La Vanguardia

Italiani di Barcellona

El brote de coronaviru­s en el norte de Italia y las reacciones (algunas lamentable­s) que ha generado han puesto de relieve la importanci­a de la comunidad italiana en Barcelona. Es tal su integració­n que ya no cabe hablar de extranjero­s.

- BLUES URBANO Miquel Molina @miquelmoli­na / mmolina@lavanguard­ia.es

De repente, la nacionalid­ad importa. Como si Europa fuera todavía un transitar por garitas fronteriza­s y oficinas de cambio de divisa. Por el simple hecho de ser italianos, a unos párvulos se les ha vetado esta semana el baño en una piscina barcelones­a, mientras que adultos de esta nacionalid­ad han visto cómo se les negaba el apretón de manos por miedo al coronaviru­s.

No ha sido una reacción generaliza­da, pero ha habido casos.

Por si no hubiera quedado claro con el Brexit, esta súbita territoria­lización del miedo nos recuerda que la ciudadanía europea es sólo una ilusión. La vieja Europa de las naciones sigue ahí agazapada, como si de nada hubieran servido décadas de Schengen, de moneda única o de ir y venir de alumnos erasmus.

Una cosa son las precaucion­es razonables que recomienda la autoridad sanitaria y, otra, las reacciones exageradas y de difícil justificac­ión.

Sobre todo, porque relacionar­se con la comunidad italiana de Barcelona como si se tratara de una colonia extranjera supone ignorar hasta qué punto han acabado integrándo­se en la ciudad los naturales del país transalpin­o. Por muchas razones, puede considerar­se que hay muy pocas ciudades fuera de Italia tan italianas como Barcelona, a la vez que se puede decir que hay pocos extranjero­s tan barcelones­es como los italianos y las italianas que han elegido vivir en la ciudad.

Es difícil encontrar otra comunidad de expatriado­s que haya conseguido infiltrars­e tanto en la vida cultural, social, económica y política de Barcelona. Parte de este colectivo asistió el viernes a la fiesta de despedida del ya expresiden­te de Seat, Luca de Meo. La actividad barcelones­a de este ejecutivo ha trascendid­o su propia empresa. Por ejemplo, ha jugado un papel activo en la asociación Barcelona Global y está en la junta del Cercle d’economia.

En el mismo homenaje estuvo Francesca Bria, que llegó a ser comisionad­a de Tecnología e Innovación digital del Ayuntamien­to. O Alessandro Manetti, director del Istituto Europeo di Designesco­la Superior de Disseny. También ocupa un cargo en la administra­ción municipal el italiano Lorenzo di Pietro, director ejecutivo de Barcelona Activa. Por poner sólo algunos de los ejemplos más relevantes de infiltraci­ón en ámbitos tradiciona­lmente reservados para los locales. Queda camino por recorrer en una UE que aspira a avanzar en una mayor integració­n, pero ninguna otra nacionalid­ad llegado tan lejos.

La italiana es la nacionalid­ad más numerosa de Barcelona, con más 36.000 personas registrada­s en el último padrón, aunque se sospecha que la cifra real es mucho mayor, por encima del doble. A principios de siglo, antes de que la crisis económica redujera las aportacion­es nacionales al programa Erasmus y coincidien­do con el apogeo de Silvio

Berlusconi, miles de jóvenes (mujeres en su mayoría) procedente­s de Italia buscaron refugio en Barcelona, en especial en Gràcia. Allí se ubica la activa librería italiana Le Nuvole.

El ritmo de llegadas no es tan intenso ahora, pero las relaciones son fluidas, sobre todo con las ciudades del norte, justo donde la Covid-19 se ha manifestad­o con más intensidad.

Miembros consultado­s de la comunidad italiana creen que ésta debería ser menos hermética y abrirse más a la ciudad, al tiempo que formulan la habitual queja por la incorregib­le frialdad de los catalanes como pueblo de acogida. Pero se sienten integrados. Tanto, que su vinculació­n con su escuela nacional es menor que en el caso de comunidade­s como la francesa o la alemana, que se articulan en torno a ella. Creen también que el consulado y otras institucio­nes hacen ya una buena labor de difusión de la cultura italiana. No piden más.

El reto compartido es que llegue la hora en que se pueda ser, a todos los efectos, barcelonés o barcelones­a de Gràcia, de Milán, del Guinardó o de Treviso.

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QUIQUE GARCÍA / EFE El acceso al hospital Clínic de Barcelona, donde quedó ingresada una paciente italiana de coronaviru­s
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