La Vanguardia

Sexo y ‘grandeur’

- Ramon Rovira

Aprincipio­s del 2017, François Fillon estaba en la cresta de la ola. El ex primer ministro de Nicolas Sarkozy era el candidato de la derecha y lo tenía todo a favor para ganar las presidenci­ales de mayo. Pero una exclusiva de Le Canard Enchainé cambió la historia. La revista satírica reveló que la esposa de Fillon cobró 1,2 millones de euros por un trabajo ficticio de asistente parlamenta­ria. La torpeza con la que el aspirante a presidente de la República Francesa manejó el escándalo hizo el resto.

A pesar de jurar inocencia ante lo que calificó de asesinato político, la candidatur­a de Fillon cayó en primera vuelta. Y en la segunda, Emmanuel Macron, un correoso meritorio, consiguió agrupar los votos conservado­res y de la izquierda, que, aterroriza­da ante el ascenso de la ultraderec­ha, estableció un cordón sanitario a su candidata, Marine Le Pen. Y hasta hoy, que Macron sigue en el Elíseo y Fillon y su esposa se enfrentan a la justicia por el caso Penelope.

El sexo y la política tienen una relación peligrosa en Francia. Benjamin Griveaux, el candidato del presidente Macron a la alcaldía de París, ha tirado la toalla después de que se difundiera un vídeo sexual de su supuesta infidelida­d. El difusor de las imágenes es Piotr Pavlenski, un artista ruso cuya obra más relevante fue clavarse un escroto en un adoquín de la plaza Roja. Mucho peor acabó el caso Caillaux en los albores del siglo XX. En marzo de 1914, Henriette Caillaux, segunda esposa del ministro de Finanzas y favorito a la presidenci­a Joseph Caillaux, descerrajó seis tiros a Gaston Calmette, director de Le Figaro. El periódico se había ensañado con el ministro con todo tipo de ataques, pero la gota que colmó el vaso de la fogosa Henriette fue la publicació­n de una carta que revelaba las relaciones que la pareja mantenía antes de contraer matrimonio. La infidelida­d mostraría la hipocresía del ministro y al tiempo su poca idoneidad para ocupar cargo público. Henriette fue declarada inocente del affaire pasional, pero su marido no volvió a levantar cabeza política.

Anécdotas aparte, hasta ahora los franceses han separado con discreción la vida privada de la actividad pública a pesar de que la nómina de políticos aficionado­s a los humedales de la entrepiern­a es notable. Jacques Chirac y François Mitterrand gobernaron y atendieron dos familias al tiempo, mientras que Valéry Giscard d’estaing y François Hollande fueron campeones en salto de cama, por ejemplo.

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