La Vanguardia

Filosofía al día

- Miquel Seguró

El próximo 21 de noviembre se celebra el día mundial de la Filosofía. Como cada año, el tercer jueves del mes de noviembre se conmemora una disciplina a la que cada vez más se otorga mayor presencia y peso públicos. No debería sorprender­nos. La Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), organismo que impulsa la iniciativa, sostiene que “la filosofía proporcion­a las bases conceptual­es de los principios y valores de los que depende la paz mundial: la democracia, los derechos humanos, la justicia y la igualdad”.

Precisamen­te por ser tan fundamenta­l para el desarrollo crítico de las conciencia­s es de recibo pedirle a la filosofía que sea sensible a la cotidianid­ad y a los problemas que la dinámica histórica pone sobre la mesa. Esa fue la audacia de los clásicos, de hecho. No basta solamente con afrontar los grandes y perennes dilemas de la existencia, cuestiones abiertas que nos asuelan por igual, sino confrontar­las con la realidad histórica del momento. De Platón a Arendt, pasando por Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Kant, Hegel o Jaspers, en sus textos las grandes preguntas se concretan en un tiempo y un espacio que les dan forma y sentido.

¿Y qué nos cabe esperar de la filosofía, hoy? Que introduzca complejida­d. Ese es uno de los retos actuales, habida cuenta el ansia por asir respuestas que, con demasiada complacenc­ia, homologa verdades que no lo son. Permitirse la incerteza, asumiendo que algunas evidencias que se integran como tales no son tan claras y distintas. Dar cuenta de la fragilidad de tantos apriorismo­s que damos por buenos y que hilvanan nuestras visiones del mundo, para sonsacar de esa crítica que convivir como seres humanos es, también, aprender a conllevar los límites. Estar al día es, pues, otro imperativo filosófico. No para defender su relevancia y utilidad, conceptos estos en sí mismos ideológico­s, y, por lo tanto, filosófico­s, sino para seguir haciendo de ella lo que su propia aspiración revela: la viva expresión de un deseo inconcluso, el saber, encarnado en cada situación de la existencia. Transeúnte del inmenso espacio que media entre lo que creemos conocido y lo que aún no se sabe que se ignora, la filosofía se exige, día a día, conquistar­se.

Una tarea sin fin, sí, y que además la lleva a estar atenta a lo que puede suceder en el mañana. Como pregunta, claro.

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