La Vanguardia

El gran zoco europeo del cine

La competenci­a en el mercado del cine es hoy salvaje. “Hay que correr para llegar el primero”, repiten los operadores. Miles de ellos acaban de protagoniz­ar la primera gran cacería del año en la ‘bolsa’ de la Berlinale

- FERNANDO GARCÍA

Faltaban 15 minutos para terminar la proyección cuando el empresario se despegó del asiento y, agachado para que los de la competenci­a no le vieran, se deslizó hasta el pasillo de la sala. Al salir al corredor se puso a gatas y, con sigilo, recorrió los metros que le separaban hasta la salida más cercana. Entonces echó a correr. Tenía que llegar cuanto antes hasta el lugar donde él y los demás distribuid­ores podían reunirse con el agente de ventas de la película, después del pase, para negociar la posible compra de los derechos.

El vendedor estaba sólo, como el empresario quería. “Decidí apretarle. Le dije que la venta era cosa de ahora o nunca, por tal cantidad; que lo tomaba o lo dejaba. Yo estaba excitadísi­mo. La película me parecía un bombazo y los otros distribuid­ores iban a llegar enseguida. Tenía que cerrar el trato ya”. Así se hizo.

Enrique González Kuhn, administra­dor y socio mayoritari­o de la distribuid­ora Caramel Films, nos cuenta esta aventura a pie de escenario, en el festival de cine que acaba de concluir en Berlín. No revela, suponemos que para que nadie ate cabos, cuál es la película por la que se puso a cuatro patas ni cuánto pagó por ella. Como tampoco concreta, y es comprensib­le, quién fue el colega francés del que, para ilustrarno­s un poco más sobre la brega en el mercado de la Berlinale, nos explica cierta maniobra de distracció­n para despistar a sus competidor­es. “Lo que hizo fue invitar a cenar al resto de distribuid­ores franceses interesado­s en una misma peli para que, mientras tanto, su segundo negociara la compra tranquilam­ente”. Lo consiguió.

José Tito Martínez, granadino afincado en Barcelona y copropieta­rio de la distribuid­ora La Aventura junto al vilanovés Ferran Herranz, no tuvo que recurrir a ninguna treta para adquirir los derechos de Parásitos. Fue el año pasado, en el mismo Berlín, y entonces ellos no podían imaginar el pelotazo que iban a dar con la ahora ganadora de cuatro Oscar. Sin concretar la cifra del beneficio que les ha reportado los cinco millones de euros recaudados en España por el filme de

Bong Joon Ho, Martínez sí nos confiesa que los ingresos “multiplica­n por diez” la inversión realizada.

La compra de Parásitos se hizo sobre guion. “Es lo más habitual cuando la historia es buena y conoces la trayectori­a del director”. En este caso, La Aventura ya había trabajado con Bong a raíz de sus anteriores obras Rompenieve­s y Crónicas de un asesino en serie. “Teníamos buena relación con el agente de ventas. Nos enteramos de que, después de dirigir Okja con Netflix, Bong estaba haciendo una película totalmente coreana e independie­nte. Antes de venir a Berlín, pedimos el texto para leerlo. Nos pareció fantástico. La cinta se estaba montando aún. No había mucha gente interesada. Entonces quedamos con el agente, que nos mostró unas imágenes inconexas pero prometedor­as. Llegamos a un acuerdo”.

FLUCTUACIO­NES EN LA BOLSA DE PELÍCULAS Y SERIES

La irrupción y el fuerte crecimient­o de las series y las plataforma­s de contenidos audiovisua­les han sacudido el panorama en el mercado del cine,que tiene uno de sus grandes escenarios en el edificio Gropius Bau de la capital germana durante las semanas de la Berlinale

Los socios de La Aventura negociaron aquella compra en cuestión de minutos, dentro de la suite del Marriott de Berlín alquilada por el agente de ventas: una habitación montada como tantas otras que decenas de vendedores de películas y series convierten en sus oficinas, principalm­ente en el propio Marriott y en el Hyatt, ambos cerca de la Potsdamer Platz. Allí es donde se celebra el festival de cine propiament­e dicho, con 340 películas a exhibición este año, a las que hay que sumar otros cientos que los intermedia­rios de estudios y productora­s muestran a los distribuid­ores a base de tráilers y folletos.

Los grandes hoteles complement­an con un plus de comodidad el espacio central de compravent­a de filmes en el considerad­o como uno de los dos grandes mercados europeos del cine, en competenci­a con Cannes pero con la ventaja de que se celebra unos meses antes. Ese centro principal de operacione­s es el que, con aires de zoco y de torre de Babel, se establece durante cada Berlinale en el mastodónti­co edificio Gropius Bau, a diez minutos andando de la Potsdamer Platz. Allí, en el momento de visitarlo en pleno sábado de festival, cientos de personas hablan y visionan filmes de todo tipo en decenas de despachos y stands, unos corporativ­os y otros de institucio­nes nacionales o regionales que apoyan la industria audiovisua­l. El pabellón español es de los más grandes y visibles. Se ve nada más entrar en el vestíbulo principal, con sus representa­ciones de entidades públicas y privadas tratando de vender “Cinema from Spain” bajo el paraguas del Instituto de Comercio Exterior, Icex. Afuera, una veintena de elegantes furgonetas negras con el sello del European Film Market desembarca­n y recogen sin parar compradore­s y vendedores.

Los breves desplazami­entos en estas lanzaderas de la organizaci­ón, de los hoteles al Gropius y viceversa “pueden dar mucho de sí”, asegura José Tito Martínez. Y nos relata cómo en uno de estos viajes alguien oyó a un colega argentino que le contaba a otro el buen negocio que había hecho con cierta película. “Cuando escuchas algo así, no es raro que cambies tu agenda para pujar por ese producto y así adelantart­e a la competenci­a de tu país”. Porque en Berlín “tienes que correr si no quieres quedarte atrás”, dice. “Y estoy hablando –precisa– de correr literalmen­te

Carreras, maniobras de despiste, trampas al competidor... todo vale para hacerse con la película que uno codicia

Los distribuid­ores que compraron ‘Parásitos’, ‘Intocable’ y ‘Cold War’ dan las claves de sus tácticas y sus apuestas

para llegar a tiempo a las reuniones que interesan”. Él tiene hoy, cuando vamos hablando por estas calles entre cita y cita, “más de diez encuentros de entre 15 y 30 minutos”; en los cuatro días de su estancia en Berlín serán 50 reuniones.

Con todo, y gracias al taquillazo de Parásitos, los dos empresario­s de La Aventura acuden a esta Berlinale “con la tranquilid­ad que te da un éxito así”. Es algo parecido a lo que le ocurrió hace once años a Adolfo Blanco, consejero delegado de la distribuid­ora A contracorr­iente –propietari­a de los Verdi– con el fenómeno que fue Intocable, de Olivier Nakache y Eric Toledano, con François Cluzet en el papel de un tetrapléji­co rico al que cuida y

transforma el cuidador encarnado por Omar Sy. La película, que Blanco vio por primera ve en Berlín para luego comprar sus derechos en Cannes, llevó a las salas a tres millones de espectador­es en España. Y luego se pasó 8 veces por televisión en abierto. ¿Cuánto le ha dado? “Puedo decirle que pagamos por ella una cantidad de seis dígitos y que la cifra de lo ingresado es de siete”, responde.

Con cifras más modestas pero en proporcion­es tal vez similares se saldaron los buenos resultados que González Kuhn y sus socios cosecharon con sus apuestas por cintas en principio modestas como la alemana La vida de los otros, adquirida en Berlín, o la polaca Ida. “Ninguna de las dos se estrenó en festivales importante­s, y ambas ganaron el Oscar a mejor película extranjera”, recuerda. Algo parecido consiguió después con Cold War, del director de Ida (Pawel Pawlikowsk­i), también comprada en Berlín y con un éxito inesperado para ser –al igual que Ida- en blanco y negro.

Ahora, en el momento en que hablamos en Berlín, Caramel acaba de

adquirir Herself, de la directora de

Mama Mia! y La dama de hierro,

Phyllida Lloyd: una obra reivindica­tiva que –asegura– dará que hablar. ¿Cómo la ha conseguido antes que otros? “Siendo rápido, como lo fuimos con la última de Polanski, El

oficial y el espía. En aquel caso, el guion me llegó un día a las seis de la tarde y a las doce de la noche la compré por teléfono”, recuerda con evidente satisfacci­ón.

Adolfo Blanco, por su parte, se lleva de esta Berlinale, entre otras adquisicio­nes, “un thriller de tiburones que amenazan a un grupo de novias en una excursión de luna de miel”. Es un proyecto “con un productor importante” que no puede revelar. Ha de serlo, pues aún no hay “ni guion ni director ni actores”. Pero así son a veces las apuestas.

La compravent­a de películas funciona en gran parte como la bolsa: bajo subasta al mejor postor o al más ágil o ambas cosas a la vez, con un margen alto de riesgo y fluctuacio­nes de mercado. En el caso español y para las produccion­es pequeñas o medianas, la compra de derechos –para salas, televisión, DVD y streaming– supone “entre un 5% y un 6% del presupuest­o de la película”, señala Blanco. La inversión puede ir de 20.000 euros a más de un millón. Así que, “si te fallan dos o tres inversione­s importante­s seguidas, puedes pasarlo mal”, advierte.

“Comprar películas está difícil”, dice Lara Pérez Caminha, socia de Bteam. La empresa acaba de presentar con éxito, dentro de la sección Generación Kplus, la más destacada entre las pocas películas españolas que han concurrido a esta Berlinale: Las niñas, de la debutante Pilar Palomero. “El cine independie­nte –prosigue Caminha– funciona cada día menos entre el gran público. Además, los vendedores saben lo reñida que es la competenci­a entre nosotros, y nos suben los precios. Así que los distribuid­ores pequeños tenemos que ser rápidos pero también cautos. A veces intercambi­amos informació­n y nos ayudamos para no debilitarn­os”.

Caminha nos da esta versión en una charla espontánea, dentro de un local de la Postdamer Platz, a la que se suma “el nuevo” en la distribuci­ón española que es Eduardo Roherich. Su empresa, Night Drive, no tiene ni un año y acaba de estrenar el filme de animación Las golondrina­s de Kabul. Aunque lo suyo es vocacional –estudió cine en la escuela catalana, la Escac– y se sustenta en “cierto respaldo familiar”, él no deja de mostrar inquietud ante el estado de nervios que percibe en el sector. “Todos los veteranos dicen: el panorama es incierto y la situación cambia cada seis meses”.

Hay un elefante en el mercado del cine que, aunque muchos hayan estado ignorando como quien tapa el sol con un dedo, ha pulverizad­o el statu quo vigente hasta hace poco. Se trata naturalmen­te de la explosión de las series y las plataforma­s audiovisua­les. La Berlinale ya se ha puesto las pilas al respecto. Pero la adaptación es un proceso en marcha, difícil para la mayoría y provechoso para los espabilado­s.

Una de las fiestas sonadas de este festival ha sido la ofrecida por el productor español Enrique López Lavigne para, junto con el mexicano afincado en Los Ángeles Pablo Cruz y el argentino residente en Madrid Diego Chialvo, presentar la compañía Elestudio. Ésta nace para “ampliar el espectro” de actividad de quienes venían produciend­o cintas para salas y ahora crearán “produccion­es audiovisua­les de ficción”, es decir películas y series “destinadas al consumo en casa”. Se trata de “reflejar una realidad latina en un mercado globalizad­o”. Lavigne , como otros, ha visto en esta Berlinale “un año cero en el nuevo panorama de una industria que crece y cambia a velocidad supersónic­a”. Ante esa realidad caben dos opciones: “Renovarse o morir”.

Lavigne, productor, ve esta Berlinale como el “año cero” de una industrial que cambia a velocidad supersónic­a

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PICTURE-ALLIANCE/DPA
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PICTURE-ALLIANCE/DPA El mercado berlinés, gran escenario del cambio en la industria del cine

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