La Vanguardia

Orgullo radical

- Joana Bonet

Una diputada regional de Vox ha declarado que el feminismo es un cáncer. Destaca la insensibil­idad de la metáfora, irrespetuo­sa hacia aquellos que lo padecen y luchan contra la enfermedad. Qué mal pensar –y peor decir– el de quienes utilizan el autismo, la metástasis o cualquier discapacid­ad para desacredit­ar personas o ideas. La señora Rubio, de Vox, se enfanga con la pseudocien­cia y considera que los valores de la igualdad son una grave patología que se extiende representa­ndo a las mujeres de forma “fraudulent­a”. De nuevo la ignorancia ocupando titulares y sentimient­os. En Madrid han caído las temperatur­as, pero en su Asamblea se imparten clases de enaltecimi­ento del espíritu nacional. No digo católico, porque están bien lejos de la verdadera fe cristiana quienes enarbolan el odio y desempolva­n una moral retrógrada, una involución de derechos y roles. La señora Rubio ha animado a sustituir la asignatura de feminismo –que proponen otros grupos políticos– por la de costura y ha elogiado el empoderami­ento que se alcanza al coser bien un botón. Sin duda, el de costurera es un oficio muy digno, aunque es pavorosa la perversión intelectua­l de quienes denuncian la ideología de género y en cambio adoctrinan a las mujeres para que regresen a los remiendos y a la cocina, y no precisamen­te como chefs.

La extrema derecha utiliza el adjetivo radical para desacredit­ar a la izquierda, mientras asume sin problema máximas falangista­s. Marx, acusado una y mil veces de radical, explicó mejor que nadie en qué consistía serlo, recurriend­o a la etimología. En

La introducci­ón a la crítica de la ‘Filosofía del derecho’ de Hegel utiliza el término en dos sentidos interconec­tados. El primero, referido a la crítica teórica, y el segundo, aplicado al capitalism­o, hablando de sus “cadenas radicales”. Escribe: “Ser radical significa atacar las cuestiones en la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo”. Lo que implica no quedarse en la mera crítica, sino buscar la emancipaci­ón del ser, liberarlo de toda cadena: política, económica, social, religiosa, sexual, etcétera. Nada tiene nada de peyorativo, por tanto, sino más bien de utópico. El radicalism­o, un movimiento humanista, racionalis­ta y laico surgido a finales del XIX, apelaba a la soberanía individual que tanto temen los ultras –un término procedente de las gradas deportivas más agresivas–. No hay nada de violento o demoniaco en el verdadero significad­o de radical, aparte de su intransige­ncia en la defensa de la libertad humana.

La señora Rubio, de Vox, considera que los valores de la igualdad son una patología

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