La cumbre internacional sobre Libia en Berlín aspira a consolidar la tregua
Alemania convoca a Haftar y Al Sarraj tras la negociación fallida en Moscú
Un complicado tablero de intereses nacionales, tanto geoestratégicos como económicos, se dará cita mañana en Berlín en torno a la urgente tarea de frenar la guerra civil en Libia, un conflicto que muchos analistas señalan con temor como una segunda Siria en potencia. Bajo los auspicios de la ONU, la capital de Alemania acogerá la conferencia internacional de paz para el país magrebí, sumido desde el 2014 en una guerra que se ha recrudecido en los últimos nueve meses. En teoría, y tras los esfuerzos mediadores de Rusia y Turquía, rige desde el pasado domingo 12 un alto el fuego entre los dos bandos enfrentados.
Fayez al Sarraj, primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) respaldado por la ONU y con base en la capital, Trípoli; y el autoproclamado mariscal Jalifa Haftar, jefe del Ejército Nacional Libio (NLA), que controla el este del territorio, pugnan por el poder. Cada cual cuenta con su porción de apoyo, directo o solapado, de países extranjeros. Los dos hombres –que las diplomacias rusa y turca lograron atraer a Moscú el pasado lunes para hacerles firmar una declaración de tregua, cosa que no se consiguió– estarán el domingo en Berlín, según confirmó el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert.
“Nuestro objetivo es apoyar los esfuerzos de Naciones Unidas para lograr una tregua y posibilitar un camino para un solución política dentro de Libia; eso es en lo que nos concentramos”, dijo el portavoz, que se limitó a auspiciar que la conferencia sea “en el mejor de los casos, el comienzo de un proceso” que lleve algún día a la paz. En efecto, el objetivo básico de la cumbre berlinesa es consolidar el alto el fuego informal en curso, que aunque precario está siendo respetado, según aseguran distintas fuentes.
Desde que en abril del 2019 comenzó la ofensiva del mariscal Haftar contra Trípoli, han muerto más de 2.000 combatientes y 280 civiles, según estimaciones de la ONU. Hay además 15.000 heridos y al menos 146.000 personas han tenido que abandonar sus hogares.
A Berlín han sido invitados los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, EE.UU., Francia, Reino Unido y Rusia), la Unión Europea, la Liga Árabe, la Unión Africana, Argelia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Italia, República de Congo y Turquía. Los anfitriones alemanes no desvelaron quién encabeza cada delegación, pero algunos implicados sí lo hicieron: el secretario general de la ONU, António Guterres; el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo; el presidente francés, Emmanuel Macron, y el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.
El presidente ruso, Vladímir Putin, y el su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, arquitectos del frágil alto el fuego oficiosamente en vigor, no podían faltar a una cita en la que quizá acabe poniéndose por escrito en papel una tregua con firma de las dos partes, algo que no fue posible conseguir el pasado lunes en Moscú. De hecho, la actitud de Rusia fue ya reivindicativa: el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, dijo ayer que “la declaración final está prácticamente terminada”.
Rusia y Turquía han ido de la mano en este proceso, pese a apoyar a distinto bando. Turquía respalda al Gobierno de Trípoli, y Rusia al mariscal Haftar. Si Erdogan aspira a reforzar su poder en el Mediterráneo oriental, Putin mira a la influencia geopolítica y –como hacen también otros países– al petróleo libio. Egipto y Emiratos apoyan a Haftar.
El liderazgo alemán en el asunto otorga de facto más protagonismo a Europa en el intento de resolver un
Putin y Erdogan acuden el domingo a esta conferencia de la ONU en la que Europa pugna por destacar
conflicto que tiene geográficamente muy cerca, y ante el que hay también pareceres distintos. Así, Italia apoya al hombre de Trípoli –pensando en atajar la migración que parte de Libia hacia sus costas– y Francia ha respaldado tácitamente al de Bengasi, viéndole como posible freno a grupos terroristas.
De común acuerdo con el representante especial de la ONU para Libia, Ghasan Salame, la diplomacia alemana lleva meses de silenciosa brega en el expediente de Libia. El ministro de Exteriores, Heiko Maas, hizo un viaje relámpago a Bengasi el jueves para asegurarse la presencia de Haftar en Berlín.
El líder rebelde hizo otro movimiento táctico para debilitar el apoyo turco a su rival: viajó a Atenas, donde ayer se entrevistó con el primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, y con el ministro de Exteriores, Nikos Dendias. Grecia ha protestado por no haber sido invitada a Berlín (tampoco lo ha sido Túnez, país vecino de Libia), al entender que ciertos acuerdos entre Al Sarraj y Erdogan son lesivos para sus intereses, pero el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, arguyó que se ha invitado a “aquellos actores internacionales con influencia inmediata en el conflicto de Libia”, y que Grecia no figura como tal.