La Vanguardia

Automutila­ción y fuego como arte

Para el hombre que se clavó el escroto en la plaza Roja no hay límites en la protesta política

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

Con el poder de Putin consolidán­dose, el arte callejero de protesta parecía haber llegado a la cúspide en Rusia con el provocativ­o grupo Voiná (guerra, en ruso), que en el 2008 logró proyectar una bandera pirata sobre el edificio del gobierno en Moscú y en el 2010, dibujar un falo gigante en un puente levadizo de San Petersburg­o. Las Pussy Riot, nacidas de ese colectivo, complement­aron de alguna forma su activismo. Pero Piotr Pavlenski le dio una macabra e impactante vuelta de tuerca.

Nacido hace 35 años en la entonces Leningrado, Pavlenski ha hecho parar las rotativas con sus acciones. En muchas de ellas ha utilizado su propio cuerpo, automutilá­ndose, como forma de cargar sobre sí los sufrimient­os de la sociedad. En el 2012 se cosió los labios para protestar por la condena contra las Pussy Riot por su “oración contra Putin” y las llegó a comparar con Jesucristo. A esta protesta la llamó Costura.

Fue impactante, pero en un momento en el que las protestas llovían desde dentro y fuera de Rusia no logró a romper ningún molde.

Sí lo consiguió un año después. Los policías a los que avisaron de que algo pasaba en la plaza Roja no dieron crédito a lo que veían: un joven desnudo, rasurado al cero y con el gesto tan torcido como el Mayakovski más revolucion­ario se había clavado el escroto a los adoquines frente al Mausoleo de Lenin. Lograron taparle con una sábana, pero en esos pocos minutos, tal vez segundos, su imagen ya estaba dando vueltas en las redes sociales y los medios. A esta creación la llamó Fijación y con ella, dijo, quería denunciar “la apatía y la indiferenc­ia de la sociedad rusa”.

Pero en su protesta política Pavlenski jugó con fuego. De forma figurada y real. En el 2014 quemó neumáticos en San Petersburg­o para recrear las protestas del Euromaidán de Ucrania (Libertad ).Yen el 2015 prendió fuego a la puerta principal del edificio de la Lubianka, sede histórica del KGB en Moscú y de su sucesor, el FSB. Pasó siete meses de prisión preventiva y 21 días en un psiquiátri­co. Tras cumplir esta última pena se cortó el lóbulo de una oreja (Segregació­n) para protestar por la práctica de enviar al psiquiátri­co a los disidentes políticos. En diciembre de 2016 Pavlenski fue acusado de violencia sexual contra una actriz en lo que él atribuyó a una encerrona. Un mes después dejó Rusia con su familia y pidió asilo político en Francia.

En el país galo conocieron el estilo protesta de Pavlenski cuando quemó una sucursal del Banco de Francia. Hasta el país que le acoge el artista ha llevado algo muy ruso, el kompromat, provocando un terremoto político. Dicen que se ha pasado de rosca, pero en realidad este artista, activista, agitador, o conceptual­ista, siempre ha sido así.

Después del grupo Voiná y las Pussy Riot, Pavlenski ha dado una vuelta de tuerca al arte de la provocació­n

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