No podréis escapar del futuro
Si los tahúres que se ganaban la vida haciendo trampas al póquer en el salvaje oeste hubieran sabido que sus fechorías quedarían grabadas y que les perseguirían hasta el fin del mundo para acabar con ellos, tal vez se lo hubieran pensado dos veces antes de sacarse aquellos ases de la manga.
Esto es exactamente lo que pretende la prueba de sangre seca que el Comité Olímpico Internacional (COI) quiere introducir en los Juegos de
Tokio 2020. “No importa que el test aún no esté aprobado. Lo que importa es que estaréis vigilados”, les está diciendo el COI a deportistas y preparadores físicos. “Tenemos vuestra sangre y, aunque no podamos analizarla ahora, lo haremos en el futuro”. Han acabado los viejos tiempos de toma la medalla y corre. Aquellos tiempos en que, “si no os pillábamos en el acto, os quedabais con el botín de oro y la gloria de los héroes”.
Como los tres oros, la plata y los dos inverosímiles récords del mundo de Florence Griffith, que se retiró “en cuanto dijimos que haríamos pruebas de dopaje al azar fuera del periodo competición”. Como los bochornosos éxitos de la Alemania del Este, con sus 203 medallas de oro olímpicas en 32 años. Como las triquiñuelas de los deportistas de élite presuntamente asmáticos.
Todo esto ha terminado. “Tenemos un arma de disuasión masiva. Si os habéis dopado, lo sabremos. Si habéis conseguido títulos o récords con engaños, os desposeeremos de ellos. Si habéis firmado contratos para anunciar zapatillas o lencería fina, los perderéis. Nadie pagará por vuestra imagen cuando vuestra imagen esté manchada. Os quedaréis sin nada. Porque la integridad vale más que la victoria”.
Pero el COI sabe que la prueba de sangre seca no será el fin del dopaje. Por ahora sólo podrá detectar si un deportista se ha inyectado EPO o ha recibido una transfusión. Pero no será capaz de detectar las estrategias de dopaje que no dejen rastro en la sangre. Como el dopaje genético, que aún nadie aplica –que se sepa– y que aspira a modificar el ADN de algunas células para que rindan más.
La prueba de sangre seca no será el fin del dopaje, pero tiene poder de disuasión