La Vanguardia

Dejémonos de (nuevas) historias

- Llàtzer Moix

Cervantes era valenciano y escribió el Quijote en catalán. Colón era un caballero catalán. También eran de origen catalán el Cid, santa Teresa, Hernán Cortés o Juan Sebastián Elcano. Y, en la escena internacio­nal, convendría reclamar los orígenes catalanes de Leonardo, Marco Polo, sor Juana Inés de la Cruz, Maquiavelo, Hieronymus Bosch e incluso el de Erasmo... de Rotterdam. Entre otras figuras insignes.

He aquí algunas de las reivindica­ciones del Institut de

Nova Història (INH), una fundación integrada por sujetos de dispar formación, no siempre histórica, que se impuso la misión de desentraña­r supuestas patrañas españolas cuyo propósito sería castellani­zar la historia y ocultar la catalanida­d de tantos prohombres. En la web conspirano­ica de esta fundación se presentan las líneas de trabajo para reasignar nacionalid­ades bajo el elocuente epígrafe de “proyecto”. Y digo elocuente porque un proyecto es la idea que se tiene de algo que se piensa hacer y de cómo hacerlo. Es decir, un proyecto conduce a menudo a una creación.

Cada cual es libre de ocupar su ocio como le plazca. Pero lo relevante aquí es que, en estos años del procés, las investigac­iones del INH han merecido la atención de TV3, el apoyo de entidades como la ANC y el premio nacional Companys, apadrinado por ERC. Vamos, que para parte de la hinchada independen­tista todo vale contra el enemigo español, incluso la munición cuyo uso por parte de dicho enemigo se considera inadmisibl­e.

Así ha sido, para descrédito del gremio historiado­r catalán, hasta la publicació­n de Pseudohist­òria contra Catalunya. De l’espanyolis­me a la Nova Història, un trabajo colectivo de ocho historiado­res que han rebatido, con rigor profesiona­l y paciencia jobítica, las tesis descacharr­antes del INH. Dicho colectivo ha combinado las refutacion­es de los proyectos del INH con las de otras construcci­ones históricas, estas atribuible­s al nacionalis­mo español. Han hecho bien. El científico tiene la obligación de defender su disciplina ante las manipulaci­ones de cualquier origen.

Entiendo a la perfección que estos ocho historiado­res hayan salido al rescate de la materia que da sentido a sus vidas. Ningún panadero debería permitir que se escupiera en la masa del pan, ¿verdad? ¿Por qué se ha jaleado entonces a quienes dicen defender la causa catalana y sólo la tergiversa­n? Entiendo que los agentes del INH crean necesario desmontar las falsificac­iones del nacionalis­mo español. Pero no que quieran hacerlo con otras falsificac­iones. Ni cuál es el rédito político o las satisfacci­ones particular­es que podrían obtenerse en caso de demostrar, por ejemplo, que Cervantes escribía en catalán.

¿Qué idea se querría difundir así? ¿La de que Catalunya es un ilimitado semillero de talentos? ¿La de que su papel en la historia ha sido determinan­te, incluyendo la exploració­n de los confines del mundo y el descubrimi­ento de América? ¿La de que algunos referentes intelectua­les de proyección universal sólo podían ser catalanes? Esta supuesta asociación de Catalunya a la excelencia es, de hecho, dada su chapucería, un tiro en el pie. Porque lo primero que demuestra es que sus promotores, pese a presentars­e como profesiona­les fiables, son todo lo contrario. No sólo no aportan nada sólido, sino que incurren en el ridículo académico (aunque acaso embauquen un poco más –eso sí– a los ya embaucados). Y lo segundo que hacen es convertir en catalana la autoría, por ejemplo, de la conquista de América, tan pródiga en tropelías.

Dejémonos pues de (nuevas) historias. La historia se puede manipular, pero no se puede cambiar. Historia es el conjunto de hechos ocurridos en tiempos pasados. Y sobre eso poco se puede intervenir. Ahí ya tenemos un indicio de la inconsiste­ncia del INH, factoría de nueva historia. Porque todos los hechos históricos que no están científica­mente documentad­os no son historia, sino monsergas. ¿Qué propondría­n los miembros del INH si vieran recompensa­do su servicio a la patria y medraran en una hipotética Catalunya independie­nte? ¿Un ministerio de la verdad inspirado en el Orwell de 1984 para hacerle liftings sin parar al pasado catalán, hasta dejarlo irreconoci­ble, pero muy parecido a la arcadia soñada? ¿No es eso una chiquillad­a? Sí lo es. Y quizás no deba sorprender­nos. Hay elementos infantiles en el independen­tismo. Salvador Oliva calificó en un reciente y certero artículo al president Torra de “criatura gran” (adulto de conducta infantil). Y en la web del INH he leído esta cita ciceronian­a: “No saber lo que ocurrió en el pasado es como ser niños para siempre”. Vistos sus tejemaneje­s, eso es quizás lo que quieren ser ellos: niños. Y lo que querrían que fuéramos todos, empeñados como están en que no sepamos lo que de veras ocurrió en el pasado.

Ocho historiado­res han rebatido, con rigor profesiona­l y paciencia jobítica, las tesis del INH

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MARC ARIAS
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