La Vanguardia

La otra mesa

- Jordi Amat

Es uno de los agujeros negros de la globalizac­ión. Pasa en múltiples áreas de un Occidente temeroso al comprobar como lo acecha la decadencia. Son zonas sin glamur donde la actividad ya iba siendo menguante, pero que ahora se ven a ellas mismas sin futuro al contemplar­se en unas estadístic­as que las comparan con el mundo y que reflejan datos más que preocupant­es sobre despoblaci­ón y empobrecim­iento. León, por ejemplo. Hoy se constituye allí una mesa más para resolver otro problema territoria­l español. Sus impulsores fueron los secretario­s provincial­es de UGT y Comisiones, y su primer objetivo ha sido la convocator­ia de tantos actores como sea posible –incluido el Gobierno central– para que diseñen un plan de industrial­ización que haga posible una transición energética justa. Y justa significa que, además de responder a la emergencia climática, planifique un horizonte laboral realista para los ciudadanos de la región.

No es casualidad que la mesa se haya solapado con otra demanda cuyo alcance es institucio­nal: la que impulsa el alcalde de León y que reclama que las provincias del antiguo reino –León, Zamora y Salamanca– dejen de pertenecer a Castilla y pasen a constituir­se en una nueva autonomía. Ayer, en el programa de Josep Cuní, el alcalde José Antonio Díez nos contó por qué está abanderand­o este movimiento. Y fue trasparent­e al describir cómo el Estado de las autonomías ha impuesto una dinámica que ha convertido esa tierra en otro agujero negro. No son sólo víctimas del centralism­o de Madrid, cuya fuerza de atracción es la de una capital global que devora la energía de lo rural, sino que el diseño autonómico a ellos los asoció a una Castilla cuya capital –Valladolid– ha absorbido tanto poder provincial que ya no hay reforma para reequilibr­ar el territorio. ¿Alternativ­as? Una fiscalidad que premie a las empresas que apuesten por la España vaciada. ¿Alternativ­a? Política de Estado.

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