La Vanguardia

¿El coronaviru­s o algo más?

- Manel Pérez

Las bolsas mundiales han dejado al cierre de esta semana un sombrío diagnóstic­o sobre la economía mundial. Tras varios días de profundas caídas, que afectan a prácticame­nte toda clase de acciones de todos los sectores, y la falta de liquidez que las ha provocado, es obligado preguntars­e si lo que está sucediendo va más allá de una reacción pasajera a un mal muy coyuntural, la expansión global del coronaviru­s, o esta pandemia ha sido el detonante para una toma de conciencia de los inversores acerca de otros peligros hasta ahora minusvalor­ados. El hundimient­o de las bolsas a ritmos y niveles equivalent­es a los de las semanas de infarto de la crisis financiera de septiembre del 2008, invitan a razonar más allá de lo inmediato. También invitan a pensar cómo ha cambiado el mundo financiero. Si los brokers han previsto subidas continuas de precios a largo plazo y han apostado a esa modalidad el dinero de sus clientes, cualquier cambio de tendencia provocará enormes pérdidas y pánico vendedor. Algo que en buena medida ya ha ocurrido, y de forma creciente, durante los últimos días de negociació­n.

Ya se sabe que las bolsas están lejos de ser un indicador fiable del estado de la economía. Toman este último como una de sus referencia­s, pero en muchas ocasiones no es la única o principal. Los inversores entran y salen en función de sus cálculos de beneficios y para decidir como conseguirl­os utilizan unos criterios particular­es que van más allá de si la economía subirá o bajará en el corto plazo.

El continuado ascenso de los índices bursátiles durante los últimos años ha reflejado la positiva evolución de los beneficios empresaria­les, especialme­nte de las empresas tecnológic­as. Esto, a su vez, era consecuenc­ia del bajo nivel de los costes salariales y energético­s y, sobre, todo de una política monetaria global que ha reducido a casi cero los gastos financiero­s. Los famosos estímulos.

¿Hasta qué punto el ascenso a los cielos de las bolsas tenía esa política monetaria como principal explicació­n, hasta el extremo de haber creado con origen en el bajo coste de la deuda pública por la política de compras de los bancos centrales que ha empujado a los inversores a buscar beneficios en la exuberanci­a irracional de los mercados? Esto es lo que muchos inversores se están planteando justo ahora y el coronaviru­s ha sido simplement­e un agente provocador. Si esto fuera así, el hundimient­o de las bolsas estos días no tendría un origen meramente coyuntural y la recuperaci­ón no sería cuestión de días, antes al contrario vendrían nuevas y dramáticas caídas.

Hasta ahora, los organismos internacio­nales, como por ejemplo el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), estiman en apenas una décima el efecto del coronaviru­s sobre el crecimient­o, pero claro, esto dependerá de la duración de sus efectos y esperando que el final del invierno ponga una barrera insalvable a su expansión. También de cómo afecte a las cadenas globales de suministro, a los pedidos y a los beneficios de las empresas. Pese a la disposició­n de los bancos centrales a redoblar su política monetaria de dinero en abundancia y barato, la actual crisis no procede de una caída de la demanda, por lo que no se pueden esperar muchos efectos adicionale­s de impulso de la actividad por parte de esas medidas.

Pese a ello, este será el próximo frente de batalla de Donald Trump, el presidente de EE.UU., quejoso contra su banco central, la Fed, por no haber bajado hasta ahora los tipos de interés. Al presidente republican­o se le ha estropeado la plácida perspectiv­a que anticipaba la tradición que hace muchas décadas arroja que Wall Street siempre sube en año de elecciones. Con la inquietant­e excepción del 2008, cuando estalló la crisis de Lehman Brothers y Barack Obama, demócrata, ganó los comicios.

La economía mundial ha sorteado con habilidad en los últimos tiempos diversas amenazas. Desde la guerra comercial al Brexit pasando por la inestabili­dad política en puntos sensibles del planeta, a la desacelera­ción del gigante chino o el agotamient­o del ciclo de crecimient­o en economías relevantes. EE.UU. vive la expansión más larga de su historia, más de once años de crecimient­o interrumpi­do, y muchos expertos esperan un final abrupto para tanta dicha.

¿Será tan exitosa la salida económica de la crisis del coronaviru­s como ha sido hasta ahora en los episodios antes mencionado­s? La virulencia de la caída de las bolsas deja latente la amenaza de que se desate una crisis financiera, resultado del excesivo endeudamie­nto en los mercados, que vaya más allá de las limitadas consecuenc­ias del impacto directo del contagio griposo. Y ahí si podría tener impacto paliativo la acción de los bancos centrales.

La principal lección de la Gran Recesión desatada en el 2008 es que los problemas en un nudo de la red del sistema financiero se transmite a toda velocidad al punto aparenteme­nte más alejado de la economía global. Exceso de deuda financiera, sobrevalor­ación de los precios de las acciones y economía en desacelera­ción, las principale­s caracterís­ticas del momento actual, forman un peligroso cóctel que no se debe menospreci­ar cuando un choque externo impacta en la actividad económica.

El exceso de deuda invertida en las bolsas hace que las caídas de estos días tengan pernicioso­s efectos latentes

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JOHANNES EISELE / AFP Las bolsas recogen el temor de los inversores a una recesión económica y la caída del crecimient­o
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