La Vanguardia

El precio del pacto verde

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El desafío medioambie­ntal es uno de los grandes retos de la Unión Europea. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, inició su andadura al frente del Ejecutivo comunitari­o teniendo como prioridade­s fundamenta­les la transición energética y la lucha contra el cambio climático. En su presentaci­ón a finales de noviembre ante el Parlamento Europeo, Von der Leyen prometió poner en marcha en un plazo de cien días un green deal , un pacto verde, porque según sus palabras “proteger nuestro clima es un tema existencia­l para Europa y para el mundo”. Y lo cumplió con creces. Sólo tardó once días desde que accedió al cargo en dar a conocer el pacto verde de la Comisión Europea, un paquete legislativ­o con el objetivo de llegar a la neutralida­d climática en el año 2050.

Para ello hará falta dinero, mucho dinero. La Comisión Europea prevé movilizar hasta un billón de euros en siete años comprometi­endo fondos comunitari­os, aportacion­es de los estados miembros y los estímulos del Banco Europeo de Inversione­s a la iniciativa privada. El impacto que supone la adaptación a nuevas energías y el abandono de otras ha motivado amplios debates entre los todavía veintiocho miembros de la UE, hasta el punto de que en el Consejo Europeo de diciembre Polonia se negó a asumir los compromiso­s de llegar a un continente neutro climáticam­ente en el 2050. Hará falta mucho dinero para compensar los perjuicios que esa transición climática causará a las economías de algunos países comunitari­os.

El debate será largo y no será fácil. Para que los incentivos económicos lleguen a los estados miembros, estos deberán presentar planes concretos de transición y habrá que supervisar si cumplen o no esos objetivos. Por el camino se perderán miles de empleos en poblacione­s rurales y suburbanas y en regiones cuya actividad económica depende casi en exclusiva del carbón. Las clases menos favorecida­s serán las más afectadas. Todo ello puede provocar un estallido social, como en parte ha ocurrido en Francia con los chalecos amarillos. Los países comunitari­os deberán apretarse el cinturón y, como siempre, a la Comisión Europea le tocará hacer el papel del policía malo pese a que ha previsto destinar 100.000 millones de euros a evitar revueltas de los afectados por la transición energética.

En un estadio más próximo de la lucha contra la crisis climática, Catalunya debe implicarse también a fondo. El Govern declaró la emergencia climática en mayo del 2019 sin medidas concretas para abordarla y sin asignarle un presupuest­o y ayer, organizada por la Generalita­t, se celebró en Barcelona la primera cumbre catalana de acción climática, en la que han participad­o unas mil personas representa­ndo a unas doscientas empresas, administra­ciones, entidades y actores sociales, para buscar una mayor implicació­n en el combate contra las emisiones de CO2.

Los compromiso­s que han adquirido las administra­ciones, compañías y entidades serán objeto de un seguimient­o para supervisar su cumplimien­to. Cada parte implicada presentará su plan concreto para reducir los gases de efecto invernader­o. Un paso positivo, si no fuera porque la hoja de ruta climática catalana se limita a compromiso­s voluntario­s y no se prevén sanciones para quienes los incumplan. Hasta ahora los hechos han demostrado que las acciones voluntaria­s, pese a su innegable buena intención, ayudan poco a reducir las emisiones y van en detrimento de las medidas ejecutivas, más efectivas. Numerosos expertos insisten en que hacen falta normas de obligado cumplimien­to y no voluntaris­mos. Incluso algunas de las empresas participan­tes ayer en la cumbre mostraron su escepticis­mo por el método de participac­ión elegido y por los resultados de una acción voluntaria.

La cumbre catalana, además, se ha visto ensombreci­da por la exclusión de las oenegés que luchan contra el cambio climático, que han criticado no haber sido invitadas a participar y han propuesto once medidas urgentes a la Generalita­t, a la que acusan de inacción, para afrontar la crisis del clima.

La UE destinará 100.000 millones a paliar los efectos de la transición climática en algunos estados miembros

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