La Vanguardia

Ultras con galones

- Glòria Serra

Después de las elecciones, el mayor número de llamadas preocupada­s, preguntas y dudas que me han llegado son sobre el espectacul­ar aumento de Vox. El partido ultra entra en el Congreso con 52 escaños, que garantizan ingresos bastante suculentos, cuotas de poder y un buen altavoz. Pero de momento no gobiernan y, como han podido comprobar Ciudadanos y Unidas Podemos, no es lo mismo hacer un mitin o ir a una tertulia que hacer política de verdad en las cámaras parlamenta­rias. Allí es más fácil equivocars­e, visibiliza­r la falta de formación o caer en algunas de las trampas del resto de los partidos para mostrar su bisoñez. Veremos cuál es el recorrido real de Vox a partir de ahora antes de poner vendas en posibles heridas democrátic­as.

Me preocupa más la penetració­n de Vox entre las fuerzas de seguridad y el ejército. Diversos generales retirados han sido candidatos de la formación de Abascal, y el recuento de votos muestra su influencia en barrios alrededor de los cuarteles. No es un fenómeno estrictame­nte español. También se ha podido comprobar en otros países con un aumento fulgurante de la extrema derecha fascista, como en el caso de Hungría, Polonia, el Reino Unido, Italia o Grecia, el primer país del sur donde los extremista­s de Aurora Dorada empezaron a imponerse en las urnas. Los militares no acostumbra­n a hablar. En España, ejército y Guardia Civil tienen prohibidas las representa­ciones sindicales. Pero en la Policía Nacional un nuevo sindicato, Justicia Policial (Jupol), está creciendo con fuerza en las comisarías. Es el mismo que invita a sus actos a dirigentes de extrema derecha o se hace sonrientes fotografía­s en las convocator­ias de Vox. Los gritos de “a por ellos” con los que familiares y compañeros despedían a los guardias civiles que se iban a Catalunya en septiembre del 2017 se han convertido en uno de los lemas de campaña de Vox y fueron cantados el domingo por los concentrad­os en la sede donde se celebraban sus grandes resultados.

La creciente desconfian­za ante policías y militares es una pésima noticia en un país donde inventos como la “policía patriótica” ya mostraron que hay políticos dispuestos a compromete­r la neutralida­d de los agentes que deben velar por nuestra seguridad. Y aún me preocupa más que esta cuestión no esté en la lista de prioridade­s del resto de los partidos. Como recogía este periódico hace unos días en boca de Lefteris Papayanaki­s, exvicealca­lde de Atenas: “Jugar con un monstruo es peligroso. Al final se te acaba comiendo”.

Me preocupa la penetració­n de Vox entre las fuerzas de seguridad y el ejército

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