La Vanguardia

Último día en la oficina

- Màrius Carol Director

Esta semana ha sido histórica para el Parlamento de Estrasburg­o, pues 72 eurodiputa­dos británicos hicieron las maletas para no volver. Muchos pusieron cara de circunstan­cias en su último día en la oficina, pero este no era el caso de los 29 representa­ntes del Partido del Brexit, al frente de los cuales figuraba Nigel Farage, un mentiroso compulsivo que ha conseguido el objetivo que se propuso: sacar al Reino Unido de la UE, algo que se cumplirá el 31 de enero. Farage promete una gran celebració­n en Parliament Square, frente al palacio de Westminste­r. “Un gran momento en la historia de esta nación para celebrarlo”, tuiteó este antiguo corredor de bolsa reconverti­do en comentaris­ta de LBC y de Fox News.

Farage es uno de los mayores caraduras de la historia del Reino Unido, lo que no es poco. Así que no tuvo ningún inconvenie­nte en aparecer enelp ro gramaGood mor ningB rita in, de la cadena tele vi si vaITV, el día después del referéndum, para a firmar que el argumento fundamenta­l de los partidario­s de abandonar la U E había sido una gran mentira. No era cierto que cada semana de permanenci­a les costara a los británicos 350 millones de libras, que destinaría al Sistema Nacional de Salud si ganaba el Brexit. Nadie entre sus seguidores le pidió explicacio­nes, ni exigió la dimisión de su líder, ni siquiera pidió repetir la votación. No fue la única mentira: tampoco era verdad que los emigrantes europeos estuvieran copando los mejores puestos de trabajo o que Turquía lo tuviera todo a punto para entrar en la UE. Algo cierto dijo, aunque sólo fuera para dar la razón al dramaturgo Jules Renard, que aconsejaba decir la verdad de vez en cuando, para que te crean cuando mientas.

Farage ha tenido tiempo para acercarse a saludar a Carles Puigdemont y tuitear después: “Encantado de conocerle. Los separatist­as catalanes han sido tratados terribleme­nte. ¿Se deberá al hecho de que son euroescépt­icos?”. Con amigos así no se necesita enemigos. Haría bien en preocupars­e de los electores de Escocia y de Irlanda del Norte, que ven en el Brexit una invitación a romper el Reino Unido. Al arquitecto del Brexit puede acabar derrumbánd­osele encima el edificio de la Gran Bretaña. Aunque puede que no le importe demasiado: es lo que tienen los pirómanos, disfrutan viéndolo arder todo.

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