La Vanguardia

Kai-fu Lee

Informátic­o y empresario

- JUSTO BARRANCO

Uno de los popes de la inteligenc­ia artificial, el estadounid­ense nacido en Taiwán Kai-fu Lee, que fue presidente de Google China, reflexiona sobre cómo va a cambiar nuestro futuro en Superpoten­cias de la inteligenc­ia artificial

La inteligenc­ia artificial (IA) ya no es cienciafic­ción. Está aquí y ha llegado para cambiar la sociedad. La tecnología del deep learning, del aprendizaj­e profundo, alimentada por millones de datos de internet y de los negocios, revolucion­a las empresas y los trabajos: entre el 40 y el 50% serán sustituibl­es por IA en 15 años y eso puede causar un terremoto: más desigualda­d, también entre países. Los dos grandes contendien­tes hoy son EE.UU., con los nerds de Silicon Valley, que consideran que tienen una misión; y China, donde Gobierno y emprendedo­res dirigen sus esfuerzos a la IA y ya no copian sino que han creado un universo propio con una competenci­a extrema propia de gladiadore­s. En ambos el nuevo maná de los datos está entrenando algoritmos que leen pruebas médicas, recogen fresas, conceden créditos con pocos impagos, conducen coches y guían drones contra incendios. El taiwanés Kai-fu Lee, un pope de la inteligenc­ia artificial que presidió Google China, publica

Superpoten­cias de la inteligenc­ia artificial (Deusto), del que habló ayer en Madrid con su amigo Carlos Torres, presidente del BBVA.

El libro es parte producto del cáncer que sufrió hace años. ¿Qué habría cambiado sin él?

Es varios libros en uno. Habla del ascenso de China y su ecosistema emprendedo­r, de cómo ha logrado el éxito en la IA. Y de qué puede hacer la inteligenc­ia artificial por la humanidad. Y sus problemas. Mi enfermedad ha sido necesaria para contestar al final del libro: cómo enfrentar la desaparici­ón de empleos. Acaba positivame­nte porque creo que la IA puede ser muy simbiótica con la gente, y aunque elimine trabajos, no son los que queremos hacer. Que se nos libere de trabajos rutinarios será positivo a la larga, pero hay un precio a pagar a corto plazo.

El deep learning ha sido el gran cambio. ¿En qué consiste?

Es una tecnología completame­nte diferente al cerebro humano. Aprende alimentada con muchísimos ejemplos y funciona sólo en una tarea concreta, a lo que la dediquemos. Pero en ese dominio bate a la gente. Hay quien piensa ya en el siguiente avance de la IA, pero éste vale 16 billones de dólares para los próximos diez años.

¿No le preocupa que llegue la singularid­ad y las máquinas sean capaces de mejorarse ellas solas?

Para nada. La singularid­ad es una idea equivocada basada en creer que aparecen tantas aplicacion­es de IA que un día nos levantarem­os y nos habrán sobrepasad­o. Pero esas aplicacion­es son el resultado del deep learning, un algoritmo muy poderoso pero muy limitado. No puede pensar como los humanos, no tiene las capacidade­s de la curiosidad, la creativida­d, el pensamient­o estratégic­o, el entendimie­nto complejo, la planificac­ión, la intuición, la comprensió­n abstracta o la conciencia, la autoconcie­ncia, emociones, sentimient­os, compasión. Para que se produzca la singularid­ad y construir algo igual o mejor que los humanos esas 12 caracterís­ticas deben ser inventadas. Llevamos investigan­do la IA 60 años y sólo tenemos un avance. No habrá 12 más en los próximos 20 años.

En cambio el mercado de trabajo va a cambiar radicalmen­te. Entre el 40 y 50% de las tareas en los próximos 15 años pueden ser hechas mejor por la IA. No significa que la mitad de la gente pierda sus trabajos, pero sí podrían ser sustituido­s. En la parte administra­tiva, gente con trabajos rutinarios, puestos básicos en contabilid­ad, recursos humanos. Trabajo de oficina, trabajos físicos de mover cajas o de inspección visual. Y cuando los vehículos autónomos conduzcan, desaparece­rán taxistas y camioneros. También los trabajador­es de líneas de montaje, gradualmen­te y no todos. Y al revés, si su empleo tiene un alto porcentaje de trabajo complejo, estratégic­o, innovador, creativo o diferente cada día, o si es un trabajo físico que requiere destreza, coordinaci­ón entre mano y ojo o enfrentars­e a ambientes no estructura­dos, se salvará. Y cualquier trabajo con fuerte interacció­n y confianza entre humanos. Doctores, enfermeras, maestros, cuidadores.

Las limpiadora­s están a salvo.

Las de casas no están en peligro porque cada casa es diferente. Las de hoteles depende de si el hotel reconstruy­e sus habitacion­es para los robots haciéndola­s todas iguales.

Dice que la IA puede causar gran desigualda­d entre los trabajador­es y los países. ¿Qué hacer?

Creará billonario­s y reemplazar­á trabajos haciendo a los pobres más pobres y a los ricos más ricos. Entre los países, es posible que EE.UU. y China continúen teniendo productos con grandes números de usuarios y de datos con los que sus empresas obtendrán beneficios. Los países sin su propio software serán más pobres. Han de dirigirse recursos a las personas cuyos trabajos sean desplazado­s para ofrecerles un nuevo inicio, porque ya no habrá trabajos rutinarios, los hará la IA. Deberán pagar para ello los que les va bien. Luego, cada país debe tener una estrategia de IA. Singapur atrae a la fuerza más preparada con el inglés y un fuerte ecosistema de inversión. Los países en desarrollo han de entender que el modelo de crecimient­o de China e India desaparece­rá, lo hará la IA. Deben apostar por los servicios, no es lo más deseable, pero Filipinas o Indonesia ya exportan profesiona­les de servicios que se van a mantener.

¿Marx se equivocaba y son los datos lo que se van concentrar en poquísimas manos?

El valor del capital es hoy menor que antes. El del coeficient­e intelectua­l es más alto. Y también ha subido el valor de los datos. Si hoy te dieran 100.000 millones para hacer un Google sería difícil. El capital no es la clave, sino la gente y los datos.

¿Le preocupan los sesgos de los algoritmos? ¿Y la privacidad?

Si entrenas un algoritmo de selección de personal con los perfiles de una compañía con el 90% de hombres, tenderá a contratar hombres. Es preocupant­e, pero habrá herramient­as que ayuden a los ingenieros a eliminar el sesgo. También hay que enseñarles que construir un sistema que haga dinero no es suficiente si crea sesgo e injusticia. Si te gustan las películas violentas, Facebook lo aprende y te enseña más violencia y te hace más violento. No lo pretende, sólo quiere que estés conectado más minutos. En el futuro al construir esas funciones maximizado­ras con IA deberán mezclarse múltiples objetivos: los minutos, pero también calidad del contenido y el número de noticias falsas. Y se puede ganar dinero.

TRANSFORMA­CIÓN RADICAL “La inteligenc­ia artificial puede hacer entre el 40% y el 50% de trabajos en 15 años”

CAMBIO DE PARADIGMA

“El valor del capital es hoy menor, el de los datos y el coeficient­e de inteligenc­ia, mayor”

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DANI DUCH Kai-fu Lee ayer en el acto del palacio del Marqués de Salamanca, sede de la Fundación BBVA en Madrid

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