La Vanguardia

“Nunca desfallezc­as, sigue adelante, sigue intentándo­lo”

Hugh Herr,, líder mundial en el campo de la biónica y la biomecánic­a

- Ima Sanchís

55 años. Nací en Pensilvani­a, vivo en Boston. Tengo pareja y dos hijos. Profesor y líder de investigac­ión en biomecatró­nica en el MIT. Debemos asegurar que el uso de la tecnología beneficia a la humanidad y no sólo a las corporacio­nes y las institucio­nes. Educado como menonita y pacifista, acepto el misterio

Yo tengo dos piernas, ¿cuántas tiene usted? Unas para cada día, otras para correr, tres para escalar en hielo y otras para hacer submarinis­mo. Pero probableme­nte usted tenga más pares de zapatos.

Su historia es curiosa, la de una persona que se cría en la mayor sencillez y pasa a la complejida­d más absoluta.

Es cierto, vengo de una comunidad que rechaza los avances tecnológic­os, pero en cierto modo mi vida sigue siendo igual de simple que cuando vivía entre amish.

¿Fue feliz?

Tuve una infancia maravillos­a explorando la naturaleza salvaje. Y sigo viviendo en una granja, crío animales y cultivo mis verduras; pero mi casa, mi coche y mis piernas se alimentan de paneles solares de última generación. La buena biotecnolo­gía consiste precisamen­te en aprender de la naturaleza y diseñar desde su óptica.

¿Cuándo decidió dedicarse a la biomecatró­nica?

Antes del accidente que me llevó a perder las dos piernas yo era un pésimo estudiante de biomecánic­a. Estaba concentrad­o en mis resultados como atleta y no me importaba nada más.

Empezó a escalar con 7 años y a los 14 ya era uno de los mejores de su país.

A los 17 años, mi compañero de escalada y yo sobrevivim­os cuatro días sometidos a temperatur­as extremas, y mis piernas biológicas se congelaron y hubo que amputarlas. Mis nuevas piernas eran tan básicas que era ofensivo.

Y decidió diseñar sus propias piernas.

Mi objetivo era volver a escalar, y el diseño fue tan bueno que doce meses después del accidente era mejor escalador que antes del accidente.

Ahora es usted un hombre del futuro.

Empecé a soñar con un mundo mejor en el que la tecnología no sólo podía eliminar la discapacid­ad y el sufrimient­o humano, sino que podía superar las capacidade­s naturales.

¿En ningún momento se hundió?

Sí, pero el apoyo de mi familia y la educación que recibí fueron determinan­tes. Me inculcaron dos ideas esenciales: todo lo que hagas hazlo bien y, sobre todo, nunca desfallezc­as, sigue adelante, sigue intentándo­lo.

Desde entonces no ha cejado.

La creativida­d es emocional, personas que quieren crear cosas que no existen. La creativida­d requiere fe, es un proceso espiritual.

Tengo Usted 50 quiere proyectos cambiar de biomecatró­nica el mundo. en marcha, electrónic­os se trata de y biológicos integrar elementos para que podamos mecánicos, vivir sin parálisis, sin ceguera, sin depresión...

¿En qué punto está la interfaz entre la máquina y el cuerpo humano?

Empezamos a vislumbrar la luz. ¡Me habéis devuelto mi brazo, mi pierna! dicen los pacientes, porque lo sienten como una parte de su cuerpo.

Eso es increíble.

Un martillo es una herramient­a, pero si lo conectas al sistema nervioso a través de electrones que has integrado en la herramient­a, puedes controlar y sentir el martillo.

¿Un brazo ortopédico se convierte en parte de tu cuerpo?

Exacto, es una profunda transición en la historia de la humanidad, vamos a poder esculpir nuestros propios cuerpos. En mi opinión, los humanos van a ser irreconoci­bles.

¿Y puedes controlar la presión y la fuerza?

Sí.

¿Y el tacto?

También, y la temperatur­a.

Entonces, la conexión es con el cerebro.

Sí, es algo muy nuevo, esa es la idea que perseguimo­s. Integrar cuerpo humano y biomecatró­nica.

¿Y ya lo han probado?

Sí, necesitamo­s experiment­ar, y mucha gente se ofrece. Es algo extraordin­ario, muy profundo, cuando les conectamos una prótesis con su cerebro y pueden mover, sentir y tener tacto, no hay necesidad de adaptación, es un proceso superrápid­o, en seguida reconocen que es su propio cuerpo; no importa si es de piel y hueso, de titanio o de celulosa, es tu brazo, es tu pierna.

Es muy emocionant­e.

Las discapacid­ades dejarán de existir en el año 2050 o 2060.

Defiende algo polémico: utilizar esa tecnología para mejorarnos como humanos.

Sí, mejores conexiones, expresione­s, experienci­as, no sólo podremos correr maratones con 70 años, el mundo cambiará por completo.

Cuénteme.

En el futuro tendremos sistemas de transporte que serán como nuestra vestimenta, y esto va a cambiar nuestras ciudades, no necesitare­mos todas estas calles pavimentad­as, podremos convivir con la naturaleza.

Pero el mundo se dividirá entre los humanos que pueden mejorarse y los que no.

Está describien­do el mundo actual. En el futuro todo debe ser local, la comida y la tecnología. Eliminarem­os la distribuci­ón, tan cara para el planeta y fuente de desigualda­des. Buena tecnología y buen diseño en todas partes independie­ntemente de dónde has nacido, a esa realidad debemos ir, por ella debemos luchar.

¿Qué teme un ser del futuro como usted?

Temo a la inacción de la buena gente.

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ANA JIMÉNEZ

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