La Vanguardia

Conspirado­res de sofá

- Glòria Serra

Corre el rumor de que el Covid-19 ha sido fabricado en unos laboratori­os secretos chinos e, intenciona­damente o por accidente, se ha esparcido para exterminar a la mitad de la humanidad. Una treintena de científico­s han firmado una carta conjunta asegurando que el análisis genético del virus demuestra sin lugar a dudas que se originó en la vida silvestre. Es decir, que el contacto entre los hombres y un animal salvaje, muy posiblemen­te en los indescript­ibles y populares mercados chinos, propició la primera infección. Es inútil. Los amantes de las teorías conspirati­vas ven en la carta intereses ocultos y científico­s comprados. Tampoco les convence el absurdo de que China quisiera desperdiga­r un virus mortal y lo hiciera empezando por su propio territorio, donde ha causado numerosas víctimas además de un golpe mortal a sus intereses comerciale­s y económicos.

Desde que Rusia difundió en el siglo XIX los falsos Protocolos de los sabios de Sión para justificar los pogromos contra los judíos, las teorías de la conspiraci­ón, interesada­s o espontánea­s, han sido un deporte mundial. En el siglo XX parecía que remitían, gracias al crecimient­o en buena parte del planeta de la prensa libre que permite investigar y contrastar la informació­n. La verdad, tarde o temprano, se acaba imponiendo. Pero con el cambio de siglo, la verdad va perdiendo la partida. Muchos ciudadanos prefieren informarse en los grupos de mensajería telefónica o en las redes sociales. Les dicen cosas que les gustan más que lo que ven en los medios de comunicaci­ón tradiciona­les. No se explica de otro modo el crecimient­o exponencia­l de los terraplani­stas, los convencido­s de que la Tierra es plana o, mejor dicho, de que tiene forma de lenteja. Daría risa si no hubiera causado ya una muerte. La de Mike el loco Hughes, un norteameri­cano que se estrelló con un cohete casero cuando intentaba demostrar que el horizonte no se curva en la distancia. También explica el crecimient­o de líderes populistas que basan su éxito en la mentira interesada, como Trump o Abascal.

Las mentiras que fueron verdad sobre cuestiones como el GAL, la ocultación de nazis o los perjuicios del tabaco alimentan a los incrédulos que se creen demasiado listos y hacen crecer los engaños. Pero pensar que nos mienten siempre sólo engorda el miedo, la desconfian­za y los prejuicios. La ecuación perfecta para convertir un problema en un desastre y buscar a alguien que pague el pato. Los chinos son ahora la víctima perfecta.

Pensar que nos mienten siempre sólo engorda el miedo, la desconfian­za y los prejuicios

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain