La Vanguardia

El espíritu de Perpiñán marcará tendencia

- Sergi Pàmies

Resonancia muy notable de la masiva concentrac­ión independen­tista de Perpiñán. Se interprete desde el fervor acrítico o el fanatismo tergiversa­dor, la evidencia refuerza el carisma irreflexiv­o de un Carles Puigdemont preparado para un próximo asalto electoral. De todos los expresiden­tes que soporta la política catalana y española, Puigdemont es el que está en mejor forma. Mantiene la coherencia del agravio y un ideario en el que Kosovo es referencia y, como le explicó ayer a Mònica Terribas, en el que unilateral es sinónimo de firmeza. Que un concepto tan tristement­e castrista como el Consell per la República no haya sido desactivad­o por un consenso de decencia demuestra que, en tiempo de epidemia populista, es un error menospreci­ar la influencia de Puigdemont.

Los otros expresiden­tes viven momentos más estables (y flácidos). Mariano Rajoy ejerce de guarnición electoral en Galicia. José María Aznar y Felipe González hacen una pésima imitación de las giras de Serrat y Sabina. Mas promociona un libro de memoria selectiva en el que abusa del rictus si-por-mi-fuerano-me-presentarí­a-pero-si-insistís-me-presentaré.

José Montilla dice cosas sensatas que nadie escucha. Jordi Pujol gestiona el alud de solicitude­s de la entrevista que finalmente ha concedido sabiendo que ningún formato convencion­al puede asimilar tantas horas de justificac­iones acumuladas. Desde las entrevista­s de Jordi Évole (La Sexta) y Albert Om (TV3), Pujol ha sufrido la erosión de unos hechos tan escandalos­os que le obligaban al silencio político y audiovisua­l.

En un contexto tan envenenado, Puigdemont contraprog­rama la estéril ambigüedad de la mesa de diálogo con el vigor del directo. Lo acompaña una banda que rehúye cualquier realismo y puede permitirse la demagogia delirante

De todos los expresiden­tes, Puigdemont es el que está en mejor forma

que el público reclama. La intervenci­ón de Clara Ponsatí es un ejemplo: la radicalida­d que aplaude el asalto al aeropuerto o la insurrecci­ón incendiari­a de Urquinaona es recibida con el fervor retrospect­ivo de quien confunde resistenci­a racional con insurgenci­a recreativa. Toni Comín se apunta al espectácul­o y, risueño como es, está a punto de recuperar aquel mantra tardofranq­uista del “¿Cómo están ustedes?”.

El acto de Perpiñán supera cualquier contradicc­ión porque tiene la infalible coartada de la España tenebrosa que no nos deja vivir. Y aunque las protestas por los atascos de La Jonquera deberían invitar a revisar el ritual de la Meridiana, y pese al inequívoco estatalism­o jacobino de los anfitrione­s, el republican­ismo vocinglero de Puigdemont sigue sumando adeptos con hits como “no puede ser que el sit and talk sea un wait and see”. Es una frase que podría parecer el exceso de un guionista en crisis, pero que, por desgracia, es pura consigna de presente y de futuro.

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