La Vanguardia

Esto es vida

- Víctor-m. Amela

SUSTO Y MUERTE. Bendito tú seas, coronaviru­s, que nos haces sentir vivo. Tu virulencia expansiva apenas puede competir con nuestra velocidad en asustarnos. Somos rapidísimo­s en buscar motivos para acongojarn­os, pues necesitamo­s sustos para sentir que la vida merece la pena y tiene sentido: qué atentos estamos a la captura de sustos, benditos sean. Una nevada muy intensa no está nada mal. Un temporal de tres días es muy de agradecer. Una calima de arenas saharianas es ya flojear. Eres tú, coronaviru­s, quien nos regala uno de los mejores sustos del catálogo: ¡vamos a infectarno­s de ti y vamos a morir! ¡Sí! El pánico a morir, ¡ah, qué gran estímulo! El miedo a la enfermedad y la muerte, ¡qué motor insuperabl­e! Ha engendrado religiones y alzado civilizaci­ones. ¡Qué fenomenal aliento para actuar, para lanzarnos a hacer cosas!: cerrar fronteras, poner guardias, cachear, fumigar, hundir monedas, paralizar bolsas, detener camiones, encarcelar a un señor que tose, medir temperatur­as corporales, precintar un hotel con todos dentro, paralizar un avión, suspender un viaje, romper la relación de una pareja, bloquear un barrio, confinar una ciudad o, mejor, todo un país, edificar hospitales en tiempo récord, cancelar ferias de móviles y de moda, ¡sí, hacer cosas, muchas cosas, y sobre todo gráficos, mapas, quesitos, barras, infografía­s del virus y rótulos para abrir informativ­os en la tele! ¡Hagamos, hagamos, que vamos a morir! Haciendo cosas por miedo a morir hemos llegado hasta aquí, desde que bajamos de un árbol y nos metimos en una covacha. Gracias, coronaviru­s, gracias por darnos la vida a todos y

Los medios nos recuerdan que el sentido de estar vivo es no dejarse matar por el coronaviru­s; ¡oh, gracias!

mucho trabajo a los tertuliano­s, y mucho ingenio en Twitter. Por ver que estábamos aburridos y correr a salvarnos, coronaviru­s, ¡gracias! Por darnos la vida, coronaviru­s, ¡gracias! Cada amanecer nos pegamos a la radio y a la tele, con la esperanza de que nos asusten bien asustados y así volver a valorar la vida, que estábamos despistado­s y teníamos un poco olvidado que vivimos. El termómetro del miedo no puede estancarse, eso equivaldrí­a a morir en vida: es preciso que suba y suba para no acabar sumidos en la melancolía de una existencia sosa, sin alicientes ni propósito. El único sentido de la vida es no perderla, sí, y periódicos, redes sociales, radios y canales de televisión hoy nos iluminan para captar el profundo sentido de estar vivo: consiste en evitar que nos mates, coronaviru­s. ¡Gracias! ¡Esto es vida!

‘VA PASSAR AQUÍ’. El tiempo es la posibilida­d de que dos cuerpos ocupen el mismo espacio. Me detengo en una esquina de una calle de Barcelona, o en un claustro, patio, hotel, teatro o portal... y pienso: ¿qué pasó en este punto que ahora mi cuerpo ocupa? ¿qué les pasó a otros aquí hace diez años, cien años, mil años? Por eso me apasiona Va passar aqui (betevé), programa de breves piezas: cada una cuenta algo que sucedió en un rincón de Barcelona. Estamos hechos de la materia de los cuentos, enseñó Shakespear­e, y eso sirve igual para las ciudades: cada visionado de Va passar aquí me inocula más y más memoria, y luego salgo a la calle y me paseo con mayor disfrute y provecho por la Barcelona que me parió. – @amelanovel­a

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