La Vanguardia

La bonhomía del independen­tismo pragmático

- Álex Sàlmon

No hay duda que Pere Aragonès siempre ha mostrado una bonhomía muy política. En reglas generales, el independen­tismo más involucrad­o con el procés parlamenta­rio se ha reivindica­do en la bondad extrema mientras iba golpeando la legalidad vigente. Una situación dual que tan buenos resultados le ha dado y que tanto le ha complicado la vida al Estado.

El vicepresid­ent siempre se ha movido en esas aparentes buenas formas y gotas de paciencia caracterís­ticas de la izquierda junquerist­a. Lo evidenció el martes en la presentaci­ón del libro Pere

Aragonès.l’independen­tismepragm­àtic (Pòrtic), escrito por la periodista Magda Gregori. Su ritmo, y parece que también el de su partido, es pragmático y paciente.

En ese espacio de buena voluntad es donde el independen­tismo, o algunos de sus protagonis­tas, ponen autotrampa­s que tienden a convertirs­e en rémoras para encontrar una vía de salida. Los preámbulos de la reunión de ayer entre el presidente Sánchez, a quien ya no le quita el sueño Podemos, y Quim Torra, president según el color de inhabilita­ción con el que se mire, no dejaron espacio a ese buen rollo. Es posible que sólo hablemos de imagen comunicati­va, pero recibir al presidente del Gobierno del Estado como si se tratara de un jefe de otro Estado es una forma de explicarse. Sin embargo, tampoco tiene tanta importanci­a. Todos los presidente­s que han vivido en la Moncloa han sido recibidos con estos honores al entrar en Palau, como protocoliz­ó Jordi Pujol.

Lo evidente es que todos han aprendido del otro. Sobre todo el equipo Sánchez. El documento con el que llegó tenía 44 puntos a modo de agenda “para el reencuentr­o”. Estaba construido como demandas de alguien a las que el Gobierno Sánchez le decía “sí”, al menos a un total de 33 puntos.

El resto eran “abiertas a negociació­n o estudio”, excepto un “sí, con matices” a la política exterior. Un documento en positivo. Claro que en la comparecen­cia posterior de Torra, la respuesta a tanto “sí” fue “todavía hoy no sabemos cuál es la propuesta del Gobierno español”. ¡A lo suyo!

Es la diferencia entre lo pragmático y lo especulati­vo. Torra mantiene esta segunda vía, aunque lo haga de forma afable, y Pere Aragonès, aunque sea tan independen­tista como el president, lo relativiza.

La encrucijad­a a la que se enfrenta el independen­tismo tendrá consecuenc­ias inminentes.

Las propuestas de Sánchez suenan vacías en los movimiento­s sociales. Y más con la ANC reclamando vías unilateral­es. Como preguntánd­ose: “¿Pero qué dice este señor de un sistema de financiaci­ón autonómico?”. La unidad de acción ya no se la cree nadie.

A todo esto, Pedro Sánchez corre el peligro de pasarse de gestualida­d. La oposición lo tiene claro. Desde su punto de vista, le ha dado rango de president a alguien inhabilita­do en el cargo. Pero la pregunta es saber si el votante carente de hiperventi­lación, independen­tista y no independen­tista, comienza a estar hasta el gorro de tanto postureo.

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