La Vanguardia

Viaje a la otra Dinamarca

La atención de los candidatos demócratas a una paupérrima localidad de Carolina del Sur divide a sus habitantes

- BEATRIZ NAVARRO Denmark Correspons­al

Las búsquedas en Google sobre una localidad llamada Denmark se dispararon este verano después de que varios aspirantes demócratas a la Casa Blanca hablaran de ella en un debate televisivo. Como los candidatos que han visitado la Dinamarca de Carolina del Sur han comprobado, esta ciudad fantasma de 3.000 habitantes en nada se parece a Escandinav­ia, y no sólo por el negro de la piel de la mayoría de sus habitantes, las palmeras que dan la bienvenida en la vecina localidad de Norway o el cartel de “Trump 2020” que saluda al viajero en Sweden.

En Denmark, el agua del grifo a veces sale de color marrón, las madres tienen miedo a ir a la calle para no verse atrapadas en un tiroteo y los baños de la escuela pública, situada en el llamado corredor de la vergüenza, están corroídos por el óxido. La Dinamarca del Sur es también un lugar donde la Iglesia está más presente que el Estado y los vecinos se han puesto al fin en pie para reclamar mejoras. La llegada en procesión de varios candidatos (Bernie Sanders, Tom Steyer, Cory Booker, Beto O’rourke, Marianne Williamson...) no ha hecho sino ahondar la división de esta paupérrima localidad sobre cómo afrontar sus problemas. ¿Darles publicidad o resolverlo­s desde dentro? Hace poco, una empresa que planeaba invertir allí se dio media vuelta.

Fundada en 1830, Denmark debe su existencia y su nombre a la llegada del ferrocarri­l, gestionada por un funcionari­o apellidado Denmark. Las 700 plazas del antiguo cine, un edificio art déco, recuerdan que la ciudad vivió tiempos mejores que los que sugieren las persianas bajadas de las tiendas de su desierta main street (calle principal) o las casas destartala­das en que viven muchos vecinos, el 90% de ellos negros. Llegó a tener 4.400 habitantes, pero las fábricas que la hicieron florecer en el siglo XX cerraron en los años ochenta, y nunca levantó cabeza.

“Aquí sólo viven jubilados. No hay trabajo. Todo ha cerrado. Mis hijos también se fueron”, explica Hang, regente de una ferretería con las estantería­s medio vacías, abierta hace un siglo por la familia de su marido, al que conoció durante la guerra de Vietnam. En 1969 se casaron y se mudó con él a Denmark (“Vivimos a las afueras, en una finca”, matiza). “Doy gracias a Dios todos los días por la bendición de vivir en América”, afirma.

“Este país se fundó sobre la Constituci­ón y la Biblia. Es el país elegido”, tercia su marido desde el fondo de la tienda, donde suena una emisora religiosa. El problema, dice, es que la gente no se esfuerza y los políticos les dan todo regalado para tenerlos de su lado. “Si no trabajas, estás ofendiendo a Dios. Pierdes el respeto por ti mismo. Vendrán otros y te esclavizar­án. Por eso tenemos tanta pobreza”, concluye Frank, blanco, que a la vuelta de la guerra trabajó en una de las desapareci­das fábricas locales.

La pobreza está omnipresen­te en Denmark. “Yo quiero irme de aquí antes de que todo cierre”, dice Tiaune, una joven de 19 años, madre de un bebé de 12 meses, que dejó los estudios y trabaja como cajera en uno de esos supermerca­dos de bajo coste del condado que han condenado a la extinción a las pequeñas tiendas en la América rural. No sabía nada de las primarias que ayer celebró Carolina del Sur, pero sí sufre la cricuestió­n sis que ha puesto en el mapa a Denmark, donde se mudó por su novio.

“Dicen que se puede beber, pero creo que es más seguro comprarla embotellad­a. A veces abro el grifo y sale marrón”. La falta de oportunida­des y la violencia son los otros problemas de la otra Dinamarca. “Vivo cerca del barrio donde hay más tiroteos. A veces estoy en casa con mi bebé y oigo tiros fuera. Me da miedo salir. Tampoco voy a partidos

En la otra Dinamarca, el agua del grifo sale marrón y las madres tienen miedo a salir a la calle por los tiroteos

“La mayoría de los candidatos no vino para hablar con nosotros, vino para luego poder hablar de nosotros”

de béisbol o fiestas, porque puede haber tiros”, explica.

“Algo positivo que hay aquí”, añade Tiaune, son los torneos deportivos que se organizan para “dar algo que hacer” a los chavales y evitar que se metan en líos. De paso, se van cenados a casa. La iniciativa vino de la asociación Denmark Cares (Denmark se preocupa), impulsada por Letitia Dowling. “Empezó como un programa de verano”, financiado con donaciones. Los padres estaban tan agradecido­s que se amplió, explica Dowling, una afroameric­ana decidida a cambiar la suerte del lugar donde han vivido tres generacion­es de su familia.

“Hay mucha necesidad en Denmark y aunque no tenemos muchos recursos sí tenemos los medios para hacer cosas. Creo que ha sido una de dejadez”, opina Dowling. Hace dos años se descubrió que durante una década el Ayuntamien­to había usado el desinfecta­nte Halosan, prohibido a escala nacional en el 2008, en uno de los pozos de agua. “Nadie me creyó durante 11 años”, dijo a Sanders una mujer que guardaba en su casa muestras de agua oscura y con posos.

Varios vecinos han denunciado al Ayuntamien­to. Lo acusan de envenenarl­os. Dowling discrepa de ese enfoque. Ha estudiado el caso y sostiene que la ciudad no hizo más que seguir las instruccio­nes del estado. Ahora trabajan para que, además de invertir en sustituir sus viejas tuberías de plomo de la calle, el estado dé dinero a los vecinos para cambiar el tramo final hasta sus casas. No cree que la súbita atención nacional vaya a ayudar a Denmark. Salvo Sanders, que se tomó en serio el tema, dice,“la mayoría de los candidatos no vino aquí a hablar con nosotros; vinieron para luego poder hablar de nosotros”, sostiene.

La activista Deanna Miller-berry, que relaciona la calidad del agua con las enfermedad­es y la elevada tasa de mortalidad infantil que padece la ciudad, fue la persona de contacto para los candidatos. “Hablé con todos porque la ciudad y el estado nos ignoran”, explica esta afroameric­ana. Quería saber “qué planes de justicia medioambie­ntal tienen para el país, porque este no es sólo un problema de Denmark”, además de “tejer alianzas” para conseguir ayudas.

“Todo el mundo me echa la culpa de que esa empresa que quería invertir se fuera. Pero yo no soy quien echó ese químico en el agua, yo sólo lo he denunciado”. Mientras no se resuelva el problema, zanja Millerberr­y, “nadie querrá venir”.

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JIM URQUHART / REUTERS Votantes en Denmark, estado de Carolina del Sur, en las primarias demócratas celebradas ayer
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