La Vanguardia

Empoderars­e, lo justo

- Norbert Bilbeny

Otra nueva palabra en el acervo popular: empoderars­e. Las palabras se usan, se quedan y se van. Pero puede que empoderars­e se quede más, porque tiene significad­o y sentido. Empoderami­ento es un anglicismo –como implementa­ción, marginaliz­ación o gobernanza– que en su caso proviene de la Conferenci­a Mundial sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995.

Se dijo con tal palabra que ellas han de reivindica­r su dignidad, facultades y derechos para ejercer las capacidade­s de representa­ción, participac­ión y toma de decisiones, tanto en lo privado como en lo público, y que les correspond­en como a todo ser humano adulto y con uso de razón. Empoderars­e, dada la injusta situación aún de la mujer, es un término, pues, con pleno significad­o y sentido.

Vale decir que es una palabra que ha traspasado a otros ámbitos distintos del feminista. Se habla del empoderami­ento de los empleados y de la ciudadanía en general para su reconocimi­ento y derechos en cuestiones como la salud, la educación o la misma participac­ión política. En el ámbito empresaria­l, del que surgen tantos anglicismo­s, el empoderami­ento se asocia con el emprendimi­ento y el liderazgo. Pero a todo esto cabe preguntars­e: “¿Y una vez empoderado­s, qué?”. Porque el uso del poder no siempre es bueno cuando uno manda sobre otro, y el poder en sí mismo, sea de un individuo, un grupo o una institució­n, es algo éticamente discutible. Lo que el poder conlleva es un peligro: el de querer tener uno ventajas sobre otro.

Hay un camino largo del empoderami­ento al poder, pero otro muy corto del poder al engreimien­to y la prepotenci­a. Muchos entienden el poder como un sacar ventaja sobre los demás. Cuando se tiene poder y se manda sobre otro, como vemos en el poder político, a menudo el individuo no actúa como es, sino como quiere ser, o peor, como cree que es, y por eso la clase política es hoy una colección de tipos arrogantes incapaces de escuchar y de llegar a acuerdos. Quieren su poder, no cambiar el poder.

El poder nos cambia cuando va más allá del tener unas capacidade­s y unos derechos garantizad­os. ¿Y a quién le gusta que le manden? ¿Quiere uno un compañero de trabajo, o de cama, con poder? Poder, pues, el justo, y lo justo. No menos que el que nos da el derecho, no más que el que nos pide la justicia. Nadie es más que nadie.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain