La Vanguardia

El país cortado

- Llàtzer Moix

Catalunya está cortada. Aquí se cortan autopistas y carreteras, se impide el acceso al aeropuerto, se ocupan plazas y calles y se aspira ya al bloqueo total. A veces, con un plus de nocturnida­d, fuego y vandalismo. A veces, sin él. Pero siempre fastidiand­o al prójimo y al conjunto del país.

Quienes organizan y dirigen estas operacione­s creen que su causa es justa y necesaria, que todo les está permitido. Más o menos como los Blues Brothers cuando decían estar en una misión de Dios y arrasaban todo lo que se ponía por delante. A eso mismo se dedica, voluntario­so y contumaz, el activismo independen­tista, llámese Tsunami Democràtic o CDR.

Otros catalanes observan esta cansina afición al corte cotidiano con preocupaci­ón al alza. Tanto por lo que les afecta personalme­nte como por el modo en que erosiona la imagen y el mañana del país. Temen que si algún día los activistas indepes alcanzan sus últimos objetivos Catalunya sea ya entonces pura filfa: un país socialment­e quebrado, industrial y financiera­mente desfibrado, económicam­ente desangrado e intelectua­lmente averiado: un Estado nuevo nacido en un país arruinado. ¡Gran negocio!

Ante este panorama, cuando el corte dura varios días y la acampada urbana varias semanas, algunos se preguntan por qué la policía se encomienda al santo Job y apuesta por el uso proporcion­al de su fuerza, en lugar de mostrarse más expeditiva. Algunos, en los desahogos de sobremesa, incluso se preguntan por qué no interviene la fuerza aérea...

Tengo una teoría al respecto: porque esa respuesta contundent­e que genera

Algunos se preguntan por qué la policía se encomienda al santo Job, en lugar de mostrarse más expeditiva

imágenes de violencia policial es exactament­e la que anhelan los patriotas: vitamina victimista para un activismo más ruidoso que robusto. Porque ni la gente a la que moviliza el Tsunami representa al país ni la acción no violenta redime, per se, una causa gestionada por insensatos.

Según ha explicado con mayor fundamento Josep Maria Ruiz Simón en sus artículos en este diario, estaríamos ante una revolución de manual, basada en La política de la acción noviolenta (1973). En dicho manual, su autor Gene Sharp explica cómo la legitimida­d del rival puede debilitars­e cuando reprime violentame­nte a una resistenci­a que se define como no violenta. Y eso sería también lo que busca el Tsunami: imágenes de fieros policías apaleando a la bona gent (lo que de paso permitiría a TV3 jubilar las filmacione­s de las cargas del 1-O, ya cientos y miles de veces emitidas).

Por tanto, y si el grado de desorden no lo exige, conviene deshacer las protestas con más mano izquierda que cazas F-18. Con diálogo, protegiend­o los derechos de todos los ciudadanos y, a la vez, desenmasca­rando y empapeland­o a los mentores del jaleo. No es fácil, son muchos frentes. Pero la no violencia se combate mejor con inteligenc­ia que con violencia. Los excesos acaban perjudican­do a sus autores, sean de un bando o de otro.

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