parapetaba en las lesiones.

–¿Y bien?

–Cuando Paula vino a verme, en septiembre del 2018, me dijo que había perdido la ilusión. Y que el entorno había podido con ella. Ya no se veía como tenista. Me dijo que lloraba tres horas al día. Que no tenía ningún futuro en la vida. –¿Y qué hizo usted?

–La saqué de la pista. Le dije que no nos entrenaría­mos hasta que reordenara su escala de valores. Solo tenía veinte años, pero su autoestima estaba por los suelos. Para ella, si no llegaba a tenista de élite, la vida no tenía sentido. En la primera semana, nos íbamos a correr a la playa o a la montaña. Le dije: “Quiero que tu mirada y tu cara brillen”.

–¿Y brillan?

–En enero, en la gira en Australia, me dijo que se sentía rara porque llevaba muchos días sin llorar, de tanto como estaba disfrutand­o. Ahora es la cuarta del ranking español, lee, ayuda a niños sin recursos. Su visión va mucho más allá del tenis.

–¿Y hacia dónde va?

–Ahora empezamos a hablar de tenis.

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ANTONIO MELITA / EFE Paula Badosa conversand­o con Xavi Budó, en Palermo, en julio
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