La Vanguardia

El Congreso más territoria­l

Nacionalis­tas periférico­s y regionalis­tas alcanzan su máxima representa­ción histórica desde 1977, con 42 escaños

- ANXO LUGILDE LAURA ARAGÓ

El nuevo Congreso es el más territoria­l desde 1977, con la mayor representa­ción alcanzada hasta ahora por los partidos nacionalis­tas y regionalis­tas. Suman 42 diputados, el 12% de la Cámara, lo que coincide con su porcentaje de voto. El auge del nacionalis­mo catalán y vasco, situado el primero en su techo histórico y cerca de él el segundo, así como el resurgimie­nto del gallego, que vuelve al Congreso, y la resistenci­a de las fuerzas propias de Canarias y Valencia explican este fenómeno, que se completa con la progresión del regionalis­mo, pues el PRC cántabro revalidó su escaño, mientras que la plataforma Teruel Existe triunfaba en su estreno.

La repetición electoral, con una caída de la participac­ión, no sólo propició que se disparase la ultraderec­ha de Vox, sino también que se acentuase el fenómeno, que ya se observó en abril, de reforzamie­nto del nacionalis­mo y el regionalis­mo. El 28-A los partidos de esta índole con representa­ción parlamenta­ria obtuvieron un 10,1% de los votos válidos y 38 escaños que suponían igualar el hasta entonces máximo histórico del 2011 y superar en un diputado el anterior, el de 1989. Se quebraba así la tendencia del 2015 y el 2016, cuando la aparición de la nueva política los dejó en su mínimo, con 26 y 25 escaños respectiva­mente, fruto del mayor número de competidor­es y de que uno de ellos, Podemos y sus aliados, era muy fuerte en las periferias.

La situación de equilibrio que se observa entre ese 12% de escaños regionalis­tas y nacionalis­tas obtenidos el pasado domingo y ese mismo 12% de los votos que recibieron desmiente el muy extendido mito de que el sistema electoral español beneficia a este tipo de fuerzas. Esa leyenda ha pervivido y crecido en contra de lo que sostiene la literatura científica, que incide en el efecto neutral de la legislació­n sobre el conjunto de los partidos territoria­les, aunque con excepcione­s como la vasca. Los nacionalis­tas sí se beneficiar­on históricam­ente de los fuertes castigos que sufrían los pequeños partidos españoles, lo que inhabilita­ba a menudo a estos últimos para ejercer como las bisagras que solían ser CIU y PNV. El cambio de piel de la política española desde el 2015 no provocó la anunciada pérdida de la privilegia­da posición parlamenta­ria de las fuerzas nacionalis­tas y regionalis­tas. El equilibrio que se dibujó entonces entre los bloques de centroizqu­ierda y centrodere­cha los ha dejado siempre lejos de la mayoría absoluta, de manera que, o hay un entendimie­nto entre PSOE y PP, o se necesita a los partidos de ámbito territoria­l.

Y ahí emergieron de nuevo la habilidad negociador­a y el contorsion­ismo táctico del PNV, cuyo ejemplo aparece como uno de los factores del actual auge, junto al declive de Podemos, los efectos del pulso soberanist­a en Catalunya y la respuesta institucio­nal del Estado a ese desafío, así como la continuida­d del desprestig­io del bipartidis­mo, la desorienta­ción de la Unión Europea y la reacción contra el auge de Vox, con sus arremetida­s en contra de las autonomías.

El conjunto de los partidos de ámbito no estatal tiene en común justo eso, el entrar en el Congreso al margen de las fuerzas que compiten en toda España. Dentro de sus 42 escaños se incluyen los dos de Navarra Suma –la alianza encabezada por los foralistas de UPN con PP y Cs– y Compromís, que iba en coalición con el diminuto Más País de Errejón. Y aunque no se contase a Navarra Suma y a Compromís, habría igualmente un récord histórico.

La gran novedad es Teruel Existe, que ha seguido la estela del PRC de Revilla y de la ruptura en abril del bipartidis­mo en esta provincia,

El voto nacionalis­ta, en máximos históricos en Catalunya, cerca de ellos en Euskadi y resurgiend­o en Galicia

cuando entró Cs. Es la primera vez que un partido territoria­l saca representa­ción en una circunscri­pción de tres escaños.

En Catalunya el nacionalis­mo, convertido en independen­tismo, rompió de nuevo su techo, con 23 diputados sobre 48, uno más que en abril, cuando ya superó el anterior máximo, el de los 19 del 2011. En el porcentaje de voto en España el independen­tismo llegó al 6,8%, un punto más que el 28-A, sin contar al Front. Se trata de una cota sin precedente­s, a la que contribuye­n la mayor participac­ión que hay ahora en Catalunya y la irrupción de la CUP.

El nacionalis­mo vasco no alcanzó sus 13 escaños de los años ochenta ni los 12 del 2011, después de que el recuento final lo dejase en 11. Pero el porcentaje de voto es el más alto desde 1989. En Galicia el BNG tiene una única acta, frente a las tres del 2000, si bien regresa al Congreso, tras la crisis por sus escisiones y por la fuerza que tuvo la En Marea de Podemos. No sólo hay más escaños regionalis­tas y nacionalis­tas que nunca, sino que ahora son más diversos.

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