AVALANCHA HUMANA SOBRE GRECIA
Grecia declara alerta máxima por la ola de migrantes inducida por Ankara
Una avalancha de miles de personas, entre refugiados e inmigrantes económicos, se ha lanzado en los últimos días desde Turquía sobre las fronteras terrestre y marítima de Grecia, que ha solicitado la ayuda de la UE. Un niño sirio murió ahogado frente a la costa de la isla de Lesbos. Bruselas instó ayer a Ankara a cumplir los acuerdos firmados.
“Es una invasión”, dice en televisión el ministro griego de Desarrollo.
“Turquía no sólo no persigue a los traficantes de personas, sino que se ha convertido en uno”, añade un compañero de Gabinete.
Así suena el lenguaje de la “alerta máxima”, declarada el domingo por Atenas para protegerse de lo que considera un asalto a sus fronteras alentado por Ankara.
Una vez más, los migrantes se han convertido en peones de un juego político en el que no tienen voz ni voto. Un juego que va en serio. Un niño sirio fallecía ayer ahogado frente a la isla de Lesbos al volcar el bote en el que lo habían metido.
Angustiada por el súbito aumento de infiltraciones, Atenas advirtió ayer que las solicitudes de asilo de aquellos que crucen ilegalmente durante el mes de marzo serán rechazadas sistemáticamente. Sin embargo, fuentes de la ONU han apuntado que la condición de refugiado no puede ser escamoteada.
También los magistrados griegos se han unido a la cruzada. Un tribunal condenó ayer a los primeros detenidos por haber cruzado ilegalmente la frontera terrestre greco-turca a cuatro años de cárcel y una multa de 10.000 euros. En total, desde la madrugada del sábado, han sido detenidas 183 migrantes sin papeles procedentes de Turquía.
La carga derivada de guerras lejanas, en las que nada tiene que ver Grecia, han colmado muchas paciencias. Sobre todo en el eslabon débil de las islas del Egeo, reconvertidas en cárceles de la UE al aire libre. Allí la simpatía hacia los solicitantes de asilo hace tiempo que se agotó. Pero su utilización como ariete por parte del secular enemigo turco ha endurecido aún más las actitudes.
Miltos, nativo de Lesbos, conoce bien el miserable y abarrotado campamento de Moria por haber entrado allí docenas de veces en su ambulancia. “La situación en la isla es muy mala desde el domingo, cuando entraron en botes pequeños unas cuatrocientas personas desde Turquía –1.200 a última hora de ayer– que se suman a las 40.000 que ya había”, explica a La Vanguardia.
“La gente de aquí está muy enfadada, nadie los quiere y algunos se tomaron la justicia por su mano. Algo malo va a pasar y será por Turquía”, predice.
El nuevo Gobierno conservador de Nueva Democracia abonó el terreno con descalificaciones genéricas de las organizaciones humanitarias. Declaraciones que no desmerecerían a un Viktor Orban,
pero que han quedado camufladas por el nuevo tratado de defensa suscrito con Estados Unidos, a los que cede una base militar cerca de los Dardanelos.
Turquía también asegura –aunque Grecia lo niega– que un sirio, que aparece ensangrentado en un vídeo, murió al ser repelido por la guardia fronteriza griega. A medida que se desvanece la esperanza de burlar masivamente a la guardia fronteriza y desbordar los límites de la UE, los intentos se reparten por grupos más pequeños a lo largo de los diez kilómetros de frontera terrestre.
Y cada vez más, por la frontera fluvial del Evros, donde barqueros vuelven con la barca vacía y los bolsillos llenos. Los refuerzos militares en estas lindes podrían provocar un repunte, en cuestión de días, del recurso marítimo por el Egeo, vía tradicional del 80% de las infiltraciones.
Tras el hostigamiento de anteayer a oenegés y solicitantes de asilo, Miltos sabe que la internacional cooperante que brilla en Mitilene está a dos minutos de sentenciar que en Lesbos son todos unos fascistas. “Habría que explicarles que el pueblo que queda cerca de donde desembarcan gente se hizo famoso en toda Grecia porque, de tan comunista, en la final de la Eurocopa de Baloncesto de 1987 apoyaban a la URSS antes que a Grecia”.
El niño fallecido ayer por la mañana frente a Lesbos viajaba en un bote con cuarenta y siete inmigrantes y refugiados, que zozobró. Según la guardia costera, la balsa fue acompañada por una embarcación turca hasta la linde marítima y, una vez allí, fueron los migrantes los que hicieron volcar la embarcación para forzar su rescate en aguas griegas.
Según la guardia costera, esta es una práctica común recomendada por los traficantes para forzar el salvamento marítimo. Sin embargo, ayer se difundieron también imágenes de una patrullera maniobrando rápida y peligrosamente junto a otro bote para ha
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