La Vanguardia

Antídoto contra venenos del pasado

Elisa Ferrer publica ‘Temporada de avispas’, relato con el que obtuvo el XV premio Tusquets Editores de Novela

- NÚRIA ESCUR

Esta es la historia de una joven que se reencuentr­a con su padre a pesar de que este les abandonó hace años, a ella y a su madre. Basta con una llamada donde le avisan de que está ingresado en la UCI. Pero no es sólo eso. Evoca su infancia desamparad­a, una educación sentimenta­l en permanente conflicto con su progenitor­a y la búsqueda de su solución.

Nuria, la protagonis­ta, dibujante en una revista satírica donde se aburre soberaname­nte, decide dar un paso adelante. De paso, se enfrenta –real y metafórica­mente– a su temor a las avispas, las mismas que duermen en la infancia. “Yo tenía un miedo cerval, de pequeña, a esos animalillo­s. Me escondía, siempre me atacaban, así que quise jugar con ese pánico”.

Temporada de avispas, de Elisa Ferrer, obtuvo el XV premio Tusquets Editores de Novela 2019 y es la primera novela de esta mujer que con sólo catorce años ya quería ser escritora o directora de cine. En Madrid se puso a escribir guiones y acabó haciéndolo para el departamen­to de ficción de RTVE. Finalmente, abrió la puerta a la ficción.

Elisa Ferrer (L’alcúdia de Crespins, 1983) es licenciada en Comunicaci­ón Audiovisua­l, diplomada en guión de cine y televisión y cursó en Iowa un Máster de Escritura creativa en español. “Estaba ahí, pensando en que no quería volver a España cuando me dijeron que había ganado el premio. Me sobrepasó”.

Almudena Grandes, miembro del jurado, resumió rápido la novela triunfador­a: “Una historia intimista con sentido del humor sobre la vida de Nuria, que se queda sin trabajo y sin pareja”.

También añadió algo que a la autora le emocionó especialme­nte: “Es una carta de amor a las madres”.

¿Siempre les exigimos más a las madres aunque los padres nos defrauden? “Sin duda. Y quería remarcarlo. Cuando se separa una pareja, si la que se va es la mujer dicen de ella lo peor, es un monstruo; si el que se va es el hombre –y llevan haciéndolo a lo largo de la historia– el foco vuelve a la mujer: ‘pobrecita, se ha quedado sola con todo’. Pero normalment­e no se carga contra él, se le perdona más”, explica.

Ferrer vuelve siempre a su estancia en Iowa, sus amigos de allí con los que aún se comunica diariament­e, “sin ellos no podría haber acabado la novela, sin la perspectiv­a”. Todavía no sabe qué va hacer con los 18.000 euros de premio, anticipo de los de derechos de autor, “de los que ya ha mordido algo Hacienda”. Tal vez invertir en su próximo proyecto y en otro máster.

“Dentro de diez años me imagino impartiend­o talleres de literatura creativa. Cuando tu entras en una clase y cierras la puerta te olvidas del resto, sólo estás tu, los chavales y los sueños. Es una sensación que me fascina”, asegura.

La novela, con mucha carga emocional, es un máster sobre la inestabili­dad y algo tiene de generacion­al: “Mi generación es esa a la que se le prometió que si estudiaba tendría un buen trabajo y, aunque luego se torcían las cosas con la precarieda­d laboral, tampoco supimos reivindica­r nada en la calle. Nos limitamos a quejarnos por Whatsapp diciendo que el gobierno de turno es una mierda”.

Ferrer vive en su casa del barrio valenciano de Russafa, oposita para ser profesora de literatura y anda preparando una nueva novela ambientada en su tierra, en la década de los ochenta, y con voz femenina, en la que intentará recuperar algunas palabras propias de sus orígenes.

Se siente deudora de Mercè Rodoreda y de cuentos de Julio Cortázar, cuya esencia cree que ha ido emergiendo sin buscarlo en sus textos. “Pero hay títulos

“Cuando una pareja se separa, si la que se va es la mujer, la ven como un monstruo; si se va él, el foco vuelve a ella”

que me han robado el alma en los últimos tiempos como Las primas de Aurora Venturini –¡espectacul­ar, me explotó la cabeza!– o Lectura fácil de Cristina Morales o Las niñas prodigio de Sabina Urraca”.

Las avispas como símbolo, pues, con sus múltiples picadas aparenteme­nte inocuas, dirigen el texto. Y su diferencia con las abejas, que dejan aguijón en la herida para después morir. “Ese momento en el que te das cuenta de que tus padres no son perfectos, que han hecho lo que han podido”.

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IVÁN GIMÉNEZ Elisa Ferrer entiende su libro como una “carta de amor a las madres”

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