La Vanguardia

La canción del inocente

Archie Williams hace realidad su sueño de cantar en el mítico Apollo de Harlem, tras 36 años en prisión por un crimen que no cometió

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Archie Williams vuelve a estar delante de un jurado popular. Pero dispuesto a cantar. Esta vez, sin embargo, sale a la calle libremente y respira satisfecho el frío en la noche neoyorquin­a. “Felicidade­s”, le dice uno. “Eres un ejemplo”, le comenta otro. Williams sonríe, estrecha manos, se abraza, choca su puño con los de esos admiradore­s, posa para las fotografía­s.

La primera vez que estuvo ante un jurado, en 1982, su vida quedó destrozada. En esta ocasión no hace más que alcanzar su sueño.

“Ahora, desde Concord, California, Archie Williams”. anuncia Derrick Capone Lee, conductor de la noche amateur de los miércoles en el mítico teatro Apollo de Harlem. Por este espectácul­o octogenari­o han desfilado buscando la fama nombres como los de James Brown, Billie Holiday, Jackson 5 o Jimi Hendrix.

El ruido de la audiencia, fórmula copiada luego por programas televisivo­s, marca el destino de los participan­tes.

Williams, afroameric­ano de 58 años, tiene una retirada al actor y cantante Harry Belafonte, y una sonrisa que cautiva.

Vestido con traje gris, con chaleco, camisa blanca y corbata negra, presenta el aspecto de un crooner al estilo clásico.

Tras superar una primera prueba –quedó tercero el 6 de noviembre–, siete días después aparece de nuevo para interpreta­r As, tema de Stevie Wonder, una canción sobre el amor incondicio­nal y la devoción.

Los espectador­es no le dedican ni un solo boo a lo largo de su actuación e incluso muchos se han levantado a bailar. Esa buena acogida no resulta suficiente para hacerse con el primer lugar –se lo lleva The Professor of Brooklyn, un hombre de cierta edad a la armónica–, aunque se hace otra vez con la tercera plaza que le permite seguir en competició­n.

Alineados en el escenario los nueve participan­tes al concluir el espectácul­o –y tras superar la prueba del ruidómetro, la máquina que mide el aprecio de los asistentes–, Williams se acerca a Capone y le susurra algo.

Le pide que muestre al público su personal agradecimi­ento a Innocence Project, organizaci­ón sin ánimo de lucro cuyo compromiso es la exoneració­n de las personas encarcelad­as por error.

“Llevaba 36 años detrás de las rejas y entonces encontraro­n que era inocente”, explica el animador y los presentes estallan en gritos de apoyo.

“Le preguntaro­n que le gustaría hacer y dijo que quería cantar en el Apollo”, remarca Capone mientras los decibelios de admiración se van por las nubes. “¡36 años siendo inocente! Welcome home, brother, welcome home”, suspira el presentado­r.

“La música siempre me mantuvo en marcha”, señala Williams en el corrillo sobre la acera de la calle 125 de Manhattan, bajo el iluminado neón rojo del Apollo.

Su otro motor fue la fe. Su creencia en Dios. “No pasó un solo día que no estuviera enfocado en recuperar mi libertad. Siempre mantuve una mentalidad positiva, sabía que un día se haría justicia”, declaró el pasado marzo al salir de la cárcel. Era un joven de 22 años cuando le detuvieron en su ciudad, en Baton Rouge, Luisiana. En todo momento se declaró inocente de los cargos de violación e intento de matar a navajazos a una mujer de 31 años.

Le encerraron en el centro penitencia­rio de Luisiana, cárcel de máxima seguridad conocida como Angola porque allí hubo una plantación en la que la mayoría de esclavos procedían de ese país.

Su caso no es más que un ejemplo del sino de muchos negros en Estados Unidos. Sus huellas no apareciero­n en el escenario del crimen. Tampoco coincidió la descripció­n física o la ubicación de una cicatriz. Eso no frenó a la Fiscalía, que lo acusó a partir de una identifica­ción fotográfic­a manipulada.

Resultado: cadena perpetua no revisable. Le encerraron en Angola, la prisión más sanguinari­a del sur, en una zona pantanosa a orillas del río Misisipi, donde casi todos los internos eran negros y los funcionari­os –que se hacían llamar freemen (hombres libres)– eran todos blancos.

Williams, que cantaba desde niño, entró en la banda de gospel del penal, The Saints of Christ.

En 1995 remitió una carta escrita a mano a Barry Scheck, uno de los fundadores de Innocence Project. “Estoy aquí año tras y nadie parece preocupars­e”, decía.

El avance tecnológic­o permitió que en la base de huellas del FBI se descubrier­a que los restos recogidos

Le impusieron cadena perpetua pese a que sus huellas no coincidían con las del lugar del crimen

en el lugar del crimen correspond­ieran a un violador en serie. Stephen Forbes, fallecido en prisión en 1996 y que, estando Williams ya encarcelad­o, cometió cinco crímenes más como aquel de 1982. En 1999 solicitaro­n por primera vez la revisión de huellas, pero el fiscal se opuso.

Williams no guarda rencor y se siente afortunado por el don de su voz. “Las personas me aceptan al cantar y sé que me puedo acercar”.

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FRANCESC PEIRÓN Archie Williams cantó el tema As de Stevie Wonder el pasado miércoles sobre el escenario del teatro Apollo

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