La nueva pantalla del independentismo
Una de las características de la crisis catalana durante los últimos diez años ha sido su avance desacompasado con los acontecimientos políticos en España. Tanto es así que en el lenguaje del procés hizo fortuna la expresión “pasar de pantalla”. El Govern de la Generalitat imprimía un ritmo rápido a las sucesivas reivindicaciones –el famoso “tenim pressa”–, mientras se evidenciaba la incapacidad de reacción del Ejecutivo central. A finales de julio pasado, cuando las opciones de un acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se extinguían, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, advertía: “Septiembre nos complica la vida a todos y el otoño no será un buen momento para hacer política, por motivos obvios”.
Ya entonces era conocido que la sentencia del procés se haría pública hacia mediados de octubre para evitar una prórroga de la prisión provisional y se daba por supuesta una condena. Los republicanos se habían decidido por la abstención a la investidura de Sánchez sin reclamar contrapartidas, como muestra de voluntad negociadora, y ya empezaban a recibir críticas de una parte del independentismo. En su ejecutiva de julio no fue fácil sacar adelante esa posición. Pese a las directrices de
Oriol Junqueras, las opiniones en la dirección de ERC estaban muy divididas.
Después de la sentencia, de las protestas en la calle que no cesan y de una campaña electoral en la que Sánchez ha marcado distancias con el independentismo, sin duda es más difícil para ERC facilitar la investidura del líder socialista. Y, sin embargo, un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos es el mejor escenario que podrían encontrarse los republicanos. Así que la dirección de Esquerra insiste en que la Moncloa les preste un asidero al que agarrarse para evitar que su abstención sea gratis. Porque además de los efectos de la sentencia, ERC tiene ante sí la prueba de fuego de las elecciones catalanas.
Esquerra se ha mantenido como fuerza más votada en unas elecciones generales en Catalunya, un puesto al que accedió en abril logrando un hito histórico. Pero ha perdido dos escaños y 150.000 votos. Si fuera sólo la irrupción de la CUP, los republicanos podrían asimilarlo, pero es que el rival de toda la vida, ahora bajo las siglas de
Jxcat, ha resistido más de lo que esperaban con un discurso radical y de bloqueo a la política española. Los movimientos del independentismo van a estar marcados por una cita electoral aún por señalar, pero inminente, y por el devenir de la situación procesal de Carles Puigdemont.
La política catalana está a punto de entrar en unos meses de vértigo. Para empezar, el president Quim Torra va a juicio mañana y es probable que sea condenado en un par de meses a más tardar e inhabilitado, ya que se declaró él mismo culpable de desobedecer a la Junta Electoral cuando le pidió que retirara el cartel de los presos del Palau de la Generalitat. En estos momentos, Torra no tiene intención de recurrir, así que accedería a la presidencia de manera interina el número dos del Govern,
de ERC. Pero en un plazo de diez días se debería someter a votación del Parlament una candidatura a la presidencia. De no prosperar, en dos meses hay elecciones.
En paralelo, Junqueras está pendiente de conocer si el Tribunal de Justicia de la UE dictamina que tenía derecho a la inmunidad como eurodiputado electo. En el Tribunal Supremo lo ven poco probable, pero si se produjera creen que no alteraría la situación de Junqueras porque existe una circunstancia sobrevenida, como es su condena a inhabilitación para cargo público. Pero sí podría verse beneficiado Puigdemont, que no ha sido juzgado aún. El expresident puede poner de nuevo sobre la mesa a ERC su investidura al frente del Govern, dado que además no se pide su extradición por rebelión –que implica su suspensión como diputado–, sino por sedición. Puigdemont no le ha perdonado a ERC que se negara a investirle a distancia para evitar más procesamientos judiciales a dirigentes republicanos. La pugna entre las dos fuerzas independentistas puede agriarse aún más.
Cuando un gobierno de Sánchez e Iglesias podría abrir una segunda operación desinflamatoria en Catalunya que fuera más allá del tímido primer intento del PSOE, el independentismo está en otra pantalla. La de ajustar algunas cuentas pendientes y hacer su particular digestión de los acontecimientos de otoño del 2017.
Cuando podría formarse el gobierno de izquierdas que más convendría al independentismo para dialogar, este se encuentra en puertas de elecciones catalanas. Los próximos meses dirimirán otra pugna entre Puigdemont y Junqueras.