La Vanguardia

De Pedralbes a Torre Baró

- Ramon Suñé

No es precisamen­te Barcelona uno de los municipios catalanes en los que Vox obtuvo sus mejores resultados en la jornada triunfal de la formación neofranqui­sta del pasado domingo. El partido de ultraderec­ha, a pesar de mejorar en dos puntos sus registros del 28 de abril, cosechó sólo el 5,3% de los votos emitidos en esta ciudad, un porcentaje ligerament­e inferior al 6,3% del conjunto de Catalunya y a una distancia sideral del 15% del global español. No obstante, en 12 de los 73 barrios, superó la barrera del 9%, con puntas en el tercero con menos renta per cápita de Barcelona, Torre Baró (12,9%), y en el más rico, Pedralbes (12,5%). Y aún hay más, entre los otros barrios con mayor proporción de votantes de Vox figuran dos de los más bienestant­es (Les Tres Torres y Sant Gervasi-galvany) y siete de los más pobres (Canyelles, Roquetes, Vallbona, Trinitat Vella, Ciutat Meridiana, Baró de Viver, La Marina del Prat Vermell y El Besòs y el Maresme).

No es este un caso excepciona­l. De hecho, en muchos países la ultraderec­ha se alimenta casi hasta el empacho del voto de los barrios “obreros” (¿en una sociedad postindust­rial y tan terciariza­da no va siendo ya hora de aparcar expresione­s como “barrios obreros” o “cinturón rojo”?) y se toma la copa y el puro y se echa unas risas en las grandes mansiones. Y ahora, en España, pero también en Catalunya y en

Vox obtiene sus mejores resultados en Barcelona en el barrio más rico y en el tercero más pobre

Barcelona, esa delirante convergenc­ia entre dos mundos opuestos que nunca llegarán a conocerse es ya una realidad.

El comportami­ento electoral en zonas como Torre Baró es de extremos, y no sólo por esa sorprenden­te (o no) coincidenc­ia con Pedralbes. La carcunda política se hace hueco en un barrio con muchas carencias, donde ha habido inversión pública, aunque a la vista de los resultados no la suficiente. Un barrio que creció en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado bajo los inhumanos parámetros del urbanismo de una época y un régimen resucitado cuando, equivocada mente, lo creíamos sepultado. Una área urbana que fue incluida en el extinto y añorado plan de barrios de la Generalita­t (en el 2006, junto a la vecina Ciutat Meridiana) y también en la réplica local de esa iniciativa que puso en marcha la alcaldesa Colau durante el pasado mandato. Un lugar que, a pesar de todo, sigue siendo mayoritari­amente de izquierdas y donde la suma de socialista­s y comunes alcanza el 52,5% de los votos (4,1 puntos menos que en las generales de abril) y el independen­tismo a duras penas supera el 16%, aunque experiment­a una subida de casi 5 puntos respecto a hace seis meses. Es un síntoma más de ese vértigo permanente que padecemos desde hace un tiempo y que hace posible que un partido que aspiraba a ser de gobierno en España y que hace menos de dos años ganaba unas elecciones (las últimas autonómica­s) en Catalunya, en Barcelona y también en Torre Baró (aquí, con casi el 40% de los votos y dejando a los socialista­s a 20 puntos) haya quedado prácticame­nte borrado del mapa.

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