El Thyssen ilustra el cenit y el declive de Rembrandt
Primera monográfica del pintor de Leiden como retratista
Rembrandt está considerado como el pintor holandés más importante del siglo XVII. Pero, si bien adquirió fama desde joven, nada le resultó gratis y enseguida tuvo que batirse duramente el cobre con sus colegas. De eso va la exposición Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670, que el Museo Thyssen acoge desde hoy hasta el 24 de mayo. Es la primera monográfica sobre el Rembrandt retratista.
En la muestra, la obra del artista de Leiden aparece confrontada con la de sus más directos competidores. Así, a través de la comparación entre 39 piezas suyas y medio centenar largo de otros 35 pintores de la época, la exposición permite apreciar la evolución de Rembrandt desde que empezó a cultivar el retrato en 1632 –cuando abandonó Leiden para hacer fortuna en Amsterdam– hasta que en los años 50 y 60 de la centuria su tirón fue decayendo a la vez que su situación financiera se complicaba. Es, en palabras del director artístico del museo, Guillermo Solana, la historia de la ascensión y declive” de Rembrandt, aunque la caída sólo fue “social” –remarcó– y en ningún caso artística.
Cuando Rembrandt llegó a la capital holandesa a finales de 1631, la ciudad contaba con numerosos pintores que se beneficiaban de una enorme demanda. La urbe florecía y tanto la nobleza como los comerciantes prósperos, los propios artistas, los gremios y las sociedades cívicas encargaban retratos sin parar. Retratos individuales, familiares y de grupo.
Rembrandt despuntó entre sus colegas gracias a su peculiar estilo. Desde su experiencia en la representación de historias mitológicas y religiosas, sabía dotar a sus retratos de un cierto relato, así como de un especial dinamismo que sugería interacción con el espectador.
El joven de Leiden se mostraba más interesado en la representación de los caracteres más que en el parecido físico de los retratados. Se centraba en sus rasgos esenciales y sus emociones. Y utilizaba el claroscuro con profusión y maestría. Como señaló el comisario de la muestra, Norbert Middelkoop, Rembrandt experimentó con distintos efectos y estilos de pincelada, primero en personajes de fantasía y más adelante en modelos reales.
En todo caso, siempre se mantuvo siempre fiel a su forma de pintar y a sus convicciones, sin dejarse influir o presionar por los clientes o por otros pintores. Lo cual terminó por pasarle factura. Pues mientras la moda evolucionaba en un dirección determinada y otros muchos artistas la secundaban, él también progresaba pero lo hacía por sus propios fueros. Incluso algunos de sus propios alumnos y colaboradores se convirtieron en grandes retratistas y con el tiempo también le sobrepasaron en éxito, caso de Ferdinand Bol, Gerbrand van den Eeckhout y Govert Flinck.
La exposición del Thyssen sigue un orden cronológico a lo largo de nueve áreas. Las primeras salas están dedicadas a la tradición del retrato antes de la llegada de Rembrandt a Amsterdam. Les siguen espacios centrados en sus comienzos como retratista y en la competencia con sus rivales. El recorrido termina en los años finales, donde se comprueba el contraste entre sus obras, la mayoría prácticamente monocromas, y las de unos contemporáneos más en línea con los usos cambiantes del momento.
Sirve como epílogo una última sala con los trabajos de Rembrandt como grabador –con una buena selección de retratos privados y autorretratos–, más el fragmento que quedó, tras un incendio, de La lección de anatomía del doctor Jan Deijman.
Es una de las grandes exposiciones del año en Madrid.
UN PINTOR DE CARÁCTER Rembrandt no se dejaba influir o presionar por clientes ni por otros pintores
NARRADOR
Desde su experiencia con la mitología, el de Leiden sabía dar una narrativa a los retratos