“La vía unilateral no es ganadora, hay que sumar”
Carles Mundó, exconseller de Justícia
Carles Mundó (Vic, 1976) vivió el juicio del 1-O desde la última fila del banco lo de los acusados. El tribunal limitó su condena a una multa y un año y ocho meses de inhabilitación por desobediencia. Ahora, explica su experiencia en el Tribunal Supremo en El referèndum inevitable. Del judici endavant (Pòrtic) donde fija las condiciones para hacer avanzar de nuevo al independentismo, también en Madrid.
¿Qué tiene que hacer ERC ante la investidura de Pedro Sánchez?
ERC puede tener un papel muy relevante a la hora de orientar la solución en una dirección o en otra. Entiendo que lo que hay que hacer es maximizar el valor político de los 13 diputados y ponerlos al servicio de las ideas que ERC defiende: recuperar la vía política para solucionar el conflicto que vive Catalunya con el Estado español, con el diálogo como bandera.
En el libro hace un relato muy personal del juicio, ¿cuál fue el peor momento?
Para mí, el momento más intenso es el del interrogatorio. Te sientas ante el Tribunal Supremo y afrontas las preguntas incisivas del fiscal Zaragoza. Es el momento para el que te has preparado porque sabes que te lo juegas todo. Pero todo son inquietudes cuando percibes que lo que se intenta no es aclarar la verdad sino apuntalar un relato basado en una violencia que no existió.
¿Y el momento más amargo del día de la sentencia?
Cuando escucho por la radio la relación de condenas y su dureza. Fue muy chocante que Dolors Bassa o Carme Forcadell acabasen siendo condenadas a 12 años de prisión...
¿La sentencia abre una nueva etapa política?
No tengo esa sensación. Lo que hace es confirmar que hay un conflicto sin resolver y que la vía judicial y penal no es útil para acercarnos a las soluciones políticas. En Catalunya hay, como mínimo, dos millones de personas que elección tras elección dicen que quieren dejar de formar parte del Estado español. Cualquier gobernante responsable, en lugar de utilizar la vía penal, utilizaría la vía política.
¿La dureza de la sentencia evita la autocrítica independentista?
Se ha hecho por parte de muchos actores independentistas. Bastante. Lo que no percibo en absoluto es ningún tipo de autocrítica en la respuesta que ha dado el Estado.
¿El “ho tornarem a fer” que adopta el presidente Torra no es insistir en los errores?
En todo caso, describe la posición del president. Pero como se ha visto no ha tenido una acogida entusiasta por parte de los partidos independentistas, empezando por el suyo. Hacer autocrítica de la experiencia política de octubre del 2017 es una cosa, y los discursos actuales no necesariamente están relacionados.
Plantea en el libro las dificultades de que haya un relato único del independentismo.
Hay coincidencia sobre el objetivo de la independencia. Lo que yo planteo es que tiene que haber una estrategia compartida y por eso también hace falta un diagnóstico compartido de cuáles son las fortalezas y las debilidades del independentismo hoy. Y ahora no lo tenemos. Si hacemos un paralelismo con un enfermo, uno cree que tiene un brazo roto y el otro que le falla un riñón. Así es muy complicado hacer un tratamiento coincidente.
Sí explicita que la vía unilateral no es la adecuada.
El debate sobre si se renuncia o no a la unilateralidad es absurdo. Lo pertinente es valorar si es una vía ganadora o no, y mi opinión es que no. Lo que fortalece el independentismo es la acumulación de fuerza electoral para conseguir aquello que hoy es imposible: acordar un referéndum. La presión de los resultados electorales, que el 48% de hoy sea mañana más del 50%, hará que el referéndum imposible sea inevitable.
¿La mayoría tiene que ser del 50% de los votos?
No tiene que ser puramente aritmética, sino en el conjunto del territorio. El independentismo va a dos velocidades. Hay una parte de Catalunya donde el independentismo ya ha ganado, con mayorías muy importantes e incluso es hegemónico; pero en el área metropolitana de Barcelona no ha ganado todavía. Me parece inimaginable que se pueda conseguir la independencia sin que en el área metropolitana haya una mayoría clara independentista.
¿Tener esta mayoría servirá de algo ante el Estado?
Seguro que no hay un automatismo, pero es una condición para ganar. Una de ellas.
¿Y mientras tanto?
Toca trabajar mucho y hacerlo con cierta moral de victoria. Mirado con perspectiva política, el proyecto independentista es ganador: es el carril central de la política catalana y condiciona de manera determinante la política española. Es cierto que todavía no ha ganado, pero hay que valorar todo el camino que se ha recorrido.
Al margen de la reivindicación, la crítica al Govern es que no gobierna.
Para avanzar se tiene que gobernar bien y que la ciudadanía, también la no independentista, reconozca las instituciones catalanas como instrumentos útiles. El independentismo tiene que tener un planteamiento transformador. En el ámbito municipal se ve muy claramente.
También está el problema de los liderazgos.
Los efectos de la represión son tangibles. Un objetivo confesado del gobierno de Rajoy era decapitar los liderazgos independentistas. Y reconstruirlos requiere tiempo.
¿Ayudaría a aclarar el panorama unas elecciones en Catalunya?
Las elecciones siempre son un instrumento para acumular fuerzas y no las podemos descartar. Si el Govern no aprueba unos presupuestos, me cuesta imaginar que no sea un motivo para convocarlas.
¿Le quedan ganas de volver a la política?
A corto plazo seguro que no. Pero tengo 43 años, y si alguien me pregunta qué haré en 15 años, no sé dedirle.