Poco, pero menos es nada
Henry Kissinger, que fue secretario de Estado con Richard Nixon, preguntó al premier chino Zhou Enlai por el impacto de la Revolución Francesa en la historia, y este le respondió: “Aún no tenemos perspectiva histórica”. Más allá de la distinta concepción del tiempo entre la cultura occidental y la oriental, la contestación del líder comunista es toda una invitación a no precipitarse para juzgar los acontecimientos. Algo que se dice poco con los tiempos que corren, donde la inmediatez se sobrevalora y la simultaneidad nos agobia.
En este línea, afirmar que la reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado fue mal tendría su lógica, porque no se llegó a ningún acuerdo. Pero nos falta perspectiva histórica para saber el alcance de los desacuerdos. Ambos sostienen que es imprescindible llegar a pactos en los asuntos de Estado, pero ninguno dio su brazo a torcer. A la Moncloa le faltó tiempo para enviar un comunicado en el que Sánchez lamentaba haberse encontrado con un líder del PP “inamovible y cerrado a todo entendimiento”, al tiempo que denunciaba su “actitud obstruccionista y negacionista”. La ministra portavoz, María Jesús Montero, criticó a Casado sus “palabras huecas” y su “falta de concreción”. Y sobre Catalunya, mantuvo que la única solución pasa por el diálogo, mientras que Casado lo niega y sólo sabe proponer un 155 permanente, que no es ni siquiera constitucional.
En contraste, el presidente popular dijo estar dispuesto a alcanzar un compromiso sobre educación, pensiones o financiación autonómica. Pero en ningún caso prevé nada “que tenga que ver con la unidad de España, la independencia de la justicia y con los presupuestos”. Y le pidió que renuncie a la mesa de negociación, que garantice la inhabilitación de Torra, que no modifique el Código Penal para dar indultos por la puerta de atrás y que no ratifique a Dolores Delgado como fiscal general. Toda una carta a los reyes.
El día y la noche. Pero puestos a buscar un punto de optimismo, hace un mes Casado hablaba de Gobierno ilegítimo y ayer se sentó a departir con el jefe de este Gobierno. Al menos se ha normalizado la relación institucional, con una reunión que duró el doble que la última, mantenida hace dos meses.
Poco, pero menos es nada.