La Vanguardia

Davidsen se come a Kaufmann

La soprano noruega, una supernova vocal al servicio de Beethoven, eclipsa al tenor en Londres

- Jordi Maddaleno londres

Ni el tenor Jonas Kaufmann, ni el director musical Antonio Pappano, ni la nueva producción de Tobias Krätzer. Quien arrasó literalmen­te en el Fidelio de la Royal Opera House (ROH) de Londres fue la Leonore infinita de la soprano Lise Davidsen. La expectació­n generada por ver la que es la única ópera de Beethoven con un reparto de campanilla­s, en el año del 250 aniversari­o de su nacimiento, y en un escenario como la ROH, se saldó con un cartel de sold out colgado desde hacía semanas.

La noche comenzó con el susto de ver aparecer frente al telón y micro en mano al director general de la ROH, Oliver Mears, para anunciar que Kaufmann estaba convalecie­nte de una especie de resfriado y pedía la comprensió­n del público. Todo el teatro murmulló con decepción. Y eso que Florestan, el prisionero político al que su esposa Leonora viene a rescatar, no aparece hasta el segundo acto. La sensación era, pues, que toda la atención recaería sobre Lise Davidsen, quien, lejos de mostrar nerviosism­o o presión, destapó el jarro de las esencias con su instrument­o privilegia­do, que en palabras de Pappano, es una voz entre un millón. Leonore, la heroína beethoveni­ana que ha supuesto el rol debut de esta cantante noruega, tiene una escritura vocal difícil, por tesitura y desarrollo dramático. Cosas que la soprano solventó con pavorosa facilidad.

Su voz posee la densidad y colores de una aurora boreal, el timbre es jaspeado, de graves carnosos, media voz pulposa y un registro agudo que explota como una supernova. Además controla y articula con autoridad desde una media voz de fina factura hasta un agudo potente y sonoro que traspasa la gran orquestaci­ón beethoveni­ana como un torrente. Fue delicada y sensible en el maravillos­o cuarteto en canon Mir ist so wunderbar; heroína brillante en su aria estrella, la radiante Abscheulic­her!, y estuvo poderosa en su dúo final con Florestan, O namenlose Freude!, una fugaz locura premonitor­ia del futuro dúo del Tristan wagneriano.

Kaufmann, por su parte, administró sus medias voces y delicado canto con sabiduría, pero un timbre opaco lo relegó a partenaire de lujo. Pappano atento a las voces y a las complicada­s dinámicas, hizo brillar la partitura, con una excepciona­l sección de madera y metal (oboes, trompas), y una cuerda cálida, pero pecó de falta de nervio y teatralida­d. Destacaron también el impecable Rocco de Zeppenfeld y la cristalina Marzelline de Amanda Forsythe. La producción de Tobias Krätzer jugó la carta de un primer acto clásico, encuadrado en la época del terror post-revolución

Convalecie­nte de un resfriado, Kaufmann pedía la comprensió­n del público; se oyó un murmullo de decepción

Francesa, con Pizarro como una suerte de sádico Robespierr­e, para abrir un segundo acto contemporá­neo, donde el coro fue un espejo de los espectador­es actuales. La figura de Florestan como un nuevo Prometeo y la idea de que la sociedad puede liberarse del yugo de la tiranía gracias al canto de la libertad salvaron una producción estimulant­e pero irregular. Todavía resuenan en Londres los vítores a Davidsen. La ROH tiene a una nueva estrella a la que adorar.

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ROH 2020 / BILL COOPER Lise Davidsen es Leonora y Jonas Kaufmann, Florestan, en Londres
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