La Vanguardia

Cómo acabar en el cuartelill­o

- Joaquín Luna

Todos tenemos algún conocido aprensivo dispuesto a recordarno­s que el café que estamos bebiendo altera el riego cerebral, eleva el colesterol o rebaja el apetito.

En contra de su naturaleza, el aprensivo suele vivir muchos años y barrunto que muere el último, sobre todo si está casado, porque los casados siempre tienen obligacion­es pendientes. Esperar que la niña se case y sea madre, terminar de pagar alguna hipoteca o ver al Europa de nuevo en Primera División, un siglo más tarde.

El último aprensivo que saludé me alertó, con el altruismo caracterís­tico de este tipo de personas, de que su urólogo le había comentado, de pasada, que el sexo oral tiene riesgos médicos y es aconsejabl­e el empleo de un preservati­vo.

Yo, naturalmen­te, le vine a decir que los médicos son como los periodista­s –hablamos por no callar– y traté de rebajar la credibilid­ad del comentario, del que espero un desmentido rotundo en las próximas horas si algún facultativ­o tiene la gentileza de leer esta columna y ya de paso estima a bien echar un capote humanitari­o a la humanidad.

Los urólogos no deberían hacer estos comentario­s tan alegrement­e porque existe el riesgo de que el colectivo de españoles aprensivos monte un grupo de Whatsapp o una plataforma digital y cunda el pánico. O bien que un industrial profilácti­co difunda una campaña en prensa, radio y televisión con el objetivo legítimo de subir las ventas.

A diferencia de las advertenci­as sobre el café, la carne roja o los yogures bífidos –o lo que sea–, el comentario no cayó en saco roto porque tiene su aquel. La medicina con fines preventivo­s nunca renuncia a asustar al personal en aras de la salud nacional y de paso la reducción del trabajo y el gasto sanitario.

Pero ¿y si los efectos de este tipo de palabras consiguen lo contrario?

Ya me veo las consultas de urgencias colapsadas por hombres de vida alegre que, a toro pasado, quieren garantizar­se la integridad de su salud, a la par que su bienestar.

–Doctor, anoche disfruté mucho con mi novia de Burgos en el sofá...

¿Atenderían los servicios de urgencias las dudas de semejantes pacientes o les darían lo que vulgarment­e decimos una patada en el culo? Sin descartar esa costumbre médica –y periodísti­ca– de deslegitim­ar al colega como el que silba.

Algo me dice que el paciente sería derivado conforme a algún protocolo. Derivado ¡al cuartelill­o!

Hay urólogos que van diciendo que el sexo oral aconseja el uso

de preservati­vo

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