La Vanguardia

De churros y buñuelos

- CARLOS ZANÓN

En 1899 se publicó en EE.UU. La ciudad esmeralda, un texto de L.frank Baum con ilustracio­nes de W.W. Denslow, que todo el mundo conocería como El maravillos­o mago de Oz. Su protagonis­ta es Dorothy, huérfana que vive con sus tíos y con la inseparabl­e compañía de su perro Toto. Un tornado la llevará a un país extraño gobernado por un mago que no se deja ver. Ese país estará lleno de personas diminutas, brujas tan poderosas como malvadas así como bestias antropomór­ficas (no, no son españoles, señor Torra). Durante sus aventuras, Dorothy hace amigos ciertament­e mejorables, tipos como un hombre de hojalata que estudió en el Liceu Francès, un espantapáj­aros sin cerebro probableme­nte asesor de campaña electoral y un León que lloraba sin lágrimas, y resigue una carretera de ladrillos amarillos (sin que nadie de Ciudadanos pinte de noche con dos franjas rojas). Oz, que así se llama el misterioso mago, llega a decir en el libro: “Ordené que construyer­an esta ciudad y mi palacio, y ellos lo hicieron bien y de buena gana. El país era tan verde y bonito que puse anteojos verdes a todo el mundo para que lo vieran todo verde”. La clase política quiso salvar el pellejo durante la recesión y acabó pintándose la cara de verde y de amarillo. Pero lo que quedó claro es que después de matar al Padre Ladrón, el catalanism­o fue mordido por una araña radiactiva y Puigdemont entendió que ese catalanism­o necesitaba un producto irresistib­le mientras mutaba. Estados Unidos entendió a Oz como creador de sueños, y Puigdemont entendió a una clase media necesitada de un relato épico low cost.

Hasta Perpiñán han acudido muchísimos catalanes, tantos que excedieron previsione­s y recinto. El éxito inapelable de convocator­ia se incrementó con la asunción de más sacrificio­s en forma de esperas bajo el sol a un público que contaba con una media de edad elevada. Las esperas fueron ocasionada­s por intentar que pudieran llegar los rezagados. La ilusión era poder ver y oír al president Carles Puigdemont a escasos kilómetros de nuestra frontera. Para ello valía la pena madrugar, desplazars­e varias horas, largas esperas. Como indican Mercè y su marido, Geoffrey, “queremos que se sepa en España que lo volveremos a hacer. Y que hemos de estar unidos”.

Puigdemont es todo para la causa. Aunque ese todo se traduzca, hoy por hoy, en poco o casi nada.

Puigdemont ganará todas las elecciones que quiera, y sospecho que las quiere todas. A Oriol Junqueras, este acto electoral le debe de haber supuesto como escuchar un partido por la radio en el que sólo vale el 0 a 0 y los otros no dejan de chutar a portería. Es obvio que ERC tiene un plan. Pero queda saber si los hoy convocados por el mismo precio (es decir, gratis a excepción de terceros presos y exiliados) van a aceptar vivir con la renuncia que implica lo posible pudiendo por el mismo precio vivir sin renunciar a lo imposible. Nada de negociacio­nes: o todo gratis (sin que nos toquen nóminas y pensiones, fines de semana y lo cotidiano) o nada también gratis (sin 155 y ni tan siquiera Govern).

La voz de Junqueras ha estado presente pero, a ratos, se le ha silbado. Clara Ponsatí lo ha dejado claro. La mesa es un fraude, un ganar tiempo para Sánchez. Ponsatí, a ratos Cantar de los Cantares, a ratos Libro de los Muertos, aboga por movilizars­e y partirse la cara. Siempre parece sincera. Como cuando habló de farol. Para Puigdemont y Comín, tener de telonera a Ponsantí es como tener a Jerry Lee Lewis y ellos ser Chuck Berry. Sale, habla y, al salir deja el piano en llamas y te dice “Supera eso, nigger”. Quizá por eso, Comín y Puigdemont han tenido un perfil más bajo y uno ha echado de menos más emotividad, teniendo en cuenta el esfuerzo realizado por tanta gente. Comín lo ha intentado, pero lo de llamar franquista­s a un gobierno con Irene Montero y Pablo Iglesias ya no lo luce tanto como cuando estaban Soraya Sáenz y Mariano Rajoy. Ha vuelto a pedir sacrificio­s, y en su caso produce el mismo efecto que cuando tu cuñado –que la última factura que pagó con IVA iba en pesetas– habla de compromiso social: raro. Comín, al lado de Puigdemont, tiene perfil de personaje shakesperi­ano al que atraviesan con una espada por encontrars­e detrás de una cortina tanto como, en un western, de médico perdido por el alcohol que se redime en el último suspiro pidiendo agua caliente y toallas. Con él, nunca sabremos nada de cierto.

El president ha salido frío y quizás demasiado condiciona­do para criticar una mesa de negociació­n en la que él ha colocado a tres personas de su confianza, pero tanto las animadoras del acto como la selección musical indican que el Comitè de Defensa de la República tiene margen de mejora. Mucho, de hecho. Pero con todo, ha exhibido músculo en su guerra fratricida con ERC por conseguir imponerse en todo el tablero. Pero poco más. Comunicati­vamente no ha dado nada. Media docena de buñuelos de viento. Ni siquiera nos ha mentido. Algo que ya no importa mucho porque luego, ya lo medio arreglamos, y dije que haría pero no hice lo que dije, y todo se entiende y se perdona porque uno quiere a sus hijos hagan lo hagan.

Joaquim, que es miembro de Poble que Canta, una coral con miembros de todas las tierras catalanes, no parece confiar en la actual situación política, pero cree que actos como el de hoy son necesarios como reafirmaci­ón. Las estelades colgadas en modo capa superhéroe son la tendencia –y todo el merchandis­ing que puedas imaginar– para un público clase media alta o, si no, sin problemas para llegar a fin de mes, compatriot­as tuyos con los que coincides en los desplazami­entos de balonmano de tu hijo, en un concierto de Bruce Springstee­n o cantando en Els Luïssos, sector sénior. Sin café, pero con refrescos y churros con chocolate “Spécialité espagnole” (ahí, jugando al límite).

En la cola de estos, un independen­tista cuerdo trataba de hacer entrar en razón a uno mochales –que en una peli de Hollywood interpreta­ría Mel Gibson y conduciría un taxi– que aseguraba que hoy matarían a Puigdemont. Que habrían pagado 500 euros a un voluntario de la ANC y, tal y como había sucedido con Gandhi, Kennedy y con Lennon, los sueños siempre acaban así. Les interrumpe un tipo de etnia gitana que grita a la cola de la churrería: “Viva España, viva la República y viva el Rey (¿ein?)”, a lo que el conspirano­ico le dice al indepe normal: “O uno de estos. Es gitano, ¿qué quieres?”. El cuerdo alza una ceja y el otro matiza: “Los gitanos franceses hablan francés. Es un ñordo. Vengo de Nueva York. Estoy informado y va a pasar”. Por fortuna, hoy habrá salido decepciona­do. Los churros también fueron decepciona­ntes.

Puigdemont salió frío, exhibió músculo en su guerra fratricida con ERC por imponerse en el tablero, pero poco más

 ?? PERE DURAN / NORD MEDIA ?? Un asistente al acto independen­tista de ayer en Perpiñán exhibe una urna del referéndum del 1-O
PERE DURAN / NORD MEDIA Un asistente al acto independen­tista de ayer en Perpiñán exhibe una urna del referéndum del 1-O
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain