La Vanguardia

Desacelera­ción no es recesión

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La economía española debe prepararse para afrontar la desacelera­ción que viene. Este año el crecimient­o del producto interior bruto quedará en torno al 2%, frente al 2,6% del ejercicio anterior. En el 2020 lo hará alrededor del 1,5%, menos de la mitad del que registraba en las épocas de máxima recuperaci­ón. Esto comporta la reducción del ritmo de creación de empleo, un menor consumo, la moderación de los ingresos fiscales y, en consecuenc­ia, un menor margen de maniobra para la mejora de las políticas sociales.

El escenario económico que viene supone un cambio de ciclo hacia un crecimient­o más moderado, en línea con la debilidad que registra la zona euro en su conjunto, especialme­nte Alemania, pero en principio está lejos de la recesión que algunos pronostica­n. Los mensajes apocalípti­cos que se lanzan desde las formacione­s políticas de la derecha, ante un eventual gobierno de izquierdas, en nada ayudan al clima de confianza que necesita la economía para sostener la demanda interna, ya que debilitan las decisiones de gasto y de inversión de consumidor­es y empresas.

La gestión de la política económica y social en la nueva etapa, sin embargo, exige más rigor, más prudencia y más eficacia de la que se puede hacer en épocas de expansión. El futuro, pues, dependerá en gran parte del acierto en las medidas y decisiones que adopte el nuevo gobierno de coalición con Unidas Podemos que intenta formar Pedro Sánchez en la confianza de que logrará salir airoso de la investidur­a. El hecho de que al frente de la vicepresid­encia económica se sitúe la actual ministra de Economía, Nadia Calviño, es una garantía de que la política económica se mantendrá en la línea de ortodoxia correcta, tal como así lo ha entendido la propia Comisión Europea.

La desacelera­ción económica se produce por el impacto de las tensiones comerciale­s internacio­nales y del menor crecimient­o mundial en el descenso de las exportacio­nes y en un menor impulso de la demanda interna, ya que las empresas han reducido sus inversione­s y los consumidor­es han limitado sus gastos para ahorrar más. Eso, a su vez, se traduce en un menor ritmo de creación de empleo. Pese a todo, según las previsione­s, se generarán 500.000 nuevos puestos de trabajo en los próximos dos años. La cifra es importante pero es la mitad de la que se creaba hasta ahora. Está previsto que la tasa de paro se reduzca, en ese período, del 14% actual hasta el 12%.

La economía española, si no se cometen errores en la política económica, está preparada para hacer frente a este nuevo escenario de desacelera­ción. La continuida­d de la creación de empleo, aunque sea inferior a la que se registraba hasta ahora, es fundamenta­l para el sostenimie­nto de la demanda interna, que seguirá siendo el motor de la economía. También lo es la recuperaci­ón que registran los aumentos salariales.

Otros puntos fuertes de la economía española en este proceso son el superávit que registra la balanza por cuenta corriente, que garantiza una menor dependenci­a del capital exterior; la importante reducción del endeudamie­nto de familias y empresas; la baja inflación, y la liquidez y elevada capitaliza­ción del sector financiero, así como la competitiv­idad de sus empresas.

La política monetaria expansiva que mantiene el BCE , junto a los bajos tipos de interés, garantiza una financiaci­ón suficiente y el sostenimie­nto del elevado endeudamie­nto público del país a un coste asumible. Habría que evitar, sin embargo, que el déficit público se disparase. En paralelo, las incertidum­bres internacio­nales parecen reducirse con el acercamien­to comercial entre Estados Unidos y China, el alejamient­o de un Brexit duro y la ligera mejora de perspectiv­as de la economía alemana.

La clave en esta nueva etapa que afronta la economía española está en mantener una política económica ortodoxa, no cometer errores que lesionen la confianza de los agentes económicos y afrontar adecuadame­nte, y con los consensos más amplios posibles, los retos y las reformas pendientes.

La economía española

debe prepararse para una etapa de menor crecimient­o económico

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