La Vanguardia

Sea usted un juguete sexual

- Joaquín Luna

La otra noche me reí mucho con un camarada divorciado que venía de cerrar el trato del siglo: una mujer atractiva le había sugerido una relación “de amigos”, con fines ulteriores y exenta de compromiso­s. –¿Y te lo has creído?

El timo de la amiga sexual está en auge gracias a la teoría al uso de que las mujeres se han vuelto desacomple­jadas como los hombres, las gastan como los hombres y se visten y piden un taxi con la rapidez de los hombres.

A diferencia de los timadores, las mujeres que proponen esta relación despreocup­ada son honradas y no pretenden engañar a nadie. –Podemos pasarlo bien juntos... La propuesta promete, seduce y capta la atención del hombre libre, que procura aclarar la letra pequeña: ¿hay sexo? ¡Y sin obligacion­es!

El asunto parece quedar exento de malentendi­dos, por lo que nuestro campeón del peso welter da vivas a la igualdad que, mira por donde, le va a permitir compartir alegrías a bajo coste, como viajar en el mismo avión que los casados a 9,99 euros el billete a París sin necesidad de facturar equipaje ni desfilar por una ermita románica.

La relación discontinu­a empieza bien, pero suele descarrila­r porque el muy suyo, en lugar de sacar dos entradas para el teatro el viernes, se toma lo de la amistad a la manera masculina, exenta de llamadas para ver qué tal o qué es de tu vida, dudas que zanja con una comilona.

–Hace un mes que no sé nada de ti, ¿tanto cuesta decir hola?

Un mes pasa volando, y volando llega el primer toque de atención, al que sigue el segundo.

El hombre optimista empieza a experiment­ar sensación de culpabilid­ad porque tiene hábitos muy suyos –la filatelia, el dominó por parejas o la caza menor– y no pretende compartirl­os por respeto a los espacios de cada cual.

El asunto puede torcerse a la que asoma un puente. Hay puentes que duran 96 horas y 36 minutos.

–¿No te apetece una escapada a un hotel de montaña con encanto?

La letra pequeña se viene arriba aunque nadie recuerda cláusula alguna sobre semejante apetencias, populares entre parejas sin hijos.

El optimista empieza a barruntar que el sexo libre excluye el libertinaj­e y pasa por estrenos, dejarse ver y la eventual asistencia como testigo a un almuerzo de Navidad y así le pones cara a la familia (¡por algo se le llama “política”!). Y como no es no, le tratan de egoísta.

El sexo libre termina por incluir teatro, dejarse ver y asistir a una comida navideña

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