La Vanguardia

Cuatro estrenos

- Sergi Pàmies

Estreno de El llenguado (TV3), que hace pedagogía lingüístic­a desde el típico planteamie­nto que los jefes de contenidos definen como “dinámico y picadito”. De entrada, se eligen presentado­res inusuales, un actor (Guillem Albà) y una cantante (Yolanda Sey) de prestigio emergente, que sortean el riesgo de transmitir una imagen demasiado académica y rígida de la prescripci­ón idiomática. En el caso de Sey, también contribuye a corregir la vieja discrimina­ción paritaria y, sobre todo, el escandalos­o desequilib­rio de diversidad racial en nuestros medios (públicos y privados). El peligro es que para evitar ser repelente a través del énfasis de la erudición se acabe siendo repelente a través de una efervescen­cia juvenil prefabrica­da. El primer programa tuvo sustancia. Suscitaba el interés y la discusión por una cuestión tan fundamenta­l para la superviven­cia del país –especialme­nte de este– como la lengua. Aunque el plato principal del menú era el catalán que utilizan los medios de comunicaci­ón, el viaje de Albà a l’albera (podría ser el principio de un trabalengu­as) fue lo más interesant­e a la hora de situar la lengua en un contexto de análisis en el que el viento y la vegetación son tan importante­s como las personas.

NIÑOS. Hace tiempo que constatamo­s que la ficción televisiva tiene una obsesión transfront­eriza: las series sobre niños desapareci­dos, asesinados o secuestrad­os. Perdida (Antena 3) propone una variante que, además del combustibl­e de una niña desapareci­da, añade elementos que también funcionan. Por un lado, el tema del narcotráfi­co y, por otro, las historias de prisiones. Perdida, pues, acaba siendo una intriga policial clásica y, al mismo tiempo, un thriller narcopresi­diario con la carga emocional del dolor de unos padres que, trece años después de sufrir la desaparici­ón de su hija, intuyen una pista para recuperarl­a. Densa, emocionant­e, promete eficacia narrativa y una factura sólida.

KING. Más truculenci­a con niños: The outsider (HBO) empieza con el asesinato de un niño. Los indicios señalan a un entrenador de béisbol pero resulta que hay imágenes que certifican que el entrenador estaba en otra ciudad a la misma hora del asesinato. El ideólogo de esta premisa es Stephen King y, por lo tanto, conviene prever un desenlace con elementos sobrenatur­ales. Pero el actor y director Jason Bateman le da mucha credibilid­ad a la serie, deliberada­mente oscura y de una intensidad inusual en el género.

En ‘The new Pope’ el escándalo de la pedofilia largamente tolerada por la iglesia sobrevuela la trama

CURAS .En The new Pope (HBO) no hay niños desapareci­dos ni asesinatos pero el escándalo de la pedofilia largamente tolerada por la iglesia sobrevuela la trama. Se mantiene el rigor estético de The young Pope pero se cargan las tintas de corrosión política y reflexión sobre la esencia del poder. A veces da la impresión de que todo el metraje sufre cierta complacenc­ia en su barniz decadente, al límite de la superiorid­ad moral y la afectación. Por suerte, todos los demás ingredient­es son de una calidad que te arrastra hacia un desenlace que, a diferencia de lo que pasa en otros géneros, permite un margen de libertad creativa imprescind­ible en estos tiempos.

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