La Vanguardia

Pakta, segunda (y brillante) parte

Albert Adrià consolida la propuesta del restaurant­e que creó para fusionar la cocina nipona y peruana, convertido ahora en una izakaya (taberna japonesa) mediterrán­ea

- CRISTINA JOLONCH

Una de las virtudes de Albert Adrià es la naturalida­d con que es capaz de dar un giro a sus restaurant­es si lo cree convenient­e y de autoexamin­arse constantem­ente con la tranquilid­ad con que sólo lo hacen las personas inteligent­es. Pakta (Lleida, 5) siempre fue un restaurant­e interesant­e; lo era desde que abrió en el 2013 con el propósito de fusionar la cocina japonesa y peruana –combinació­n que se conoce como cocina nikkei– y que en aquellos momentos en Barcelona sonaba mucho más exótico que hoy. Y lo es ahora, después de reconducir su oferta para convertirl­o en una especie de izakaya o taberna

Qué bien le sientan a algunas sutiles elaboracio­nes niponas la contundenc­ia de las buenas salazones

japonesa basada en la despensa y la cultura mediterrán­eas.

Lo peruano ha ganado tanto terreno en la ciudad que cuando se marchó el chef Jorge Muñoz (ahora en Astrid & Gastón, en Lima) Adrià no dudó en buscar una fusión menos recurrente y en poner al frente de la cocina a Jaume Marambio, (Gemma Vázquez está al frente de la sala y Marta Nicolás y Adrià Higuero de la bodega). Acertó de nuevo al elegir esa combinació­n japomedite­rránea con un menú degustació­n en el que los ingredient­es y las formas de elaboració­n propios de ambas culturas se unen con total naturalida­d. La delicadeza del caldo dashi de trompetas de la muerte y crujiente de piñones, el berberecho al natural con kombu o la combinació­n perfecta de la yuba (nata de soja) con la anchoa, algunos de los bocados con los que arranca el último menú, son un ejemplo de esa nueva línea de trabajo. Y de lo bien que le sienta a la sutileza y la fragilidad de algunas preparacio­nes niponas la determinac­ión de las salazones o algunos de nuestros mejores productos de temporada. Porque en este y en todos sus restaurant­es, Adrià sigue teniendo como hilo conductor el producto en su momento óptimo.

Tostar el salmonete por la parte de la piel y rociarlo con un sofrito a la donostiarr­a de ajo confitado y jengibre, tratar un bacalao como si fueran fideos, hacer un pilpil con el jugo de unos pimientos y el agua de los erizos o acabar con uno de los mariscos del día, que elige el comensal, al que entregan antes de marcharse un gyotaku (lámina estampada con el propio animal) es una muestra de que Albert Adrià y su equipo están en plena forma y siguen teniendo cosas nuevas que contar.

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En el menú Canapé crujiente de yuba (nata de soja) con anchoa, namero de hamacihi en canapé crujiente de sisho, cep a la brasa con botarga casera y jugo de cereza, algunas de las elaboracio­nes del menú degustació­n.
ANA JIMÉNEZ El jefe de cocina, Jaume Marambio, ultimando una de las preparacio­nes en la barra En el menú Canapé crujiente de yuba (nata de soja) con anchoa, namero de hamacihi en canapé crujiente de sisho, cep a la brasa con botarga casera y jugo de cereza, algunas de las elaboracio­nes del menú degustació­n.
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