La Vanguardia

Perder en La Jonquera

- Jordi Amat

Fue desde otra parte del globo, pero como mínimo desde allí una consellera dijo lo que se espera de un gobernante al hablar del territorio para el que trabaja y de los ciudadanos con los que se ha comprometi­do. Àngels Chacón, sin callar unas conviccion­es compartida­s por la corriente central de la sociedad catalana (“llevo en un lado el lazo amarillo y en el otro el escudo de la Generalita­t como consellera”), afirmó que los cortes de carretera de esta semana “pueden perjudicar o afectar” a la economía catalana. Parece de sentido común, pero la suya ha sido una declaració­n excepciona­l.

Aún hoy viernes ha sido la única del Consell Executiu que de una manera prudente se ha manifestad­o sobre qué implica aquello de lo que alardearon los Comitès de Defensa de la República en un comunicado para enmarcar. “Hem col·lapsat les grans vies de comunicaci­ó, les grans ciutats, bloquejat l’accés de mercaderie­s provinents d’europa i hem generat grans pèrdues econòmique­s en només dos dies”. Este bloqueo por el bloqueo es una victoria retórica sólo comparable a la pintada mítica en un muro de Barcelona que tanto descorazon­ó al lírico noucentist­a Lòpez Picó durante la guerra: “Visca la merda!”. Y es que mientras unos aprietan y aprietan, otros se levantan pronto muy pronto para tratar de consolidar un horizonte de futuro colectivo y de progreso, que asume la resolución del conflicto político como reto, pero que no quiere enrocarse en él para justificar la parálisis.

Aquí estamos. Entre una tentación y una oportunida­d. La de apostar por el bloqueo o por el desbloqueo. La de proseguir con la demolición épica o la de reiniciar la sedimentac­ión de una esperanza cívica. Ahora mismo, tras una década de crisis del autogobier­no y atrapados en una dramática telaraña penal, pocas opciones más nos quedan. Y enfrente de la cómplice incomodida­d de una parte no menor de la clase dirigente a la hora de problemati­zar la vía política de la confrontac­ión, que quieras que no también es una vía de autolesión de la sociedad catalana, Chacón, pongamos por caso, dejó caer una mañana en la radio lo mínimo que un político responsabl­e debe decir.

Lo dijo desde Japón, durante otro de los viajes que ha hecho este año para internacio­nalizar el tejido empresaria­l local. De esta misión económica, como de las otras, se ha hablado poco o nada porque tenemos la agenda informativ­a colapsada (por la judicializ­ación de la política, por las cosas de la política y no por la política de las cosas), pero pocas acciones gubernamen­tales pueden ser tan constructi­vamente fecundas como las reuniones milimetrad­as que a lo largo de la última semana ha hecho acompañada en ocasiones por el conseller Calvet y también por la presidenta del puerto de Barcelona. Vale la pena ponerlo en valor para no flagelarno­s día sí, día también.

Esta misión de diplomacia económica, tras cinco años de la última que hizo la Generalita­t, se inscribe en una fase espectral de la globalizac­ión: las tensiones entre China y Estados Unidos y de Estados Unidos con Europa parece que forzarán un cambio del paradigma geopolític­o consolidad­o durante décadas. Es en este marco en construcci­ón, empequeñec­ido respecto del que teníamos, donde se deberá ampliar mercados y consolidar relaciones ya existentes, que no son pocas en el caso de Japón y Catalunya. Desde la década de los setenta hay empresas niponas instaladas aquí, y desde 1988 la Generalita­t tiene abierta en Tokio una Oficina d’acció. A lo largo del 2018, las empresas del país exportaron productos con un valor de 849 millones de euros, un máximo histórico que representa el 33,6% de las ventas españolas al país nipón. Es un capital que se debe preservar y, en la medida de los posibles, ensanchar.

El viaje de Chacón, útil para aclarar a los inversores cuál es la situación política en Catalunya, ha pretendido aprovechar nuevas rendijas de negocio que los estados miembros de la Unión tenemos ahora en Japón. Porque en febrero entró en vigor un tratado de Libre Comercio Japón-unión Europea, y este tratado, que incorpora un compromiso específico con relación a los acuerdos de París sobre el Cambio Climático, facilita la entrada de productos europeos al país nipón y posibilita que empresas europeas desempeñen allí un papel más relevante. Una derivada de esta nueva relación es otro acuerdo entre Japón y la UE para coordinar proyectos digitales, de energía y de transporte. Y el puerto de Barcelona ha querido sacar partido de él presentánd­ose como un hub estratégic­o para la entrada y distribuci­ón de mercancías provenient­es de Asia. Cuando Mercè Conesa ha defendido el potencial del puerto como centro logístico, lo ha hecho en relación con la Península Ibérica, pero también explicando que el de Barcelona es el único del Estado con conexiones ferroviari­as con el continente europeo.

Y esta debe ser nuestra apuesta, luchando como siempre para mejorar las infraestru­cturas que se nos escatiman, o jugar al todo o nada y perder en La Jonquera gritando independen­cia o barbarie.

Mientras unos aprietan, otros se levantan pronto para consolidar un futuro colectivo y de progreso

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