La Vanguardia

El técnico que se hartó y se fue

“Ya no me identifico con este baloncesto: se ha futbolizad­o”, dice Sergio Balaguer

- Sergio Heredia

Quien salva una vida salva el mundo entero

‘La lista de Schindler’

Me siento en una terraza junto a Sergio Balaguer (24). Es una terraza de Santa Perpètua de la Mogoda. No ofreceré más datos. Omitiré el nombre de casi todos los agentes implicados en esta historia. Me quedo con Sergio Balaguer, sentado en una terraza de Santa Perpètua.

En la mesa, una Fanta y un cortado. Pasa un chaval. Sergio Balaguer es entrenador de baloncesto. Dirige a un equipo júnior, de 16 y 17 años. Lo dirigirá hasta final de temporada. Luego dejará el equipo y el baloncesto.

El chaval juega en el equipo de Sergio Balaguer. Se acerca a nuestra mesa y pregunta al técnico:

–¿Se te pasó el cabreo de ayer? Sergio Balaguer sonríe.

–Se me pasó. ¡Pero a ver si mañana nos entrenamos mejor! –le contesta. Luego se vuelve hacia mí y me dice: –Es que el entrenamie­nto de ayer nos salió rematadame­nte mal.

(...)

El 5 de enero, Sergio Balaguer abrió un hilo en Twitter:

Me llamo Sergio. Tengo 24 años y llevo desde los 6 vinculado al mundo del baloncesto, primero como jugador y posteriorm­ente como entrenador. Y ayer sufrí uno de los episodios más vergonzoso­s de mi vida en un 3x3 que organizaba mi club.

Más de 7.000 tuiteros han retuiteado el hilo. Es fácil recuperarl­o: @naturalser­ge.

El hilo nos desvela su hartazgo. Padres que insultan al rival, presionan al entrenador, cargan contra el árbitro, maldicen y avergüenza­n a sus hijos. Muchos de los críos apenas tienen ocho o nueve años.

¿Dónde pasé yo vergüenza? En las categorías más pequeñas. Escuela, premini y mini. Y todo por culpa de unos padres QUE SÓLO QUIEREN GANAR. Para ello se valen de todo tipo de artimañas.

Piden faltas, presionan a las mesas, reclaman pasos (A NIÑOS DE ESCUELA) y DAN INSTRUCCIO­NES.

La narración, impecablem­ente escrita –Sergio Balaguer es licenciado en Derecho–, va cobrando fuerza y dramatismo conforme avanza. Desemboca en un niño de diez años llamando “cabrón” al técnico. Y en un padre amenazándo­le.

Sergio Balaguer cierra el hilo:

Dejo el baloncesto (...) Este ya no es mi deporte.

–¿Antes no era así?

–Llevo en el baloncesto desde el 2001. En la pista, a veces los partidos se calentaban. Pero hasta los últimos años, sólo había vivido un par de episodios violentos en las gradas.

–¿Y ahora?

–Ahora, si veo seis partidos en una mañana de domingo en un pabellón, hay broncas intensas en dos o tres, palabras altisonant­es en otros. Sólo se salva uno de cada seis partidos.

–¿Y qué ha cambiado?

–En el fútbol, eso ha sido siempre lo normal. El baloncesto se ha futbolizad­o. Ha entrado un ambiente tóxico que nos ha ido envenenand­o.

–¿Así ve el fútbol?

–Tengo amigos y familiares que juegan al fútbol. Yo he jugado de pequeño. Cuando voy a ver a mis amigos, noto la crispación en las gradas. Son agresivas. Protestan. Recriminan al delantero que falla y al defensa que se equivoca.

–Pero ¿quién es esta gente que está futbolizan­do el baloncesto?

–Es un tema de relevo generacion­al entre los padres. –¿...?

–Padres treinteañe­ros. Estoy cerca de ellos. Son millennial­s, hijos de la crisis. Su entorno es extraordin­ariamente competitiv­o. Les educaron para una sociedad que se pretendía segura y equilibrad­a, y que hoy les obliga a matarse por un puesto de trabajo sin asegurarle­s que podrán mantenerlo. Algunos buscan la estabilida­d en sus hijos. Creen que tienen en casa al nuevo Maradona. Bueno, al nuevo Messi. Un hijo que les asegurará el futuro. Pero ¿sabe qué? –Dígame.

–De crío, jugué al baloncesto en todas las categorías. De la A1, la más alta, a la D1. Jugué contra la selección española y contra la catalana. Ni uno solo de mis rivales ha llegado a algo en el baloncesto. Ni a la ACB, ni a la EBA... Nadie llega. ¡Nadie! Así que ¿para qué tanta presión a los chavales? Yo me voy. –¿Y por qué lo cuenta?

–Todo este protagonis­mo me viene grande. Lo que yo quiero es que los entrenador­es inculquen en los chavales todos aquellos valores que me habían inculcado a mí de crío. Al fin y al cabo, en un año yo ya no pintaré nada en el baloncesto.

–¿Y no lo echará de menos?

–Lo seguiré desde la sombra. Querré saber de los progresos de mis chavales. Mi teléfono estará abierto para todos ellos. Ya no me ilusiona entrenar, pero lo seguiré por televisión.

Por ahora se va a encerrar por unos días: el 2 de febrero se presenta a las oposicione­s a funcionari­o de prisiones.

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CÉSAR RANGEL Sergio Balaguer, esta semana
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