La Vanguardia

Reto: entender la realidad a través de las tertulias

- Sergi Pàmies

La industria de la actualidad reacciona a los estímulos que ella misma produce. Si, como ayer, El Periódico publica una entrevista con Jaume Asens en la que habla de un referéndum tipo no tenemos prisa y afirma que la reforma del Código Penal servirá para liberar a los políticos presos, las tertulias lo transforma­n en espectácul­o de adhesión o repulsa. En Espejo público (Antena 3), Paco Marhuenda se subleva contra la propuesta de Asens. Reclama que el Pedro Sánchez actual haga una regresión y vuelva a ser el Sánchez que defendía la aplicación del 155. Paco Marhuenda practica un tipo de comentaio más emocional que racional, en el que los argumentos desaparece­n engullidos por la arbitrarie­dad de los deseos.

También es verdad que el género tertuliano propicia que sea así. La acumulació­n masiva de tertuliano­s transmite una teórica sensación de pluralidad, pero, en la práctica, multiplica la estridenci­a y el brochazo superficia­l. Sobre el escaso realismo de propuestas parlamenta­rias pensadas para alimentar este círculo vicioso, Jaume Roures, que acaba de contratar a Joaquim Forn a tiempo parcial, dice (Catalunya Ràdio): “Menos la dictadura del proletaria­do, el Parlament lo ha votado todo”.

Otro tic tertuliano: explotar a tope un tema concreto con la idea de que no durará y sentirse incómodo cuando el tema se empeña en persistir. No estoy hablando del proceso, que persiste por razones ontológica­s, sino de la crisis mundial de salud provocada por la epidemia del coronaviru­s. La semana pasada, las autoridade­s y los organizado­res del Mobile World Congress compartier­on una conferenci­a de prensa demencial, que confirma lo que dijo

Los argumentos son engullidos por la arbitrarie­dad de los deseos

Iñaki Gabilondo en Hoy por hoy (Ser): “Se comprende pero no se entiende”. La comparecen­cia fue un festival impune de fintas retóricas. Quizá buscaban la solidarida­d de urgencia de algunas empresas perjudicad­as por la anulación del Mobile, que han encontrado en la política del outlet el modo de recuperar parte de la inversión. Las explicacio­nes de los políticos y organizado­res rezuman la desesperac­ión de la liquidació­n y del precio de coste.

Más apelacione­s solidarias: la Caixa de Solidarita­t reclama un esfuerzo de la población para pagar las fianzas de los condenados. Pero no todos se pueden beneficiar de ella. Al exconselle­r Santi Vila, por ejemplo, se le mantiene la condición de traidor y apestado. A Vila le está pasando una cosa curiosa: cuantos más libros y artículos escribe para explicar su posición durante los días fatídicos de septiembre y octubre del 2017, más odio provoca entre los que, aunque no lo entiendan, quizá deberían intentar comprender­lo.

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